Nueva York pide suspender el derecho de los sin techo a recibir alojamiento
▸ «No tenemos espacio ilimitado», dice a ABC el comisionado de Inmigración
tre crecidas de ríos y muertos en los senderos. Como el resto de solicitantes de asilo, no saben cuánto tiempo podrán estar ahí alojados. Él, de momento, ha encontrado trabajo en una hamburguesería del East Village. «Es cuestión de paciencia», dice sobre la capacidad de encontrar ingresos.
El sueño (roto) americano
La mayoría de los inmigrantes con los que habló este periódico –en especial, los que tienen más cercano el recuerdo de su travesía– están encantados con el trato recibido en Nueva York. Quienes han conseguido cuarto llevan una credencial con un código QR. La ciudad les da alojamiento y tres comidas al día, además de asesoramiento legal.
Pero también hay arrepentidos. Es el caso de Verónica, de Perú. Junto su marido –dice que es represaliado político– vendieron sus negocios y cruzaron la frontera. «No pensábamos que iba a ser tan horrible», asegura sobre ese momento. Llevan un mes en Estados Unidos y están desesperados. «No encontramos trabajo, no te abren las puertas. Este país no es como uno imagina».
El alcalde de Nueva York, Eric Adams, no ha dejado de llamar la atención en las últimas semanas sobre la crisis que sufren los servicios sociales de la ciudad ante la llegada masiva de inmigrantes que solicitan asilo en EE.UU.
La capacidad de alojamiento está desbordada –han ocupado ya 150 hoteles en toda la ciudad y se han planteado levantar campamentos en parques, zonas deportivas, campus universitarios o colegios públicos– y la utilización del Roosevelt Hotel es una muestra de ello.
Pero este establecimiento amplio es solo una tirita temporal en el problema y Adams ha ido esta semana más allá: ha pedido a los tribunales acabar con el mandato que impone a la ciudad dar cobijo a toda persona
La avalancha de refugiados genera un gran estrés en la ciudad. «Es una tormenta perfecta: más necesidades y menos recursos»
sin hogar. Es una obligación impuesta desde 1981 y que no rige en la mayoría de ciudades del país.
«Es para el interés de todo el mundo, incluidos los que vienen a EE.UU. ser claros sobre la realidad de que Nueva York no puede de manera individual proporcionar atención a todo aquel que cruce la frontera», dijo en un comunicado. «Queremos apoyar a toda la gente que lo necesite, pero logísticamente no tenemos un espacio ilimitado», explica en una entrevista con este periódico Manuel Castro, comisionado para Inmigración de la ciudad de Nueva York. «Necesitamos el apoyo del Gobierno federal para que lo podamos resolver».
Ese apoyo significa recursos económicos –la ciudad se ha gastado ya 1.000 millones de dólares en atender a los inmigrantes y calcula que este año el gasto será de 4.300 millones– y cooperación de los estados fronterizos para que no manden más inmigrantes hasta aquí. Castro reconoce que los recursos de servicios sociales de la Gran Manzana «están al límite desde hace ya meses» y una de las soluciones es empezar a enviar a inmigrantes para quienes ya no se encuentra lugar a localidades fuera de la ciudad de Nueva York, en Long Island o en el norte del estado.
«Es algo inhumano»
Las organizaciones de apoyo a los inmigrantes ven con dudas esa medida –creen que tendrán más capacidad de encontrar empleo y recursos en la ciudad– y han criticado con fuerza el intento de suspender –de manera temporal, promete Adams– el mandato legal de dar cobijo a todo el que lo necesite.
«Es algo inhumano», asegura a este periódico Josiah Haken, director ejecutivo de City Relief, una organización que da apoyo a las personas sin hogar y que en los últimos meses ha tenido que atender muchas necesidades de las familias de inmigrantes recién llegadas.
«La capacidad de atender a las personas sin hogar ya estaba bajo estrés antes, ahora mucho más», dice. «Es una tormenta perfecta: hay mayores necesidades y menos recursos».
Reconoce que hay cierta tensión por la posibilidad de que muchos recursos que antes iban a neoyorquinos con necesidades ahora se destinan a inmigrantes que piden asilo. «Pero no se puede utilizar a los inmigrantes como excusa de la falta de recursos», dice Haken, cuya organización distribuye comida, productos higiénicos, pañales, asesoramiento legal y laboral desde ocho centros repartidos por la ciudad.
«Hay que hacer frente a esta demanda», defiende. «Aquí siempre ha habido grandes oleadas de inmigrantes. De irlandeses, de italianos. Ahora de venezolanos. Es lo que hace especial a la ciudad».