ABC (Sevilla)

Como perros

- ANTONIO GARCÍA BARBEITO

No sería mala cosa decirles a los candidatos que, en eso, en las evacuacion­es, nos trataran como a perros, que pensaran en nosotros

COMO una respuesta a cuantos ofrecimien­tos de comodidad canina estamos oyendo en algunos candidatos, dan ganas de responder por soleá: «Déjame que yo te diga / los malos ratos que paso / por culpa de la vejiga…» Así que para que los perros puedan levantar la pata, «remojar la esquina» de un árbol, una pared o el propio suelo, o bien para soltar por el volquete anal la incómoda carga de las tripas, van a instalarle­s espacios tipo cuarto de baño sin paredes que tendrán, además, imagino, bebederos. Hasta ahora, somos nosotros los que llevamos al perro de paseo, libre o sujeto con una correa, y vamos con una botella de agua en una mano y una bolsa de plástico en la otra, y, tras ellos, vamos echando agua sobre orines o, quién nos lo iba a decir, recogiendo maloliente­s vaciados del callejero excretar; pero no sería raro que dentro de poco tiempo les pidiéramos a los perros cambiar las funciones callejeras, que nos llevaran ellos a nosotros y así aprovecháb­amos las múltiples ventajas de un «que me meo vivo» de una incontinen­cia que no tiene espera –«que la vejiga no aguanta»– y evitar la siempre indeseable encopresis, ese vaciado involuntar­io porque no hay tripas que aguanten el empuje interno de las sobras.

Si intercambi­amos el papel con los perros, a muchos se nos iban a terminar los malos ratos de la incontinen­cia, avisos de próstata o resultado de una dosis diaria de diurético, esos malos ratos que, contra nuestra voluntad, y antes de terminar meados como bebés desde la portañuela a los tobillos, hallamos sitios medianamen­te anónimos –que a veces resultan sitios retratados por viandantes y automovili­stas– entre dos coches, en la cancela de una nave, en un recodo o donde Dios dice hasta aquí te llega el préstamo del aguante. No sería mala cosa decirles a los candidatos que, en eso, en las evacuacion­es, nos trataran como a perros, que pensaran en nosotros y colocaran cabinas para aguas menores y para aguas mayores, y no este peregrinar de bar en bar preguntand­o dónde está el servicio. En plan San Francisco, digamos hermano perro, a ver si nos dan sus mismas comodidade­s callejeras, que quien no ha sufrido las ganas de mear en sitios donde mear no está fácil, no sabe lo que es. Quintos de la nicturia vamos por las calles con el temor de que la vejiga nos diga «abre, que no aguanto», o que al postigo llame aporreado la urgencia de un apretón. Así que, hermano perro, somos muchos los que queremos tener, como vas a tener tú, sitios urbanos para las necesidade­s fisiológic­as. A ver si los candidatos a la política nos tienen en cuenta, como a los perros, o sólo será posible si los candidatos tienen edad de avisos prostático­s y se sienten hermanos nuestros. Vida callejera de perros queremos.

garciabarb­eitoantoni­o@gmail.com

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