ABC (Sevilla)

El enviado de Xi Jinping inicia una gira de equilibrio diplomátic­o por Kiev y Moscú

▸ Visitará otras capitales con el objetivo de ‘vender’ su «resolución política» al «conflicto»

- JAIME SANTIRSO

hará énfasis en la importanci­a de mantener el apoyo mundial a Ucrania en lo que considera un momento crucial de la guerra.

El compromiso del Gobierno británico ha sido total desde el inicio de la guerra, y de hecho Londres es el aliado que más armas ha suministra­do al ejército ucraniano, lo cual solo ha provocado la ira de Moscú.

Reacción rusa

Y es que en respuesta a los eventos de ayer, Rusia señaló que las nuevas armas británicas que se suministra­rán a Kiev solo causarán «más destrucció­n» y advirtió que el Gobierno del presidente Vladímir Putin tiene una visión «extremadam­ente negativa» del apoyo adicional que el Reino Unido pretende proporcion­arle al país.

Mientras tanto, la Embajada rusa en la capital británica se burló de la visita de Volodímir Zelenski en las redes sociales, en las que escribió que «Zelenski está en la ciudad. Es hora de que los contribuye­ntes británicos hagan otra generosa contribuci­ón».

Por su parte, un asesor de defensa ucraniano, Yuriy Sak, le dijo a la BBC tras el encuentro entre ambos mandatario­s que Ucrania ha estado pidiendo aviones de combate durante meses y que los pilotos ucranianos están «frustrados» por no tenerlos todavía y porque la formación aún no haya empezado.

El representa­nte especial para Asuntos Euroasiáti­cos, Li Hui, pisa ya Kiev como el político chino de mayor rango en hacerlo desde el comienzo de la invasión rusa. Aunque no saldrá de su boca este último sustantivo, tampoco «guerra»; quizá «crisis», a lo sumo «conflicto». Una restricció­n léxica que simboliza la enrevesada teatralida­d de China ante la realidad de Ucrania. La naturaleza de representa­ción de esta visita coloca en el escenario, asimismo, la improvisad­a coreografí­a del régimen ante el curso de los acontecimi­entos, tanto en el campo de batalla como en la geopolític­a global.

El viaje de Li quedó apalabrado durante la conversaci­ón telefónica que el presidente ucraniano Volodímir Zelenski y el líder chino Xi Jinping mantuviero­n a finales de abril, la primera conversaci­ón entre ambos mandatario­s desde el estallido de la guerra. A lo largo de esos catorce meses, en cambio, Xi se reunió o habló con su «viejo amigo» el líder ruso Vladímir Putin hasta en cinco ocasiones, incluyendo un desplazami­ento a Moscú en marzo, evidencia de su arqueada equidistan­cia.

China ha mantenido en todo momento una pretendida neutralida­d que esconde un apoyo implícito a Rusia. El régimen nunca ha criticado la agresión y ha repetido el argumentar­io del Kremlin, responsabi­lizando a la OTAN y a Estados Unidos de lo sucedido. Al mismo tiempo, China ha sostenido la economía rusa multiplica­ndo sus lazos comerciale­s, que a lo largo de 2022 crecieron un 34% hasta alcanzar la cifra récord de 180.000 millones de euros, en gran medida gracias a la importació­n de gas, petróleo y carbón a precios rebajados.

China pasó a adoptar una posición más activa ante el enquistami­ento de la lucha, empezando por la publicació­n a finales de febrero de un documento – equivocada­mente caracteriz­ado a menudo como un «plan de paz»– que recoge de manera general su posición ante el conflicto y los ambiguos principios de una «resolución política». Si bien múltiples actores diplomátic­os occidental­es reconocían a ABC la parcialida­d de esta declaració­n, también celebraban que el régimen abandonara la pasividad con un texto que «revela las contradicc­iones de su posición».

La primera de ellas consiste en la violación de uno de sus principios fundamenta­les en materia de política exterior: la integridad territoria­l. Los referéndum­s en territorio­s ocupados por la ofensiva rusa bien podrían suponer un incómodo precedente de cara a Taiwán.

China, de hecho, ni siquiera reconoce la anexión de Crimea. Al mismo tiempo, el régimen no puede dejar caer a un país con el que comparte frente común –más «alineación» que «alianza»– ante los valores universale­s de Occidente, pero tampoco sacrificar su relación con el mundo, en especial la UE a causa de un conflicto ajeno. Esta necesidad resulta particular­mente acuciante ahora, cuando su economía comienza a dejar atrás el desastre causado por tres años bajo la política de covid cero.

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