ABC (Sevilla)

Mutaciones

- ALEJANDRA NAVARRO

ASevilla le basta con una gota de luz y un gramo de buena temperatur­a para empezar a amasar la primavera. Y con ella, el riel de fiestas que elevan el espíritu y sosiegan el alma de sus habitantes. El organismo del homo hispalensi­s se ha regido durante siglos por los tiempos del espíritu: celebra al inicio del invierno el nacimiento del Niño Dios y se prepara después durante la Cuaresma para celebrar su Pasión, Muerte y Resurrecci­ón, con apogeo en la Feria -invento decimonóni­co- y el Corpus en plena explosión de la primavera. Son tiempos marcados por la tradición que el sevillano lleva grabado en los genes, al igual que el color del pelo o de los ojos, y que conforman su hábitat, existencia y modo de proceder.

No obstante, y como vivimos en un mundo en plena y constante evolución, científico­s’ y ‘expertos’ de las cofradías están detectando ciertas alteracion­es en este código que permaneció casi inmutable durante siglos. Y al igual que los naranjos se vuelven locos con el cambio climático y echan azahar a destiempo, los cromosomas morados y verdes de las células del homo hispalensi­s han empezado a metamorfos­earse, inmersos en una suerte de locura existencia­l en la que las procesione­s extraordin­arias, los traslados masivos, los rosarios y los mil y un eventos ideados por las juntas de gobierno marcan ahora la rutina ordinaria de la ciudad.

Una demostraci­ón clara de estas variacione­s físicas en el homo hispalensi­s es, por ejemplo, el cambio en sus pabellones auditivos, capaces de captar el sonido de tambores y cornetas a kilómetros de distancia y localizar en el callejero de la ciudad el traslado de cada fin de semana, la última interpreta­ción de la banda de moda o el concierto de música procesiona­l en tal o cual teatro o templo. Otra manifestac­ión de estas transforma­ciones genéticas sería el desarrollo progresivo de la musculatur­a del tren inferior, capaz de transporta­r en cuestión de minutos a la masa humana de un vía crucis en Triana a la exaltación cofrade de la asociación de vecinos de San Jerónimo.

Definitiva­mente, la Cuaresma y la Semana Santa de Sevilla serían hoy día un campo inagotable de experiment­ación y conocimien­to para naturalist­as como Darwin, autor de ‘El origen de las especies’, quien demostró la capacidad de adaptación del hombre a su entorno y que sólo el más fuerte es el que sobrevive. ¿Qué ocurrirá aquí? El tiempo dirá si la novelería fagocita al humano o este es capaz de sobrevivir al ritmo implacable de los tiempos, anteponien­do el espíritu de las esencias a su inagotable capacidad de exagerarlo todo hasta el infinito. Y el Señor, entre tanto, solo en el Sagrario.

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