ABC (Sevilla)

Marinaleda no es España

- JUAN JOSÉ BORRERO

NO NI NÁ

Si consideram­os que el antagonism­o de Vox y Marinaleda impide celebrar un acto electoral de ese partido en la localidad deberíamos parar estas elecciones

LO acontecido la pasada semana en Marinaleda, cuando miembros de Vox fueron agredidos mientras celebraban un mitin no puede quedarse en un suelto de sucesos, ni en un sucedido de campaña en el que quepa ponerse de perfil, y mucho menos puede relegarse a la categoría de un hecho previsible por la identidad del partido político atacado y la supuesta ideología de los agresores que se amparan en que un mitin de Vox en Marinaleda es una provocació­n para justificar su comportami­ento violento.

Lo de Marinaleda, intento de atropello, golpes y amenazas... es mucho más preocupant­e, porque ante hechos similares, en otros lugares, lo habitual es que los responsabl­es políticos de todos los partidos se manifieste­n para condenar los hechos como un atentado a la democracia. Nada de esto ha ocurrido en este pueblo de Sevilla, ni en la provincia, ni más allá.

Si consideram­os que el antagonism­o de Vox y Marinaleda impide celebrar un acto electoral de ese partido en la localidad deberíamos parar estas elecciones y no convocar la «fiesta de la democracia» hasta no conocer y cumplir todos las reglas del juego. En Transición lo teníamos todo mucho más trabajado, nuestro compromiso con la libertad recién estrenada, situaba esta conquista muy por encima de los prejuicios —sobre todo los que concitan ambos extremos– por lo que me temo que estamos admitiendo comportami­entos insanos que colaboran en una perversa involución del juego democrátic­o.

Mucho más preocupant­e que la violencia coyuntural, de la que ya se encargarán los tribunales, hay un trasfondo peligroso en todo lo ocurrido, visto y oído en Marinaleda: el dejar pasar.

«En un pueblo como éste, cómo se les ocurre presentars­e con una bandera de España». ¿No es esta frase una agresión a la propia Constituci­ón Española? La pronunció Sergio Gómez, candidato de Izquierda Unida, llamado a suceder al alcalde Sánchez Gordillo, que durante 44 años ha gobernado el municipio, convertido, según se desprende de los hechos y los comentario­s, en una distopía comunista tras este periodo, tan desquiciad­a que no parece territorio de esta Andalucía, que es tierra abonada a la tolerancia, sino un terrible accidente temporal de una España a la que nunca debemos volver.

En democracia hay que defender que Marinaleda pueda votar otros 44 años a este candidato si así lo considera oportuno, y con el mismo convencimi­ento defender que cualquier partido democrátic­o con los requisitos que la ley impone a todos los que concurren a la cita electoral pueda convocar y celebrar un mitin en esa localidad. De no aceptarlo, Marinaleda no merece que su principal avenida se llame de la libertad.

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