El enigma de la conciencia
claro que las novelas requerían plena atención. «Sin hacer caso a la gente que me rodeaba, vendí el bar y, con una mica de pudor, colgué el cartel de NOVELISTA para intentar ganarme la vida escribiendo».
El gran soñador
Han pasado 42 años de aquello y mal no le ha ido: además de ganar premios como el Noma, el Tanizaki o el Yomiuri y de haber dado clases como profesor invitado en la Universidad de Princeton; además incluso de haber traducido a autores como John Irving, F. Scott Fitzgerald y Raymond Carver y de atreverse con el periodismo para firmar una investigación sobre los ataques con gas sarín en el metro de Tokio 1995, Haruki Murakami se ha coronado como el gran soñador de la literatura contemporánea.
Un novelista hecho de pedazos de Dickens, Kafka, novela pulp y cultura popular; de gatos parlantes, excursiones a ciegas por el subconsciente y detectives perdidos en novelas de ciencia ficción. «Si abrierais mi cerebro encontraríais cosas extrañísimas», advertía, enigmático, un autor que si algo sabe hacer es mantenerse fiel a sus obsesiones.
«Cuando escribo, me puedo olvidar del mundo real. Estoy dentro de la historia, rodeado por la historia. Uno puede conocer a personas muy interesantes mientras está escribiendo», dijo Murakami una de los dos únicas veces que ha visitado España. La primera, en 2009, vino para presentar ‘After Dark’. La segunda, en 2011, a recoger el premio Internacional Cataluña. La tercera será cuando viaje a Oviedo en octubre de 2023 para recoger un galardón que reconoce «la singularidad de su literatura, su alcance universal, su capacidad para conciliar la tradición japonesa y el legado de la cultura occidental en una narrativa ambiciosa e innovadora, que ha sabido expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo».
No llegará a tiempo la traducción de ‘The city and its uncertain walls’, novela que acaba de ver la luz en Japón y primer título que Murakami publica tras la laberíntica y ‘La muerte del comendador’, publicada originalmente en 2017.
ANDRÉS IBÁÑEZ
La obra literaria de Murakami comienza con dos encantadoras novelas, ‘Escucha la canción del viento’ y ‘Pinball’. Muchos de los elementos típicos ya están aquí presentes: la obsesión con los pozos, los paisajes casi místicos de la naturaleza profunda y oscura, los gatos y su lenguaje, las muchachas raras y enigmáticas, las fantasías sexuales, la amistad, la soledad, la cultura de los bares, el jazz, el mundo adolescente, el antihéroe de novela negra, con sus frases ingeniosas y su gesto helado, sin duda una herencia de las novelas de Raymond Chandler que tanto le gustaban de joven. Son estas sobre todo novelas de sensaciones físicas, cuya lectura nos hace sentir gratitud por el hecho de tener cuerpo. «La manta olía un poco a sol», escribe Murakami, una frase que solo podía ser suya, e inmediatamente descubrirnos que existe un olor así. Los olores, las sensaciones de la ropa, los ruidos de la ciudad, el sabor del café frío. Cuando uno lee a Murakami se ve forzado a recordar que es una criatura viviente. Por eso sus relatos, incluso en los momentos en los que ‘no pasa nada’ son tan agradables de leer, por eso devoramos cada página y cada párrafo: porque, por fantásticos que puedan ser sus argumentos, es el ritmo y el misterio de la vida real lo que transmiten. Sigue a continuación su primera obra maestra, ‘La caza del carnero salvaje’, donde aparece uno de sus temas obsesivos: la casa situada en un lugar alejado y oscuro, límite entre dos mundos. El protagonista tiene un encuentro con el ‘hombre carnero’, le pregunta cómo se debe vivir y este le responde: «baila, baila, baila». Pero ¿bailar cómo, de qué manera? «Con la música que suena», responde el misterioso hombre carnero. De modo que cuando nos asomamos al otro lado de la realidad, el lado de la noche y del misterio, el mensaje que recibimos parece ser que vivamos en el mundo, que participemos de la fiesta de la realidad.
El gran tema de Murakami es el enigma de la conciencia, un tema que había sido sistemáticamente olvidado y es hoy en día una de las principales preocupaciones de físicos, psicólogos, filósofos, neurocientíficos o cibernéticos. Murakami parece obsesionado con la idea de que todas las cosas que vivimos en este mundo tienen una contrapartida en otra dimensión que está más allá y con la que, en condiciones excepcionales, podemos ponernos en contacto, umbrales de entrada a otro lado de la realidad por los cuales criaturas malignas se cuelan en nuestro mundo y utilizan a los seres humanos como envolturas para sus juegos crueles. Para él el mal no depende ni de la psique ni de la sociedad, sino de algo no humano que está en una región que no conocemos por mucho que nos rodee y hechice. En realidad, Murakami no está enamorado de este lado oscuro y misterioso de la realidad sino todo lo contrario y sus novelas ‘mágicas’ terminan siendo siempre defensas de la cordura y de la racionalidad.
También Murakami intentó interesarse por la política y el ‘realismo’ en ‘Norwegian Wood’ (’Tokio blues’), que fue un gran éxito en Japón y recoge las preocupaciones y ritos de paso de la generación que vivió los disturbios universitarios del 68. Sería absurdo suponer que porque sus obras son ‘fantásticas’ no reflejan los problemas de nuestra época, como bien demuestran su preocupación por las sectas (centro del ensayo ‘Underground’, basado en los ataques con gas sarín del metro de Tokio, y de su novela ‘1Q84’) o el tema de un mundo dominado por guerras de información en el que diversas organizaciones luchan por lograr el control de ‘El fin del mundo y un país de las maravillas del hampa’. Esa novela, de 1985, parece hoy más pertinente que nunca.
Murakami compone sus novelas sin planear la historia, ‘improvisando’ y dejándose llevar por su material como hacen los músicos de jazz que tanto admira. Sus novelas y cuentos están llenos de música y son, por encima de todo, construcciones musicales, verdaderamente la obra de un poeta. Un poeta era el joven autor que escribió ‘Escucha la canción del viento’ y un poeta es el autor de ‘Primera persona del singular’, uno de sus últimos libros. Un poeta enamorado de la cultura pop, que a veces tiene el ritmo de un manga y los colores de un anime, un poeta de nuestro tiempo. Uno de los más grandes escritores vivos.
ANÁLISIS