Murakami, un Princesa de Asturias para el eterno aspirante al Nobel
▸El escritor japonés ha sido distinguido por «su capacidad para conciliar la tradición japonesa y la occidental» ▸Traducido a más de cincuenta idiomas, es sin duda el gran soñador de la literatura contemporánea
« Yo quería ser algo diferente: quería ser un toro entre porcelana. Creo haberlo conseguido», dejó dicho en una de sus escasas y rarísimas entrevistas, porque quién quiere dar entrevistas pudiendo escribir novelas, el esquivo y genial Haruki Murakami (Kioto, 1949). Un superventas de culto, si es que tal cosa es posible, que quizá nunca gane el Nobel de Literatura y siga siendo carne de meme cada vez que se abren las puertas de la Academia Sueca, pero que acaba de subir al podio del premio Princesa de Asturias de las Letras. O, por expresarlo en términos más afines al escritor nipón, corredor compulsivo, de llegar a la meta.
Y, en efecto, lo ha hecho como un toro entre la porcelana: desbrozando el camino, distanciándose de las formas tradicionales de la literatura japonesa y abriendo puertas a lugares de los que nunca más se querrá salir. «Yo me gano la vida escribiendo cosas que la gente no necesita, lo que, pensándolo bien, no deja de ser un milagro», dijo hace años. Con Murakami, el más firme puente narrativo entre Oriente y Occidente y esponja cultural capaz de tratar por igual una novela de Stephen King, un elepé de los Beatles y una sinfonía clásica, el milagro empezó relativamente tarde: ‘Escucha la canción del viento’, su primera novela, no llegó hasta que cumplió los treinta años. Antes de eso, el joven Haruki era un melómano apasionado cuya vida cambió tras ver en directo a los Jazz Messengers de Art Blakey.
Hijo de un profesor de literatura japonesa, hizo buenas migas con los posmodernos, devoraba libros de Kurt Vonnegut, Richard Brautigan y Ross MacDonald y escuchaba música sin parar. Los Beatles, sí, pero también toneladas de jazz, los Beach Boys o los Delfonics. «Era hijo único, estaba solo en casa y tenía tres cosas que me ayudaban: los gatos, los libros y la música. Aún ahora la música me ayuda a escribir. Escribir es algo muy solitario, así que necesitas algo que te ayude a seguir haciéndolo, explicó el propio Murakami la primera vez que visitó Barcelona, en 2009.
«Puedo recordar el momento exacto en que pensé que podía escribir una novela –explica en su libro ‘De qué hablo cuando hablo de correr’–. Fue a la una y media del 1 de abril de 1978 (...). No es que tuviese la ambición de ser novelista. Sólo me vinieron ganas de escribir una novela, casi por curiosidad». Llegó así ‘Escucha la canción del viento’, primera piedra de una carrera literaria que intentó conciliar con sus aficiones noctámbulas hasta que quedó