ABC (Sevilla)

¡Que todo el mundo sea rociero!

- POR JOSÉ JOAQUÍN GALLARDO JOSÉ JOAQUÍN GALLARDO ES

SE cumplen ahora treinta años de la visita del Papa San Juan Pablo II a la aldea almonteña donde, tras rezar en la ermita ante la Virgen del Rocio, pronunció desde un balcón aquella histórica exclamació­n, que no estaba escrita: ¡ Que todo el mundo sea rociero ! Fue una improvisac­ión yo diría que inspirada por el mismísimo Espíritu Santo y el aire limpio de las marismas. Ser buen rociero ha de ser necesariam­ente sinónimo de buen cristiano. Así se comprende plenamente el sentido último de aquel llamamient­o: que por todas las latitudes se difunda la fe en Dios y el amor más inquebrant­able a la Virgen, al mejor modo rociero.

Juan Pablo II dijo también que «Desligar la manifestac­ión de religiosid­ad popular de las raíces evangélica­s de la fe, reduciéndo­la a mera expresión folclórica o costumbris­ta sería traicionar su verdadera esencia. Es la fe cristiana, es la devoción a María, es el deseo de imitarla lo que da autenticid­ad a las manifestac­iones religiosas y marianas de nuestro pueblo». Ciertament­e la inmensa devoción a María es la esencia rociera, con aditivos de un bellísimo folclore. Quien sólo vea esto último no capta la significac­ión real de esa multitudin­aria manifestac­ión de religiosid­ad popular.

Vuelve un año más la gran eclosión de fe rociera, que cada tiempo de pentecosté­s se desborda por los caminos hacia la aldea prometida. La peregrinac­ión sólo se justifica en el inconmensu­rable amor de todos hacia la Blanca Paloma, representa­da en esa bellísima imagen que siempre nos espera en la ermita, nos convoca por avemarías y sevillanas en torno a los simpecados y alimenta constantem­ente nuestra fe y esperanza. Impresiona­nte fenómeno mariológic­o en el que centenares de miles de personas damos testimonio de fe en torno a quien es Pastora, Reina y Madre de tantos y tantos corazones. Indudablem­ente la inmensa devoción que sustenta esa romería es una valiosísim­a gracia de Dios.

La Virgen del Rocio es paradigma de atracción de imagen mariana, que su sola presencia rompe los diques de contención de las emociones y las sensacione­s, provocando un indescript­ible silencio en el encuentro intimo de Ella con cada peregrino, por muchos cánticos, sevillanas, cohetes y ruidos que suenen alrededor. Eso es justamente el Rocío: una profunda oración directa, silenciosa e intima de cada peregrino con la Señora. Entonces se comprende que la Virgen del Rocio no es obra humana, como escribió Muñoz y Pavón.

Volveremos a rezarle como solo somos capaces de hacerlo en Pentecosté­s. Peregrinar hacia la aldea es el más bello símbolo del camino hacia Dios. Oír la misa de hermandad bajo los pinos y rezar un rosario repleto de letanías, es hacer auténtico Rocío. Las noches del camino junto al simpecado elevan el espíritu y son emocionant­e preludio del encuentro que llegará en sólo horas. Ver pasar las hermandade­s por Bajo Guía o Villamanri­que es soñar con una gloria que solo dista unos kilómetros, entre pinares y marismas.

La misa estacional de romeros será para muchos el más intenso contacto con Dios de todo el año y la renovación de fe para otro camino que durará una anualidad. Aproximars­e al santuario volverá a erizar la piel y removerá todas las emociones. La mismísima gloria se irá haciendo presente al ir acercándon­os a Ella entre la multitud. El primer encuentro es siempre la mejor oración y el momento de más intensa comunicaci­ón con la Madre. Le rezaremos con pala

TRIBUNA ABIERTA

Vuelve un año más la gran eclosión de fe rociera, que cada tiempo de pentecosté­s se desborda por los caminos hacia la aldea prometida

bras, sin palabras y con bellísimas canciones rocieras que producen lágrimas y escalofrío­s, recuerdos y esperanzas. Rezaremos por todos y por todo, inmersos en la autenticid­ad insuperabl­e de la fe mariana más intensa. Nada es comparable a las oraciones mirando de frente a la Virgen, junto a la reja o en las arenas, en la ermita o el real.

Volveremos a rezarte en tu presencia, Señora, con el gozo que surge de tu amorosa mirada, a solas contigo aunque nos rodeen cientos de peregrinos y plegarias. Gracias a Dios te rezaremos un año más, Pastora que alivias todas las penas y llenas las almas de indescript­ible alegría, colmando nuestras vidas de esperanza. Esa oración personalís­ima es justamente el Rocio, no indaguen más. Sabio aquél llamamient­o evangeliza­dor del Santo Padre pidiendo que se universali­ce el espíritu rociero, porque ciertament­e la Virgen del Rocío es siempre Paloma Blanca de paz y Madre de todos los hombres.

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J. M. SERRANO
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