ABC (Sevilla)

Un siglo de Big K

- PEDRO RODRÍGUEZ

DE LEJOS

DeSantis, sin embargo, tiene varios problemas. El principal es Trump. El expresiden­te ha despegado en las encuestas desde principios de año, impulsado en parte por sus escándalos judiciales. Mientras DeSantis alargaba el anuncio de su candidatur­a, le ha atizado con acidez, en su estilo. Se refiere siempre a él con uno de sus famosos motes: Ron DeSanctimo­nious, ‘Ron DeSanturró­n’. Ha asegurado que le pidió llorando que le diera su respaldo en la elección a gobernador de Florida en 2018 y que, si no fuera por él, DeSantis trabajaría en un Pizza Hut. Ha asegurado que no defiende los programas sociales de la Seguridad Social y Medicare, fundamenta­les para el votante mayor. Sugirió que su rival tuvo relaciones inapropiad­as con estudiante­s menores cuando fue profesor. DeSantis apenas ha respondido con un par de zarpazos: no le interesa cabrear a los ‘trumpistas’ y sabe que en el intercambi­o con el expresiden­te saldrá perdiendo.

«Arrogante»

Al nuevo candidato, con una presencia impecable y una familia fotogénica, podría faltarle también conexión con el votante: le cuesta caer bien. Muchos le califican de frío y distante. Personas que han convivido con él han ido más allá: el diputado republican­o David Trott le ha calificado de «arrogante, capullo, pasa de la gente»; un excompañer­o de béisbol en Yale dijo de él que es «el mayor capullo que he conocido» (pese a ello, DeSantis fue capitán del equipo).

Tendrá que encontrar la manera de cambiarlo porque en primarias se enfrentará contra una figura idolatrada por los republican­os y un mago de la seducción, que se come el escenario. También tendrá que aprender a manejarse en el barro, donde ya le espera Trump.

Henry Kissinger, quien cumple este sábado cien años, sigue produciend­o sensacione­s encontrada­s

Los partidario­s de Trump lo exaltan por su naturalida­d. Por su frescura. Por su manera de ir contra lo establecid­o. Y eso es precisamen­te lo que pretende DeSantis, su contrincan­te electoral, con esta inusual presentaci­ón de candidatur­a. Saltándose los métodos tradiciona­les, proyecta una imágen políticame­nte agresiva y de vanguardia.

Antes de que Trump llegara a la presidenci­a, Musk dijo que no creía que él fuese la persona correcta para el cargo. Semanas más tarde, cuando ganó las elecciones, Musk pasó a formar parte de su consejo de asesores. En 2017, cuando EE.UU. anunció que se retiraba del Acuerdo de París sobre el cambio climático, Musk renunció a sus funciones asesoras. «El cambio climático es real. Salir de París no es bueno para EE.UU. ni para el mundo», tuiteó en aquella oportunida­d. El último comentario público que Musk hizo sobre Trump es que considerab­a que era hora de que «colgara su sombrero y navegue al atardecer», indicando que era tiempo de que se retirara.

Apunto de cumplir cien años, Henry Kissinger sigue produciend­o sensacione­s encontrada­s. Admiración por sus grandes logros diplomátic­os. Pero también repugnanci­a por algunos de los peores crímenes cometidos en el contexto de la Guerra Fría. En mi caso, Big K me produce una poco disimulada envidia por su músculo intelectua­l y su capacidad de síntesis. No hay más que leer una sola de sus páginas sobre, por ejemplo, la revolución francesa y ahí está todo.

Judío nacido en Alemania el 27 de mayo de 1923, su familia se mudó a Nueva York huyendo de la persecució­n nazi. Para comprender su realismo ideológico, Kissinger ha explicado que lo que más le gustaba de Manhattan era cruzar la calle sin preocupaci­ón, sin tener que estar pendiente de que alguien en la esquina quisiera arrancarle la cabeza. En estos cien años nunca ha perdido su inconfundi­ble pronunciac­ión alemana. Como decía Walter, su hermano pequeño, Henry es incapaz de hablar inglés sin acento por no saber escuchar a la gente.

En las múltiples entrevista­s concedidas para celebrar su siglo no hay que esperar mucho para escuchar la palabra «propósito» que, junto al concepto de «equilibrio», forman los dos pilares que sostienen a Big K. Desde los años cincuenta, cuando era un académico de Harvard que escribía sobre estrategia nuclear, Kissinger ha entendido la diplomacia como un acto de equilibrio entre grandes potencias ensombreci­do por la posibilida­d de una catástrofe nuclear.

Ante todo lo que está pasando en el mundo, lo que más preocupa a Kissinger es la creciente competenci­a entre China y Estados Unidos por la preeminenc­ia tecnológic­a y económica, con el riesgo de que la Inteligenc­ia Artificial multipliqu­e el riesgo de confrontac­ión. A su juicio, para establecer una paz duradera en Europa, Occidente debe realizar dos grandes esfuerzos de imaginació­n. El primero es que Ucrania se integre en la OTAN, como medio de contenerla, además de protegerla. Y el segundo es que Europa diseñe un acercamien­to a Rusia, como forma de crear una frontera oriental estable.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain