ABC (Sevilla)

La derrota de Pigmalión

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El Sevilla tuvo la posibilida­d de ganar durante mucho tiempo, pero otra vez la mala cabeza de Acuña, a pesar de su brillantez, dio al traste con las pretension­es de los de Nervión

La lluvia en Sevilla es una pura maravilla. Y en el Sánchez-Pizjuán, una hora y media antes del encuentro contra el Madrid, llovió casi con coraje. A la hora del partido, el chaparrón remitió, pero dejó en el césped una alfombra de agua que convirtió el balón en un objeto loco e imprevisib­le.

La frase de la lluvia en Sevilla la pronunciab­a Audrey Hepburn en My Fair Lady. Pero, como es sabido, fue cosa únicamente del doblaje. En el original, nunca existió tal frase. My Fair Lady es una revisión del mito clásico de Pigmalión, recogido por Ovidio en Las metamorfos­is. Frustrado por no encontrar la mujer perfecta, Pigmalión se centró en crear bonitas esculturas. Hasta que cayó completame­nte enamorado de Galatea, una de sus creaciones. Fue tan insoportab­le el enamoramie­nto que Afrodita, siempre atenta a las cuestiones del querer, la dotó de vida humana y permitió que triunfara el amor carnal.

En este Sevilla F.C., Mendilibar es el Pigmalión que ha esculpido, a contrarrel­oj y contra todo pronóstico, un equipo solvente y que planta cara a los grandes. En el partido de anoche, tras la lluvia de maravilla en Sevilla, el vasco tenía el reto de que la escultura de su juego ante el siempre complicado Madrid se transforma­ra en realidad, esto es, en victoria.

Y el ejercicio no comenzó nada mal. A los dos minutos y medio, Rafa Mir logró un gol por toda la escuadra que ponía las cosas de cara para los sevillista­s. Durante el primer tiempo, los de Nervión tuvieron bastantes ocasiones, diría que incluso más que el Madrid, si bien las contras del equipo de Ancelotti tenían bastante pólvora. En el minuto 14, Ceballos realizó un pase a Rodrygo que era medio gol; Rodrygo se encargó de fallar el otro medio. Pero con el brasileño nos iba a doler la cabeza. En el 28 hizo de falta el primer gol para el Madrid que Bono ni siquiera olió.

Un partido, como cualquier narración, está compuesto de texto, contexto y subtexto. En el de ayer en el Sánchez-Pizjuán, había mucho subtexto. Con Ceballos, concretame­nte, el subtexto era bastante explícito. En Nervión hay pocos jugadores del Madrid que caigan tan mal como Ceballos, bético confeso. Eso se nota en la

Podríamos discutir si la entrada de Acuña a Ceballos merecía roja o amarilla. Pero es imperdonab­le el desquiciam­iento en el comportami­ento del argentino, impropio de un jugador de su calidad. Mendilibar tiene trabajo por delante. grada y también entre los jugadores. Ceballos fue el blanco de varias jugadas peligrosas que acabaron en tarjeta amarilla ( Jordán) y en expulsión (Acuña). Ceballos era, en cierto modo, el enemigo a batir. Representa el éxito incontesta­ble de un jugador que se crio en la cantera sevillista y emigró a las filas del eterno rival; por pura asociación metonímica, es el éxito del eterno rival.

El subtexto también iba, y mucho, con los nuestros. Aunque algunos subtextos son impenetrab­les. Es complicado comprender el subtexto del comportami­ento de un jugador como Acuña. Autoexclui­do por su torpeza de la final ante la Roma del próximo miércoles, el argentino es capaz de lo peor y de lo mejor. En el minuto 49, el lateral realizó un jugadón por la banda izquierda que dejó a tres cadáveres madridista­s en el camino, para poner un balón a Rafa Mir que estuvo cerca de convertirs­e en el segundo gol del murciano. Su juego solo cabe ser tildado de brillante. Sin embargo, a partir de un determinad­o momento, algo empieza a cortocircu­itar en su cabeza. En este caso, el pique con Ceballos, después de varios choques, acabó de la peor forma posible: con una entrada feísima que le valió la roja directa. Podríamos discutir si esa entrada merecía roja o amarilla. Pero es imperdonab­le el desquiciam­iento en su comportami­ento hacia los jugadores rivales y los árbitros. Desde que le sacaron la tarjeta hasta que salió del terreno de juego transcurri­eron cinco minutos.

Mendilibar tiene trabajo por hacer con Acuña. Porque la altura de su juego no se correspond­e con la calentura de tu temperamen­to, que nos obliga a prescindir de su juego brillante debido a su mala cabeza. Cuando llegó la roja, el Madrid ya ganaba gracias a un segundo gol (golazo) de Rodrygo. Sin embargo, el Sevilla aguantó hasta el final, con alguna ocasión incluso de conseguir el empate. Definitiva­mente, la Conference se aleja. Desde ahora, solo hay que pensar, sí o sí, en la final del miércoles en Budapest.

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Soto Grado muestra la roja a Acuña en el lance que encendió el final // MANUEL GÓMEZ

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