Mutaciones
ASevilla le basta con una gota de luz y un gramo de buena temperatura para empezar a amasar la primavera. Y con ella, el riel de fiestas que elevan el espíritu y sosiegan el alma de sus habitantes. El organismo del homo hispalensis se ha regido durante siglos por los tiempos del espíritu: celebra al inicio del invierno el nacimiento del Niño Dios y se prepara después durante la Cuaresma para celebrar su Pasión, Muerte y Resurrección, con apogeo en la Feria -invento decimonónico- y el Corpus en plena explosión de la primavera. Son tiempos marcados por la tradición que el sevillano lleva grabado en los genes, al igual que el color del pelo o de los ojos, y que conforman su hábitat, existencia y modo de proceder.
No obstante, y como vivimos en un mundo en plena y constante evolución, científicos’ y ‘expertos’ de las cofradías están detectando ciertas alteraciones en este código que permaneció casi inmutable durante siglos. Y al igual que los naranjos se vuelven locos con el cambio climático y echan azahar a destiempo, los cromosomas morados y verdes de las células del homo hispalensis han empezado a metamorfosearse, inmersos en una suerte de locura existencial en la que las procesiones extraordinarias, los traslados masivos, los rosarios y los mil y un eventos ideados por las juntas de gobierno marcan ahora la rutina ordinaria de la ciudad.
Una demostración clara de estas variaciones físicas en el homo hispalensis es, por ejemplo, el cambio en sus pabellones auditivos, capaces de captar el sonido de tambores y cornetas a kilómetros de distancia y localizar en el callejero de la ciudad el traslado de cada fin de semana, la última interpretación de la banda de moda o el concierto de música procesional en tal o cual teatro o templo. Otra manifestación de estas transformaciones genéticas sería el desarrollo progresivo de la musculatura del tren inferior, capaz de transportar en cuestión de minutos a la masa humana de un vía crucis en Triana a la exaltación cofrade de la asociación de vecinos de San Jerónimo.
Definitivamente, la Cuaresma y la Semana Santa de Sevilla serían hoy día un campo inagotable de experimentación y conocimiento para naturalistas como Darwin, autor de ‘El origen de las especies’, quien demostró la capacidad de adaptación del hombre a su entorno y que sólo el más fuerte es el que sobrevive. ¿Qué ocurrirá aquí? El tiempo dirá si la novelería fagocita al humano o este es capaz de sobrevivir al ritmo implacable de los tiempos, anteponiendo el espíritu de las esencias a su inagotable capacidad de exagerarlo todo hasta el infinito. Y el Señor, entre tanto, solo en el Sagrario.