La Moncloa, en manos de Bildu ante el 28M: «Puede que siga el ruido»
▸ En siete días, el Ejecutivo ha pasado del silencio al alivio, pero sin certezas sobre el fin de esta crisis
Hace justo una semana, apenas siete días, hasta seis ministras del Gobierno, incluidas las tres vicepresidentas, huían a la carrera en los pasillos del Congreso al ser preguntadas por las listas de Bildu con militantes y asesinos de ETA, de la que ese mismo día daba cuenta a toda plana la portada de ABC. No es que Nadia Calviño, Yolanda Díaz, Teresa Ribera, la portavoz Isabel Rodríguez o las titulares de Justicia y Educación, Pilar Llop y Pilar
Alegría, no quisieran hacer declaraciones. De hecho las hicieron –como es habitual los miércoles son sesión parlamentaria, como hoy mismo volverá a ocurrir– sobre diversos asuntos de la actualidad de esa jornada, como el acuerdo salarial que firmaban los sindicatos y la patronal o la sequía. Pero ni una palabra sobre el que, ya en ese momento, era el principal asunto de discusión sobre las candidaturas a los comicios del 28 de mayo.
Ni punto de comparación, esa renuencia a pronunciarse, con las palabras que ayer mismo pronunciaron varios portavoces del PSOE y el Ejecutivo, incluido el propio Pedro Sánchez, que acusó a Alberto Núñez Feijóo, en línea con lo que dijo antes de ayer en un mitin en Vitoria, de recurrir a ETA como «único argumento», cuando, el Partido Popular (PP) no tiene «propuestas», ni cree que le vaya a ir bien en las urnas. «Esto nunca tenía que haber ocurrido», afirmó desde la sala de prensa de La Moncloa Rodríguez, en un tono radicalmente distinto al de días antes, mientras que el portavoz parlamentario y antiguo lendakari, Patxi López, afirmó que se trata de personas «que nunca tenían que haber estado en ninguna lista».
Las víctimas
Fuentes socialistas trasladan incluso que esto es «un triunfo de las víctimas», aun cuando los portavoces de la formación fuesen tan timoratos al conocerse las listas, entre otras por la denuncia de Covite, el colectivo que lidera Consuelo Ordoñez, la hermana de Gregorio, el concejal de San Sebastián asesinado. Y otras fuentes, desde el Gobierno, admiten que la renuncia de esos siete candidatos anunciada por Arnaldo Otegi es un alivio, pero da reza de rodillas junto a un sacerdote y otros seis que pasaban por allí. Seis que, por cierto, fueron los únicos que tuvieron la decencia de quedarse a acompañar aquella tristeza sin lágrimas frente a la mirada indiferente de cientos de pamploneses que, al fondo de la escena, seguían con su vida. Era 1985. Casi cuarenta años después el Senado nos brinda una sesión para olvidar –y, quizá, por ello, inolvidable– en la que Sánchez cruza líneas que nadie había cruzaevitan bajar la guardia o dar por enterrada la polémica en los nueve días que restan de campaña. «Puede que siga el ruido», señalan, aludiendo a otras posibles actuaciones o declaraciones de la antigua Batasuna que vuelvan a incomodar al PSOE.
El 28M será la primera cita con las urnas en el País Vasco (donde no hay autonómicas, pero sí forales y municipales) y en Navarra a la que los socialistas llegan con un bagaje de grandes acuerdos a nivel nacional con Bildu, tanto en todos los presupuestos de la legislatura como en grandes leyes de la misma, la última la de vivienda, pero también, y eso no es precisamente inocuo, la Ley de Memoria Democrática.
El año pasado el líder de los socialistas vascos, Eneko Andueza, cerró la puerta a acuerdos con Bidu «en Euskadi», matizó, y lo cierto es que el PSE mantiene una alta colaboración institucional y de gobierno de coalición allí, sin ir más lejos en el de Iñigo Urkullu. Pero el tabú sobre esa entente se ha roto desde el Gobierno central y aparece como un camino a seguir en el futuro de una comunidad, la vasca, que celebra elecciones el año que viene. do antes, llevando a todo el PSOE a terrenos de los que será muy difícil volver.
Nada indicaba que fuera a pasar eso cuando, a las cuatro en punto, el presidente entraba en el hemiciclo con ese ‘tumbao’ que tienen los socios de Bildu al caminar, desatando el delirio de la ‘cara b’ del ‘pedrettismo’, que es parecida a la ‘cara a’, pero mejor, porque no está Patxi. En cualquier caso, a los senadores socialistas solo les faltó ponerle una capa de armiño, llamar al arzobispo de Canterbury para que le ungiera con aceite de Jerusalén y lanzarle los niños a su manto.
Y, visto lo visto, él habría hecho bien en entrar mostrando en la boca uno de esos protectores rojos que usan