Qué es ganar y qué es perder el 28M
nes de españoles no habían decidido su voto en la primera previa a la campaña por lo que pueden ser determinantes para que la victoria se incline hacia uno u otro bloque. Y en los territorios donde el resultado sea más ajustado y exista un mayor número de residentes fuera de nuestras fronteras, puede entrar en juego el tercer elemento no contemplado en las encuestas: el voto exterior o voto CERA.
Por primera vez desde 2010, los españoles que viven en otros países podrán votar sin trabas al haberse derogado el voto rogado el pasado otoño. A ello se une el fuerte crecimiento que ha experimentado este colectivo en los últimos trece años, hasta situarse hoy en 1,05 millones con derecho a voto en estas elecciones autonómicas –2,3 millones si hoy se celebraran elecciones generales–. Estos tres ingredientes hacen pensar que este domingo puede haber sorpresas sobre lo anticipado por las encuestas.
Los resultados de unos comicios autonómicos y locales no son extrapolables a las generales, pero desde el primer momento el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, planteó la cita como una primera vuelta electoral y el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, terminó aceptando el órdago asumiendo que se dirime un plebiscito sobre el sanchismo. Por ello, lo que suceda en las plazas en juego este 28M servirá de termómetro para las generales de final de año y marcará, además, la estrategia de las formaciones políticas hasta entonces.
Hay dos formas de saber quién ha ganado las elecciones. La primera es leer ABC y la segunda poner la tele en silencio hoy por la noche y observar el rostro del líder de cada partido. Los discursos se pueden edulcorar –por eso no suele haber preguntas de la prensa–, pero la cara es el espejo del alma. El 28M son muchas elecciones (12 comunidades y 8.000 ayuntamientos), por lo que es muy fácil que los partidos siempre dispongan de un clavo ardiendo al que agarrarse. Pero lo cierto es que estas elecciones van de una cosa: cuántos gobiernos autonómicos es capaz de arrebatarle el PP al PSOE, o, dicho de otro modo, Alberto Núñez
Feijóo a Pedro Sánchez. Porque, sí, estas elecciones no son generales pero sí una primera vuelta, un examen a Pedro Sánchez. Esto, ya de primeras, es un triunfo de
Feijóo, que lleva intentando convertir el 28M en un plebiscito desde que Abascal le pidió que liderase la moción de censura de Tamames. Lo curioso es que en estos quince días de campaña el más interesado en convertir a Sánchez en el centro de la campaña ha sido... Pedro Sánchez: viajando a Estados Unidos el primer día de mítines, utilizando los actos del PSOE para anunciar prebendas del Gobierno, convocando un Consejo de Ministros extraordinario en la víspera, etc, etc. El protagonismo del presidente sólo es comparable al enfado de los barones socialistas, que en petit comité reconocen que la marca Sánchez les perjudica. Todos menos uno, del que luego hablaremos.
¿Qué es ganar y qué es perder el 28M? Hay un primer dato, frío: número de votos en las municipales. En 2019 el PSOE le sacó al PP 1,6 millones de sufragios, una auténtica barbaridad. Todo apunta a que los populares recuperarán la primera posición porque se van a comer la mayoría de los 1,8 millones de Ciudadanos y el PSOE va a bajar, pero cuidado: en este registro el PP necesita una victoria contundente, no vale con un triunfo por la mínima si quiere enviar un mensaje en clave de comicios generales.
El segundo baremo pasa por el
ANÁLISIS
poder territorial, que se mide tanto en comunidades como en diputaciones. El punto de partida es muy favorable al PP, porque de las 12 regiones hay diez del PSOE, que es quien se la juega de verdad, quien tiene mucho que defender. Por eso, si el PP arrebata dos o tres será bueno para ellos, pero será una nueva victoria por la mínima. El auténtico triunfo del PP está en arrebatar hasta cinco, que sumadas a Andalucía y Castilla y León (que no concurren el domingo) y Madrid y Murcia (que se dan por afianzadas) supone que el mapa autonómico sea otra vez más azul que rojo. Y claro, en términos de lectura política, y con todos los respetos, no todas las comunidades son iguales. Y en lectura nacional el tamaño sí importa: con Andalucía y Madrid votando mayoritariamente al PP y Cataluña al PSOE, quien se lleve la Comunidad Valenciana ganará enteros de cara a las generales.
Más allá de retener el poder autonómico, en el PSOE hay dos plazas muy simbólicas que se observarán con especial interés: si el PSC consigue ser primera fuerza en Barcelona, Pedro Sánchez tendrá un argumento para decir que su política hacia Cataluña ha sido avalada. Por eso Sánchez cerró la campaña en Barcelona, porque su política nacional en estos cinco años sólo puede entenderse desde el PSC, con Iceta como gurú y Salvador Illa como ganador de las elecciones autonómicas catalanas de 2021.
Y Sevilla. Si la capital andaluza cae en manos del PP, Pedro Sánchez tendrá un problema grave. Significará que la mayoría absoluta de Juanma Moreno sigue creciendo y un mensaje demoledor: que el PSOE aún no ha tocado fondo. La andaluza sigue siendo la federación socialista más relevante y el ‘ susanismo’ ya está calentando motores.
La combinación de todas estas lecturas nos permitirán dilucidar qué es ganar y qué es perder el 28M. Aunque los partidos intentarán vendernos la burra, la realidad no engaña. Observen sin volumen los rostro de los líderes políticos y lean el especial elecciones que ABC.es pondrá en marcha durante la jornada electoral y en especial a partir del cierre de los colegios. Seguro que podremos poner nota a cinco años de sanchismo. Él lo ha querido así.