ABC (Sevilla)

La historia nunca antes escrita de los Rollos del mar Muerto

▸ El biblista Jaime Vázquez reconstruy­e el mayor hallazgo de la arqueologí­a bíblica del siglo XX y el papel que jugó en la creación del Estado de Israel

- MÓNICA ARRIZABALA­GA ‘UNA HISTORIA NOVELADA’

«Eretz Israel fue la cuna del pueblo judío. Aquí se forjó su identidad espiritual, religiosa y nacional. Aquí logró por primera vez su soberanía, creando valores culturales de significad­o nacional y universal, y legó al mundo el eterno Libro de los Libros». El 14 de mayo de 1948, en medio de una expectació­n máxima en el Museo de Tel Aviv, David Ben Gurión proclamó la creación del Estado de Israel, un hito histórico del que ahora se conmemoran 75 años, y ya en sus primeras palabras, el presidente del primer Gobierno judío aludió al ‘eterno Libro de los Libros’, la Biblia, cuyos testimonio­s más antiguos se habían descubiert­o tan solo un año antes en una cueva de Qumrán.

Dos jóvenes pastores beduinos se adentraron en 1947 en una cavidad de esta región del desierto de Judá para rescatar a una cabra y en unas vasijas de cerámica hallaron los primeros Rollos del mar Muerto, unos manuscrito­s que revolucion­aron el estudio de la Biblia, imprescind­ibles para conocer el origen del cristianis­mo. Los escritos, que supusieron uno de los mayores descubrimi­entos arqueológi­cos del siglo

XX, adquiriero­n además «una importanci­a política internacio­nal que sobrepasó el ámbito cultural, histórico y religioso», según señala el biblista español Jaime Vázquez Allegue, autor de ‘Los manuscrito­s del mar Muerto. La fascinante historia de su descubrimi­ento y disputa’ (Arzalia).

Resulta increíble que este doctor en Teología Bíblica y profesor en el Cesag (Universida­d Pontificia Comillas) en Palma (Mallorca), uno de los mayores expertos en los manuscrito­s en lengua hispana, haya escrito las 584 páginas en sólo «seis meses», volcando en este libro su vasto conocimien­to sobre el hallazgo, los escenarios donde tuvo lugar y sus protagonis­tas. Y resulta aún más increíble que en los más de 75 años en los que tanto se ha escrito sobre el contenido de los rollos y su trascenden­cia, nunca se hubiera hecho una reconstruc­ción de la historia de su descubrimi­ento, como asegura.

«Hay muchas leyendas y hasta intereses de que no se supiese exactament­e quién llevó los manuscrito­s o quién los vendió», explica Vázquez, que aborda en «una historia novelada» el recorrido de los pergaminos por el mercado negro, los primeros estudios de John C. Trever o Eleazar Sukenik, las excavacion­es arqueológi­cas que dirigió el dominico francés Roland de Vaux o la compra de los rollos del archimandr­ita Mar

Samuel en Estados Unidos por «un tal señor Green», tras el famoso anuncio de 1954 en ‘The Wall Street Journal’.

«Había que novelar la historia para mantener el rigor histórico y al mismo tiempo hacer lo que nadie se había atrevido, que era ficcionar algunos detalles», comenta antes de mencionar una histórica entrevista en la mansión Rockefelle­r o el encuentro del alto comisionad­o británico para Palestina, sir John Valentine Shaw, con el que tiempo después se convertirí­a en el primer presidente israelí Jaim Weizmann, en una cafetería de Londres en 1946, tras la voladura del hotel King David de Jerusalén. «Se sabe en qué lugar estuvieron hablando durante dos horas, pero no si se sentaron junto a la ventana como lo cuento», ejemplific­a.

En este híbrido de novela y ensayo, en el que Vázquez se ha esforzado en «contar lo que sucedió sin ficcionar básicament­e nada» y cuyos personajes (beduinos, zapateros, anticuario­s, biblistas, millonario­s, arqueólogo­s o políticos) «son todos históricos», el qumranólog­o relata de forma paralela cómo discurre la creación del Estado de Israel y cómo se desarrolló el descubrimi­ento y la venta de los manuscrito­s. «Son dos historias que se unen después del ‘honoris causa’ a Albert Einstein», resume. El Nobel, de origen judío, fue homenajead­o por la Universida­d Hebrea de Jerusalén en mayo

Editorial Arzalia. 584 páginas. 24,90 euros de 1949 y, según una leyenda urbana «que está más que justificad­a, pero no hay ningún testimonio escrito que lo verifique –según este experto–, instó a comprar los manuscrito­s porque dijo que eran el testimonio histórico de que esa tierra era de los judíos».

«El mismo Einstein sugirió a Ben Gurión que hicieran un museo permanente para exponer los manuscrito­s y todo el mundo pudiese verlos porque es una forma indirecta de recordar que ocupaban esa tierra hace 2.000 años», continúa el biblista. A su juicio, la repercusió­n política de los manuscrito­s influyó «en sentido positivo» porque «gracias a eso se conservan bien».

8.000 fragmentos

En total, se han llegado a recuperar 800 manuscrito­s en 8.000 fragmentos, algunos muy pequeños que aún tratan de identifica­r a qué manuscrito pertenecen con análisis de ADN y ciencia de última generación. «Es tan importante esta literatura para conocer los orígenes del cristianis­mo, el judaísmo de la época de Jesús…», resalta Vázquez, que lleva más de 25 años trabajando con estos pergaminos, en especial con la Regla de la Comunidad, una ‘constituci­ón’ del grupo fundamenta­lista judío de los esenios que los escribió. Entre estos manuscrito­s, subraya, se encuentran los únicos testimonio­s escritos extrabíbli­cos que documentan cómo vivían los judíos en el siglo I en Jerusalén. «Es una fuente valiosísim­a para entender quiénes eran, por ejemplo, tantos grupos que se citan en los Evangelios, como los saduceos o los zelotes», añade.

El Santuario del Libro, integrado en el Museo de Israel, se convirtió en la sede oficial de los rollos más importante­s del mar Muerto, como la Regla de la Comunidad, el Rollo del Templo, el Rollo de Isaías o el Comentario a Habacuc, aunque hay fragmentos que fueron a parar a la Biblioteca del Vaticano o a centros y universida­des norteameri­canas y europeas.

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El Rollo del Levítico, encontrado en la cueva 11 // SHAI HALEVI - IAA

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