ABC (Sevilla)

Amor y odio en tiempos de figuras

▸Insufrible el ambiente en el tendido con la presencia del mandón del toreo, Roca Rey, en una desigual corrida en la que Emilio de Justo pinchó al bravo Cigarro

- FERIA DE SAN ISIDRO ROSARIO PÉREZ

MONUMENTAL DE LAS VENTAS.

Jueves, 25 de mayo. Decimocuar­ta corrida. ‘No hay billetes’. Toros de Valdefresn­o (1º), Puerto de San Lorenzo (2º y 5º), La Ventana (3º, 4º y 6º), Vellosino (2º bis), desiguales de presencia, muy justos algunos, y juego; destacaron 1º y 5º.

JOSÉ MARÍA MANZANARES, EMILIO DE JUSTO, ROCA REY,

Ade

berenjena y oro. Estocada (saludos). En el cuarto, metisaca y estocada tendida (silencio).

de grana y oro. Pinchazo y estocada caída (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada desprendid­a. Aviso (petición minoritari­a y saludos).

de pizarra y oro. Pinchazo y estocada caída con derrame. Aviso (ovación). En el sexto, estocada (silencio). mor y odio en los tendidos, más llenos que nunca en la corrida de la expectació­n absoluta, la primera en acabar el papel en la taquilla de San Isidro. Volvía el número 1 después de su desangelad­o balance con La Quinta. Llegaba con la mirada afilada, la misma mirada que alguno bajó en esas apretadísi­mas chicuelina­s al observar que su valor se quedaba rácano al lado del peruano, que no debería venir con toros tan impropios –qué mal enlotaron, por hierro y hechuras–. Porque mandar nos significa matar el toro más chico, es marcar diferencia­s de otro tipo, y no permitir un sobrero como ese zambombo del Vellosino.

Lo cierto es que a nadie han medido en esta feria como a Roca Rey. Madrid no quiere toreros con cara de ricos ni toreros que cuenten billetes; Madrid siempre fue más condescend­iente con los tiesos. Madrid no quiere tampoco a las figuras que mandan. Y al mandón se lo hicieron pagar en un ambiente insufrible. Inaguantab­les las voces imprecator­ias, los gritos ensordeced­ores que atravesaba­n cualquier barrera atmosféric­a durante las faenas. A la muerte del toro, que cada cual llore, grite o patalee lo que quiera, pero frente al toro, un respeto. Con el modesto o con el maestro, con el que empieza o con el que acaba. Y ya no sólo por el que se juega la vida, también por el que desembolsa la pasta. Tal fue el hartazgo ayer que sol y sombra se enzarzaron en una dialéctica gritona para ver si alguien osaba callarse de una vez. El efecto era el contrario: a puro huevo el griterío, mezclado con ese trasiego de los vendedores de bebida para ver quién se atreve con el copazo más cargado. No sorprende que mucho aficionado cabal rehúya de estos carteles ebrios de jueves y viernes, de más «vivas» que «oles». Que también los hubo. Aunque antes silbarían los «miau, miau».

El gesto del serrucho hacían desde el 7 cuando apareció el tercero, que acudía con ímpetu a las telas pero sin estilo. Roca, a lo suyo, se atornilló en la primera raya con cuatro pases por alto y un molinete al compás del estribillo gatuno. Hasta sacárselo del tercio y ofrecer un recital de poderío. Abierto el compás, en la media distancia, condujo y alargó el viaje. «¡Aplaudid!», gritaba la sombra al sol. Un gallinero era entonces la plaza. Pero Andrés, centrado en Lanero, rotó como un compás, firme y aplomado. La secuencia de pases ligados provocaba los plácemes, aunque no faltaba la intransige­ncia. Esos que siempre dieron caña a los que gobernaban.

Y si no, que alguien mande un telegrama celestial a Joselito, Rey de los toreros. Más áspero era por el zurdo el de La Ventana, aunque cuando regresó a la derecha, totalmente podido ya el toro, hizo amagos de desentende­rse. Enrabietad­o, el Jaguar del Perú lo desafío con esa soberbia que nunca debe perder un torero en la arena. Milagrosam­ente, se hizo un silencio de expectació­n cuando se plantó por bernadinas, con la tela ondeando por el viento. Se presentía un posible premio, pero sonó un aviso, pinchó y ni siquiera saludó.

Tampoco pudo ser en el sexto, un zapatito de La Ventana. ¿De verdad no había toros con mayor seriedad? «¡Novillero, novillero!», coreaban con guasa al ver a la máxima figura con un animal tan bajito dentro de una corrida muy desigual (pero con toros con opciones) en la que se debió cuidar más la presentaci­ón. Y el primero que debería exigirlo es Roca. Se gustó Chacón en banderilla­s a este Campito, muy ‘ito’. Pero con guasita dentro de su justa fuerza –tónica del sexteto–, que más de una vez se le venció a Roca. Aguantó el limeño, pero aunque se hubiese dejado matar lo seguirían increpando los Sherlock Homes.

A Emilio de Justo tampoco le perdonaron algunos su reciente Puerta Grande y le recriminar­on lo que tantas veces se le ha cantado: la colocación. Para el extremeño fue el mejor toro, el bravo Cigarro, de famosa reata. Hondas nacieron las genuflexas verónicas, con una abelmontad­a media. Enorme la clase del ejemplar del Puerto, que se entretuvo en hacer un siete en el burladero. Brindó a Luis de la Fuente el de Torrejonci­llo y en el 6 recogió a Cigarro por bajo. Cómo colocaba la cara en cada calada y qué sentimient­o puso el matador, poderoso unas veces, abandonado otras y con el aura mágica de los pases de pecho a la hombrera contraria. No fue faena maciza, pero sí con sobresalie­ntes muletazos en los que dejaba la tela muerta y la arrastraba por la arena. De mejor pitón derecho, se encajaría más en una ronda zurda pese al molesto viento. Cuando regresó a la mano de la cuchara se hundió en una serie inmensa. El premio estaba cantado, pero pinchó y la petición no cuajó lo necesario. ¿Dónde quedaron las vueltas al ruedo? De ley hubiera sido. Como merecida una ovación al estupendo Cigarro. La gallina de la mansedumbr­e cacareó antes el del Vellosino, un sobrero que sustituyó al blando segundo.

También pidieron la devolución para el primero por su justa fortaleza, pero Frasquito resultó extraordin­ario y exigía un temple que no siempre llegó en las telas de Manzanares. Con el freno echado salió el cuarto. Los más echados para delante andaban ayer en el tendido a voces. Como si gritar más diera un plus al carnet de buen aficionado.

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Andrés Roca Rey se aprieta en un quite por chicuelina­s al sobrero del Vellosino // Á. DE ANTONIO
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Natural de Emilio de Justo a Cigarro, de Puerto de San Lorenzo // ÁNGEL DE ANTONIO

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