Chufla del Garrido
tinetes y seguirillas. También participó en espectáculos sumamente corales, pero jamás se profesionalizó.
El encargado de rendirle ahora tributo será precisamente el hijo de sus amigos Pies de Plomo y la Tomasa: José. Bautizado como De la Tomasa en honor a su madre en plena calle Feria y distinguido con la Medalla de Sevilla la semana pasada. Es el gran cantaor, a fin de cuentas, de esta ciudad, título que gana por derecho propio tras una vida de festivales, discos y poesía. Pero José no estará solo en el escenario. Además de las guitarras del Perla y Eugenio Iglesias, con La Farruca al baile y El Galli al cante, Bobote y El Torombo dictarán sentencias con palmas y jaleos. A ellos se suma un grupo de gitanas de Jerez: Carmen La Cantarota, Coral de los Reyes, La Melchora, Juana de la Curra y Tata Yoya. Sus nombres, en este sentido, hacen justicia con lo que ofrecen: flamenco genuino, de berza y otros asuntos en peligro de extinción. Y la fiesta, por tanto, parece asegurada en esta barriada de casas bajas que desde su germen da cobijo a artistas de toda índole.
Leyendas de barrio
El proyecto que se emprendió el año pasado desde el ayuntamiento y que este viernes culmina tiene la misión de devolver a zonas como el Polígono Sur, Polígono Norte y Palmete parte de su aportación artística. El flamenco es tan de intramuros como de periferia. Lo demuestra el grito de Remedios Amaya y lo ecléctico de Raimundo Amador, un gañafón de Caracafé, que tiene aceras en la guitarra, y los niños de Alalá gimiendo a un son natural que se anda puliendo. La remembranza de Tragapanes clausura este ciclo. Con anterioridad también se ha recordado al Bizco Amate, Carmen la del Titi, Pepa La Calzona y Chocolate. Este último, por cierto, cantaor de muchos rincones. Nacido en Jerez, pero afincado en El Porvenir de pequeño y con los pies manchados del albero de la Alameda inmediatamente después. Los caminos del cante, que mañana se dirigen a Torreblanca.
Planeta Jondo
Seria y con pretensión de profundidad, Planeta Jondo parece comprometida con la raíz y el sonido. Es una de las escasas formaciones jóvenes en la senda del flamenco. Parte de cimientos como las chuflas del Garrido de Jerez, un intérprete y creador popular en el siglo XIX, pero caído en el ostracismo allá por el XX, para defender los cantes desde otro prisma. Este, el de la chufla, encierra la pieza más lograda de su primer trabajo discográfico, que se financió a través de crowdfunding.
Un eco laíno débilmente afillado, con el tono siempre acertado y el timbre de otro tiempo, proyecta un cante que queda envuelto en una estética propia de un jazz místico. Además, emplea elementos electrónicos. La flauta de Francisco Roca trae lo oriental. La voz de Israel Moro, lo jondo. Quizá una guitarra flamenca en primer plano habría otorgado otra consistencia a este planeta.
Letras nuevas, incluso en la tradicional farruca, y colaboraciones de altura. Eso propone esta banda: a Arcángel cantando por soleá apolá y a Carmen Linares en la bambera. También a Jorge Pardo en una bulería final, ‘A mi aire’. La estética del músico madrileño, seguramente, ha servido de inspiración para gran parte de los arreglos.
Extraño y logrado, el disco produce sensaciones cuando lo viejo se traslada a un contexto, diría, ingrávido, respondiendo así a algo próximo a lo conceptual desde el propio título y la portada. Con originalidad, y también escaso pellizco, presentan sus credenciales en forma de fandangos de Huelva, peteneras rítmicas y unas alegrías con carácter latino que buscan a Aurelio forzando los clásicos ‘ayvivi’ para modular. Conocimiento, envergadura musical y ganas de estrenar territorios con aciertos y sin ellos.