Cortina rasgada
TRIBUNA ABIERTA
Allí al norte, en los pueblos y caseríos de dominio filoetarra, se mantiene la misma atmósfera de intolerancia, miedo e intimidación para imponer una memoria tóxica
TRAS conocerse que Bildu incorporaba entre sus candidatos a las próximas elecciones a 44 condenados por terrorismo etarra, el líder andaluz del PSOE, Juan Espadas, dijo que «el balance con Bildu es enormemente positivo» y culpó al PP de «meter a Bildu en campaña». Las vigas de la indignidad crujieron entre los miles de andaluces que contaban entre sus familiares a los muchos asesinados por ETA, trayéndole a la memoria aquellas palabras de la madre de los Pagazaurtundua dirigidas a Patxi López, con el cadáver de su hijo asesinado aún caliente, recriminándole a los socialistas que «haréis cosas que nos helarán la sangre».
Hoy Txema Matanzas, abogado y líder de los presos etarras será miembro de la Junta electoral de Álava, individuo que hacía gestos de burla al tribunal que lo juzgaba y que, según la sentencia de la Audiencia Nacional que lo condenó, señalaba a los funcionarios de prisiones como «posibles objetivos de acciones armadas de ETA». Por muchas vueltas que el sanchismo le dé no hay mayor desdoro e iniquidad que tener por socios a un grupo que ni ha repudiado sus raíces ni va a cambiar sus fines ni sus convicciones antidemocráticas deslegitimando las instituciones de la democracia e imponiendo su visión totalitaria.
Y es que el virus del odio sigue vigente en el País Vasco y en los feudos navarros abertzales. En Andalucía hemos tenido que soportar cómo las mesnadas radicales de la afición osasunista gritaban consignas favorables a ETA con motivo de la final de la Copa del Rey disputada en Sevilla. Allí en el norte, en los pueblos y caseríos de dominio filoetarra, se mantiene la misma atmósfera de intolerancia, miedo e intimidación para imponer una memoria tóxica que enaltece a los verdugos y socava la dignidad de las víctimas.
Preocupado, no por compartir objetivos de gobierno con semejantes compañeros de viaje, sino por los «efectos indeseados» de la pérdida de votos, Sánchez se descolgó, con cuarenta y ocho horas de retraso, hablando de indecencia respecto a quienes le sustentan en el poder. Pero la sociedad española es lo bastante madura para repudiar este doble juego tan espurio y ventajista. Y esa sociedad hace tiempo que entendió que con Sánchez todo es posible porque su apego a la verdad y a la decencia es tan versátil como una veleta azotada por el viento. La realidad es que Bildu la dirigen tres exlíderes del grupo terrorista: Otegi, Arkaiz Rodríguez y David Pla (este último llegó a número uno de la organización), los cuales tienen la responsabilidad de los atentados no aclarados contra políticos y personalidades judiciales ya que para los mismos era necesaria, según ha desvelado ABC de las declaraciones de dos testigos protegidos, la expresa autorización de la cúpula, tal como aconteció con los asesinatos de Miguel Ángel Blanco y de Alberto Jiménez Becerril.
Creíamos que la náusea del sanchismo había culminado, en su afán por ganarse el favor de los filoetarras, con el blanqueamiento concedido, para vergüenza y oprobio del socialismo decente, en la llamada Memoria Democrática, permitiendo que los GAL fueran considerados como una prolongación del franquismo, igualando así a todas las víctimas y cuestionando con ello la Transición. El acercamiento de los etarras y la transferencia de la política penitenciaria no han sido sino las consecuencias de una claudicación sanchista a cambio del apoyo de quienes tanto dolor y sufrimiento produjeron al conjunto del pueblo español.
Es cierto que muchos socialistas con mando en plaza muestran ahora su preocupación por las consecuencias de haber negociado la permanencia de Sánchez en el poder con condenados por terrorismo. Algunos debieran antes pedir perdón por su descarado proteccionismo parlamentario de los filoetarras, como es el caso de Gómez de Celis. Si esa preocupación fuera cierta, debiera provocar la ruptura con Bildu, pero en realidad es solo inquietud por sus consecuencias electorales.
Abrumado con los efectos indeseados de la ley del solo sí es sí, Pedro Sánchez ha dicho que la presencia de condenados etarras es legal pero es indecente. Lo indecente, le han respondido, es tenerlos como socios. Algunos barones socialistas califican ahora esos pactos como repugnantes, otros piden romper cualquier relación con Bildu. Unos y otros deben saber que indecente es quien es indecoroso, inmoral, grosero, insolente, indigno y sórdido. Desde que Sánchez intentó engañar a sus conmilitones escondiendo una urna trucada tras la cortina, todos debieran saber que la decencia no se cuenta entre sus virtudes. Aquella cortina rasgada dibujó con precisión meridiana al personaje.