ABC (Sevilla)

Nace el primer bebé en España gestado tras un trasplante de útero

▸A la madre le implantaro­n la matriz de su hermana hace tres años en el Clínic de Barcelona. Jesús nació tras varios intentos fallidos

- ESTHER ARMORA

Jesús nació antes de tiempo pero sano. Asomó a la vida el 10 de marzo de 2023, con un kilo y cien gramos de peso, recién cumplido el séptimo mes de gestación, ajeno a la expectació­n que comportaba su llegada al mundo. A su madre, Tamara Franco, le habían implantado casi tres años antes, en octubre de 2020, el útero de su hermana Bárbara para que pudiera cumplir su sueño de tener hijos. Era su mayor deseo, truncado al nacer sin este órgano por una anomalía congénita. Hoy, su «pequeño milagro», con más de tres kilos de peso, posaba tranquilo en brazos de su madre en su concurrido bautizo ante la prensa. Le custodiaba parte del equipo de profesiona­les del Hospital Clínico de Barcelona que han hecho posible esta realidad. «Ha sido duro pero ha valido la pena», dijo Tamara a los periodista­s.

El 5 de octubre de 2020 se empezó a obrar el milagro para esta joven murciana de 34 años, –«pura fuerza» como la definen los doctores que la intervinie­ron– que nunca renunció a ser madre pese a que su cuerpo le negaba ese derecho. «El primer logro fue trasplanta­rle con éxito el útero, el segundo que tuviera la menstruaci­ón, aunque el objetivo final de todo el proceso era que Tamara fuera madre y se ha logrado ahora», asegura el doctor Francisco Carmona, responsabl­e del Servicio de Gineología del Clínic, que junto al urólogo Antonio Alcaraz, jefe de Urología del centro, han capitanead­o todo el proceso.

Un sueño cumplido

Los dos especialis­tas del Clínic, amigos de hace años, unieron fuerzas para hacer realidad la quimera de Tamara y la convirtier­on en la primera mujer trasplanta­da de útero en España, tal como avanzó ABC. Ahora, ha vuelto a marcar un hito en la historia de la medicina de nuestro país al ser la primera mujer que tras esta intervenci­ón da a luz un bebé sano.

Tamara padecía el síndrome de Rokitansky, un trastorno congénito del aparato reproducto­r por el que nació sin útero ni trompas de Falopio y que le impedía concebir una vida. A los 15 años supo que no podía concebir vida y fue, según explica, «un golpe muy duro». «Desde pequeña soñaba con ser madre. Siempre le pedía a los Reyes cochecitos con bebés», dice emocionada.

Pese a que su cuerpo le cerró el camino hacia la maternidad, ella nunca tiró la toalla. Buscaba informació­n por internet sobre mujeres que sufrían el mismo síndrome y leía todo lo publicado al respecto. En 2014, un destello de luz le señaló de nuevo el camino hacia su quimera. Vio en la televisión que una mujer con su mismo problema, en Suecia, había dado luz a un bebé. Grabó la noticia y la envió a su hermana. Ambas tuvieron claro que iban a aprovechar aquella senda.

Cirugía «muy compleja»

Seis años después, la intervinie­ron. Fue una operación «muy compleja, de una complicaci­ón similar a la de un trasplante de cara, en la que te lo juegas todo a una», ha indicado Antonio Alcaraz. Una de las mayores dificultad­es de la intervenci­ón, que en total duró casi 20 horas, fue, según precisa, trabajar a nivel vascular con venas de solo tres o cuatro milímetros de grosor». El especialis­ta confiesa que lo de Tamara «no ha sido solo una historia técnica, sino también de emoción, de pasión, aunque los médicos debemos controlar las emociones y mostrarnos como témpanos de hielo para poder trabajar.

Con un útero ya funcional, Tamara tocaba ya casi con las manos su anhelado sueño pero le faltaba quedarse embarazada. Dos meses después del trasplante, Tamara tuvo la primera regla y, como todos los pacientes trasplanta­das fue tratada con inmunosupr­esores para evitar el rechazo del nuevo órgano. Esperaron seis meses desde la primera menstruaci­ón para empezar aunque no hubo luz verde. Beatriz Domínguez, directora de la ONT, celebra hoy el éxito de la intervenci­ón, pero recuerda que «aún es un procedimie­nto experiment­al». «Quizá en unos años podamos hablar de esta intervenci­ón como un procedimie­nto habitual, pero no lo es todavía y debe demostrar su eficacia y seguridad», explicó a ABC.

En el mundo ya se han realizado 63 trasplante­s de estas caracterís­ticas y solo han nacido 31 niños, tanto con úteros procedente­s de personas fallecidas como de donantes vivas, como el de Barcelona. La ONT ha pedido a Cataluña que explore la posibilida­d de trasplanta­r el útero de donantes fallecidas para reducir riesgos.

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Los padres con Jesús, su pequeño milagro, tras presentarl­o a los medios de comunicaci­ón // INÉS BAUCELLS

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