El PSOE manejaba datos en los que la derecha sí subía por las listas de Bildu
▸ Los socialistas intensifican sus ataques al PP por «usar» el terrorismo
registrado una propuesta en el Congreso para instar al Gobierno a abrir la vía de ilegalizar Batasuna.
Yolanda Díaz y Podemos Midiendo las distancias
Sin duda, la campaña más ‘sui generis’ es la que están protagonizando, en paralelo, la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, por un lado, y las líderes nacionales de Unidas Podemos, las ministras Ione Belarra e Irene Montero. Si bien es verdad que Díaz ha hecho gestos de distensión entre las formaciones más enfrentadas de ese espacio, singularmente en Madrid, donde ha estado tanto con las candidatas de Más Madrid a la alcaldía y la Comunidad, Rita Maestre y Mónica García, como con sus homólogos de Podemos, Roberto Sotomayor y Alejandra Jacinto. Incluso en el tradicional acto de la Pradera de San Isidro, el pasado lunes, puso cuidado en fotografiarse con todos ellos.
Igualmente, la semana que viene la líder de la plataforma Sumar estará en Alicante con el candidato de Podemos a la Comunidad Valenciana, Héctor Illueca. Pero no parece que haya encuentro alguno con sus dos compañeras del Consejo de Ministros, que le siguen reclamando una candidatura de unidad para las elecciones generales.
Con información de M. Alonso, V. R. Almirón, J. Casillas y G. Caro
Llegada la mitad de la campaña electoral, los planes del PSOE sobre la misma se han visto claramente trastocados por la irrupción de un elefante en la habitación que se fue haciendo demasiado grande para negarlo, aunque los socialistas trataron de obviarlo nada más aparecer, y que no es otro que la presencia de decenas de etarras en las listas de su socio parlamentario Bildu. Durante los primeros días de la caravana electoral, que ha llevado a Pedro Sánchez hasta el momento a Sevilla, Puertollano (Ciudad Real), Vitoria, Alcalá de Henares (Madrid), Ibiza, Palma de Mallorca y Zaragoza, fuentes de la formación socialista mostraban tranquilidad y negaban que el asunto, ya para entonces la principal polémica de la campaña, fuese a tener una afectación directa en la intención de voto, o, más precisamente, que fuese a alterar las relaciones de fuerzas o apoyos de las dos grandes formaciones, ellos mismos y el Partido Popular (PP). La versión sobre esta cuestión era, incluso, que el PP se estaba equivocando en su estrategia de enfatizar este asunto, pues no le otorgaba réditos a los de Alberto Núñez Feijóo, sino a Vox.
Sin embargo, fuentes conocedoras de los entresijos estratégicos de Ferraz señalan que los datos demoscópicos que maneja el partido no dicen exactamente eso. Es cierto que reflejan una subida de los de Santiago Abascal como consecuencia de la polémica, pero igualmente, y esto es lo más preocupante para Sánchez, de su principal adversario, el PP.
Todo ello, unido a la percepción interna de que, lejos de remitir, el «ruido» en torno a Bildu no desaparecerá –o al menos no del todo– en la segunda mitad de la campaña, es lo que ha llevado a Moncloa y Ferraz a
Sánchez e incluso barones como Lambán se remontan a Aznar y la tregua del 98 para replicar los ataques del PP
endurecer el tono con el PP, como ya hizo el propio Sánchez el martes, durante su debate con Feijóo en el Senado, el último entre el jefe del Ejecutivo y el líder de la oposición antes de la cita con las urnas.
Desactivar al PP
Para desactivar precisamente ese auge del PP, los socialistas han relanzado una ofensiva que se remonta hasta los atentados del 11M en 2004, o incluso más atrás en el tiempo, cuando en los años noventa el primer presidente del Gobierno del PP, José María Aznar, autorizó contactos con la banda terrorista, después de la tregua decretada por la misma fruto de los acuerdos de Lizarra entre Batasuna y el PNV, la que Jaime Mayor Oreja, el que fuera ministro del Interior, definió como «tregua trampa». En aquella ocasión, Aznar llegó a hablar del «movimiento vasco de liberación», algo que el jefe del Ejecutivo y sus compañeros de filas han repetido hasta la saciedad los últimos días, incluso provocando un curioso lapsus antes de ayer, en el mitin conjunto de Sánchez y el presidente de Aragón, Javier Lambán, quien habló de «batallón vasco». El considerado uno de los barones díscolos, si bien empezó mostrando su repulsa por Bildu, enseguida replicó hasta el detalle el argumentario de Ferraz, tildando de «miserable y abyecto» al PP por, señaló, «utilizar el terrorismo» como arma electoral.
La irrupción del debate en torno a Bildu empañó, incluso, la visita oficial a Washington de Sánchez en los primeros días de campaña, donde mantuvo su primera entrevista con Joe Biden en la Casa Blanca, una cita largamente preparada por su equipo. Fue en la residencia oficial del presidente de EE.UU. donde tuvo que pronunciarse por primera vez sobre las listas al 28 de mayo de su aliado parlamentario, de las que dijo que pueden ser «legales», pero no , concretó, «decentes».
Naturalmente, la polémica por los etarras candidatos de Bildu –siete de los cuales, los condenados por delitos de sangre, se han comprometido a renunciar a sus cargos si salen elegidos, como anunció Otegi– no habría tenido el mismo cariz de no ser la formación que permitió con su abstención la investidura de Sánchez y la que ha sido decisiva, igualmente, para sacar adelante los Presupuestos y varias de las leyes clave de la legislatura.