Sami Modiano, testigo del horror de Auschwitz con raíces sefardíes
▸ Descendiente de cristianos que huyeron de Toledo en 1492, este nonagenario, que aún habla ladino, ha sido homenajeado por la Obra Pía española en Roma
« No tengo palabras para agradecer este gesto de España», explica Sami Modiano, superviviente de Auschwitz, que aún conserva en su brazo izquierdo la humillante marca que le hicieron los nazis: «B7456». Este descendiente de cristianos sefardíes que escaparon de Toledo en 1492 y que aún habla ladino, está conmovido por el homenaje que la Obra Pía española ha realizado en Roma a sus inquilinos deportados a campos de exterminio. Es uno de los últimos testigos directos del terrible drama del siglo Holocausto.
Nació hace 92 años en Rodas, cuando esta isla era italiana. En 1938 le impidieron regresar a la escuela a causa de las leyes raciales de Mussolini y fue deportado en 1944, cuando la isla cayó en manos de Hitler. Junto a los otros judíos de la isla, unos 2.000, fue enviado a Auschwitz. De todos ellos, sólo 151 se salvaron del exterminio. «Los judíos de Rodas conservamos la lengua española. Es un honor que España no se haya olvidado de nosotros», presume antes de contar su historia, en la que esa memoria no es simple recuerdo.
Tras la liberación de Auschwitz, Sami se cruzó con Settimio Limentani, arrestado por las SS en Roma en 1944, en Via dei Giubbonari 30. Esta casa era y es propiedad de la Obra Pía, que cada mes de mayo recuerda lo que ocurrió a sus habitantes. «Nos conocimos en Polonia mientras esperábamos ser repatriados. Yo tenía 14 años y él 25», recuerda Sami. Limentani temía que los rusos los enviaran a Siberia, y le propuso regresar caminando a Italia. «Él me daba confianza para seguir adelante. Me contaba que esperaba reencontrarse con su familia… Quería retomar la vida que tenía antes de ser deportado», añade. Cuando llegaron a Italia, tomaron un tren que les dejaría en Roma. «Al bajar en la estación Trastevere nos preguntaron de dónde veníamos y adónde íbamos. Settimio dijo: ‘Esta es mi casa’. Yo había perdido a toda mi familia y no tenía esperanza de encontrar a nadie en Rodas. Íbamos a separarnos, pero él dijo: ‘No, este chico viene a mi casa al menos unos días, y luego ya veremos’».
«Nos encaminamos hasta este edificio», recuerda en el patio central de esta vivienda romana. «Lo veo ante esta misma puerta como un hombre que esperaba reencontrar la felicidad. Cuando llegamos era de noche y las ventanas tenían las luces apagadas: ‘No es el momento de molestarlos, vamos al parque y volvemos cuando se haga de día’», murmura conmovido. «Cuando regresamos lanzó el silbido que hacían para avisarse, pero no lo reconocieron. Lo repitió tres veces, y entonces se abrieron las ventanas. Fue conmovedor. Yo entré con él, lo seguí», explica mirando de reojo hacia la misma escalera por la que subió en 1945.
«Nada más entrar en la casa, esa esperanza que tenía se desvaneció. Su hermano Angelo había muerto en Dachau. Su padre había sido fusilado en Roma. Su hermana había enfermado y fallecido a causa del dolor», lamenta. «Todo el dolor que habíamos vivido se prolongó. Nuestras familias tuvieron que seguir combatiendo para recuperarse del sufrimiento del Holocausto», añade. «Lo que vieron mis ojos no deben verlo los niños de hoy. No se debe olvidar».
En la puerta de este edificio hay cuatro adoquines de bronce, «piedras de la memoria», con los nombres de cuatro judíos que vivían aquí y que fueron deportados. De ellos, sólo Settimio regresó con vida. Aunque la Obra Pía era sólo la propietaria, Raúl Sandoval, que la dirige, simbólicamente ha pedido «perdón por todo lo que habríamos podido haber hecho para proteger la dignidad y la vida de nuestros inquilinos, y no hicimos». «Yo espero que Dios me conceda regresar de nuevo el año que viene a esta casa para recordarlos otra vez», responde Sami.
Memoria «Los judíos de Rodas conservamos la lengua española. Es un honor que España no se haya olvidado de nosotros»