ABC (Sevilla)

El Real Madrid devuelve al Barcelona al vacío

▸ Los blancos, liderados por el Chacho y Tavares, jugarán la final de la Euroliga tras unecital de resistenci­a

- PABLO LODEIRO FINAL FOUR

Por enésima vez, el Real Madrid llegaba con menos moral, menos físico y menos plantilla y, una vez más, se rieron de las estadístic­as y los pronóstico­s. Tumbaron al Barça de la manera más cruel. Punto a punto, batalla a batalla, se fueron haciendo con el control del partido y acabaron por enterrar a sus máximos rivales sin el menor de los remordimie­ntos. La épica no se quedó en Belgrado y los de Chus Mateo jugarán la final de la Euroliga ante el Olympiacos.

Ndiaye, un crío en una pelea de hombres, fue el elegido por Mateo para defender de inicio a Mirotic. Las buenas defensas y el dominio del rebote fueron las cartas de presentaci­ón de los blancos. Resultó que el crío tiene corazón de león y a la estrella azulgrana le costaba horrores despegarse de sus defensas. Anulado el montenegri­no de momento, el Barça se refugiaba en el tiro de tres para avanzar en el marcador.

Volaban los azulgranas de tres en tres, espléndido Abrines en muñeca y esfuerzo, hilo conductor de los catalanes en ambos lados de la pista. Muy agresivo el Barça, enfocado a desgastar a sus rivales, a drenarles por completo, consciente­s de que la gasolina de los blancos, al menos en el plano físico, era justa tras la serie contra el Partizan. Solo Tavares miraba con decisión al aro, ejército de un hombre el caboverdia­no, el marciano al que ninguna táctica puede parar.

El Madrid no acababa de estar cómodo, movía el banquillo Mateo a diestro y siniestro. Sin embargo, y aunque las sensacione­s parecían mucho más favorables al Barça, los blancos se mantenían a rebufo. Al borde del descanso, Llull cogió la bola para la última posesión. La gente debería haberse comenzado a levantarse de los asientos y encarar los lavabos o el bar porque estaba claro lo que iba a pasar. El balón atravesó la red, sonó la bocina y Jasikevici­us, pese a la buena primera parte de los suyos se adentró en el túnel de vestuarios con un cabreo monumental.

El contacto se volvió guionista. Fue el Barcelona el principal damnificad­o, que vio cómo varios de sus hombres más inspirados tenían que refugiarse en el banquillo. Se atascaban los dos equipos aunque el Madrid comenzaba

Olympiacos - Mónaco Barcelona - R. Madrid 76 - 62 66 - 78

a esbozar una ligera sonrisa una vez apagado el acierto en el tiro exterior de los catalanes. Los blancos encontraro­n carretera para el abordaje en los tiros libres y por primera vez en mucho tiempo se vieron con opciones de llevar la voz cantante. Una canasta de Tavares y un mate al contraataq­ue de Musa le acabaron por dar la ventaja en el electrónic­o. El partido entraba en la zona Real Madrid.

Trío de lujo

El atasco azulgrana era monumental. Kuric y Laprovitto­la eran los únicos que los mantenían. El cansancio empezaba a hacer mella en ambos bandos y el Madrid se encomendab­a a su centenaria hidra de tres cabezas, esa formada por el Chacho, Rudy y Llull, para solventar la papeleta. Fue el canario quien cogió una vez más las riendas. Sus cinco puntos consecutiv­os, épicos a más no poder, confirmaro­n lo que era un secreto a voces: el ‘chachismo’ ha vuelto

Otra vez, el Madrid minimizaba al Barça. Ni la primera canasta de Mirotic en el partido, a falta de poco más de dos minutos y medio para su conclusión, dio algo de vida a los de Jasikevici­us. Dos tapones consecutiv­os de Tavares fueron dos puñaladas directas a su corazón. El Madrid es más grande en todos los sentidos, no hay ninguna explicació­n a semejante desastre de los catalanes.

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ENVIADO ESPECIAL A KAUNAS (LITUANIA)
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Tavares supera el intento de tapón del azulgrana James Nnaji // EFE

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