ABC (Sevilla)

¿Quién no tiene valor para marcharse?

- JOSÉ F. PELÁEZ

SUERTE CONTRARIA

Hay que entender que si Rafa Nadal es millonario es, entre otras cosas, porque ha sido capaz de esforzarse

IVÁN Ferreiro es un caso extraño de artista que mejora aquello que toca. Todas las canciones ganan si son cantadas por él. Sin excepción. Es un misterio, no sé cómo lo hace, pero parece estar tocado por una clarividen­cia melódica que le hace tomar la mejor decisión en décimas de segundo, como una inteligenc­ia artificial con acento de Vigo. Pero, como todo el mundo, se equivoca. El otro día lo hizo al decir que Nadal era un «ejemplo de mierda» para los niños por salir a jugar un partido hecho polvo. «Hemos tardado muchos años en conseguir que cuando nos encontremo­s mal no tengamos que ir a trabajar, para que este millonario, para tener una medalla, nos diga que fue con el pie roto», dijo.

Lo mejor de la frase es, sin duda, el uso despectivo de la palabra ‘millonario’, como cuando para insultar a Guardiola le llamaban filósofo. Y, en todo caso, no entiendo que, por el hecho de ser millonario, su visión de la vida haya de estar en entredicho. Es una gilipollez idéntica a desprestig­iar la opinión de alguien por el hecho de ser pobre. Suena igual que decir: «Hay que joderse, viene aquí un pobre a decirnos que un día fue a trabajar con cefalea». Lo segundo destacable es el uso de la segunda persona del plural, esa querencia por el mayestátic­o que parece dejar claro que los que «hemos conseguido no ir a trabajar enfermos» somos ‘nosotros’, es decir, ‘ellos’, los buenos, un grupo indefinido de personas en el que, desde luego, no está Rafa. Y no entiendo ese uso a no ser que Iván sea, además de Ferreiro, Habsburgo, porque fue Felipe II el que hace más de cuatro siglos decretó que un trabajador enfermo pudiera no trabajar y no solo conservara su trabajo, sino que, además, cobrara la mitad del salario.

Pero el asunto fundamenta­l es otro. Hay que entender que si Rafa es millonario es, entre otras cosas, porque ha sido capaz de esforzarse, de sufrir y de compromete­rse en situacione­s en las que el resto estaríamos ingresados en el 12 de Octubre. Rafa puede tener su crítica. A mí, por ejemplo, me produce cierto rechazo esa perfección, esa manera de decir siempre lo que hay que decir, en el lugar y momento adecuados, de no equivocars­e jamás y de vivir apalancado en el mismísimo centro de la campana de Gauss. Pero mal ejemplo no es, Iván. Te pongas como te pongas. De hecho, ayer pareció respondert­e: «Si a la mínima que no nos salen las cosas, paramos (…), estamos desentrena­ndo la salud mental y entrenando en su lugar la frustració­n; y si nos frustramos a las primeras de cambio lo que estamos haciendo es ser más infelices. Claro que hay un momento, cuando no das para más, en el que es justo parar, pero para mí, antes de tomar esta decisión, uno tiene que haberse dado muchas oportunida­des antes». Lo siento Iván, pero tiene razón. Creo que todos los niños deberían ponerse en bucle esas palabras. De hecho, me recuerda mucho a una canción que decía: «¿Quién no tiene valor para marcharse? ¿Quién prefiere quedarse y aguantar?». Supongo que te suena. Es tuya.

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