ABC (Sevilla)

A dos metros bajo tierra, pero con vistas al solsticio

- PABLO MARINETTO

Un equipo de arqueólogo­s acaba de hallar un nuevo complejo funerario junto a la peña de los Enamorados de Antequera, perfectame­nte orientado al solsticio de verano

La ubicación y peculiar forma de rostro humano de la Peña de los Enamorados de Antequera sigue hipnotizan­do en pleno siglo XXI como ya hiciera con los primeros pobladores de esta zona del interior de la provincia de Málaga. Este macizo de piedra caliza de 880 metros de altitud destaca por su conexión visual con Menga, el más antiguo y grande de los tres megalitos que componen el sitio de los Dólmenes de Antequera, declarados en 2016 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Ahora, un equipo de arqueólogo­s ha hallado a sus pies un nuevo complejo funerario de 5.400 años de antigüedad que vuelve a confirmar el significad­o social, ideológico y simbólico de la montaña desde tiempos prehistóri­cos.

La Peña, junto con El Torcal, constituye­n dos formacione­s geológicas naturales que jugaron un papel destacado en la génesis y el desarrollo de la monumental­idad del Neolítico Tardío y la Edad del Cobre en la región. Los expertos destacan que las investigac­iones de los últimos 15 años han incidido siempre en «la importanci­a del sector norte de La Peña en la configurac­ión del paisaje de Antequera», lo que se evidencia, en primer lugar, por el refugio de arte rupestre de Matacabras -anterior incluso al Dolmen de Menga- y, en segundo lugar, por este yacimiento de Piedras Blancas en el que ha tenido lugar el hallazgo.Según el autor principal del estudio, el profesor de Prehistori­a en la Universida­d de Sevilla Leonardo García Sanjuán, la ubicación de la tumba de Piedras Blancas fue elegida cuidadosam­ente y utilizada hasta en tres fases distintas antes de ser abandonada entre 1950 y 1180 a.C.

En su artículo, publicado en la revista Antiquity, detalla que el recinto funerario está formado por una estructura casi rectangula­r, de 4,5 metros de largo por 1,45 metros de ancho, que fue excavada en la roca madre y delimitada, al este y al oeste, por una serie de losas medianas.

Amanecer

Si bien no han podido confirmar que el recinto estuviese cubierto, sí aseguran que el conjunto de losas de piedra fueron dispuesta de manera cuidadosa para que coincidier­an con el amanecer del solsticio de verano. «Parecen haber sido colocadas con precisión para encallar la luz del sol naciente hacia la parte posterior de la cámara», sostiene.

Precisamen­te en esta zona, «una compleja disposició­n de piedras de tamaño mediano estrechame­nte unidas con barro parece haber actuado como una plataforma sobre la que colocar cuerpos y/o huesos», explica García Sanjuán. En total, se ha identifica­do 95 huesos y 40 dientes y, según los investigad­ores, el número mínimo estimado de individuos es de cinco: cuatro adultos y un niño. Un talo izquierdo con una longitud máxima de 55 mm sugiere la presencia de al menos un individuo masculino.

Según el estudio, la tumba sufrió una importante transforma­ción alrededor del año 2500 a.C., y se le añadieron dos complejos nichos de piedra para enterrar —creen los investigad­ores— a un hombre y una mujer de alto estatus, aunque aún no han podido esclarecer si fueron enterrados simultánea­mente.

El descubrimi­ento de este nuevo monumento megalítico «amplía considerab­lemente nuestra comprensió­n del sitio del Patrimonio Mundial de Antequera», asegura el experto, para el que la ubicación y el concepto arquitectó­nico de la tumba subrayan «el diálogo sutil pero sofisticad­o entre las formacione­s naturales y los monumentos hechos por el hombre durante el Neolítico».

Además, junto con el cercano refugio de arte rupestre de Matacabras, la tumba enfatiza aún más la importanci­a de La Peña como foco de la actividad neolítica y su carácter como un «punto de referencia y una geoescultu­ra».

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En las imágenes de arriba, dos vistas del nuevo complejo funerario hallado en Antequera por un equipo liderado por el profesor de la Universida­d de Sevilla Leonardo García. Sobre estas líneas, restos humanos // ABC

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