El artículo de fondo
TIEMPO RECOBRADO
Lo sustancial del artículo de Galdós es que cuestionaba el beneficio de las decenas de diarios que se editaban en aquel Madrid
LA calle que lleva el nombre de Pérez Galdós en Madrid se llamaba del Colmillo hasta 1899. Dice la leyenda que se habían encontrado por la zona los restos de un mamut en unas excavaciones y que sus colmillos habían sido llevados al palacio del Alcázar en la época de Felipe III. Pero hay otra versión alternativa que apunta a que había un comercio en el lugar que exhibía en su escaparate los atributos del animal.
Galdós tuvo un entierro multitudinario al morir en 1920. Pero la calle que le rememora es corta y estrecha, casi un callejón. El venerable fabulador merecía más, pero seguramente a él le complació la elección. Primero, porque era muy modesto. Y segundo, porque había recorrido el barrio de joven calavera.
Siempre abominó de las ínfulas de grandeza y mantuvo el escepticismo sobre los intelectuales que querían transformar el mundo. Este sentimiento está expresado en ‘El artículo de fondo’, un texto publicado en 1871. Habían pasado tres años desde la
Revolución Gloriosa y el periodismo vivía un momento de esplendor. Galdós concibe esta reflexión con la idea de ridiculizar a los periodistas que quieren influir en los políticos y explicarles lo que tienen que hacer. Para ello recurre a un redactor imaginario que escribe: «Basta de contubernios, basta de flaquezas. Ha sonado ya la hora de la energía».
Tras subrayar «los graves errores del insensato Gobierno», el escribano se distrae y no sabe cómo continuar. Le vienen a la cabeza floridas metáforas que no vienen a cuento hasta que el impresor le recuerda que tiene que entregar su trabajo porque ha llegado la hora del cierre. El artículo acaba con la conclusión contraria del comienzo: que nadie tiene la culpa de los males del país y que los ministros tienen «muchísimo talento».
Es obvio que Galdós quería hacer una parodia de un oficio que él había ejercido y que, en el fondo, pensaba entonces que los periódicos de hoy están destinados a envolver los bocadillos de sardinas de mañana. Pero lo sustancial de su artículo es que cuestionaba el beneficio de las decenas de diarios que se editaban en aquel Madrid.
Contra lo que apuntaba Galdós, los periódicos fueron muy influyentes a lo largo del siglo XX y, especialmente en España, durante la II República y la Transición. Fueron un arma ideológica y política y también un instrumento de formación de la opinión pública. Pero ahora han dejado de serlo. La caída de la difusión, la tiranía de los clics y las tecnologías de la información han provocado una crisis que amenaza su supervivencia.
El columnismo es un desahogo y un refugio para el talento literario, pero carece de toda influencia. En parte, por el descrédito del periodismo y en parte, por las circunstancias. Pero lo cierto es que somos muy poca cosa. El tiempo ha acabado por dar la razón a Galdós.