EE.UU. castiga a Rusia con sanciones masivas tras la muerte de Navalni
▸Afecta a más de 500 personas y entidades involucradas en la guerra de Ucrania. Hasta el momento, estas medidas no han hecho mella en Putin
EE.UU. anunció ayer una ronda de sanciones muy amplia contra Rusia, que afecta a más de quinientas personas y entidades en aquel país y en todo el mundo, en un nuevo intento de castigar al régimen de Vladímir Putin y a los sectores industriales y financieros que tienen un papel en la guerra de Ucrania.
Es una decisión que el Gobierno de Joe Biden había telegrafiado esta semana y que se anuncia en el marco del segundo aniversario de la agresión rusa contra Ucrania y también como respuesta a la muerte de Alexéi Navalni. La gran figura de la oposición rusa a Putin murió la semana pasada en una prisión de Rusia y Biden ha responsabilizado al presidente ruso de su fallecimiento. Biden prometió consecuencias «devastadoras» para Putin si Navalni moría en una prisión y ha repetido que las sanciones harán que Rusia sufra de forma brutal si mantiene su invasión en Ucrania. Las medidas punitivas, pese a su amplitud, no parece que vayan a tener esos resultados, a juzgar por lo ocurrido hasta ahora.
«Si Putin no paga el precio de esta muerte y destrucción, no parará», dijo Biden en un comunicado sobre los efectos de la guerra en Ucrania, un conflicto cruento para el que, tras dos años de batalla con cientos de miles de muertos, no hay solución a la vista. «Y los costes para Estados Unidos, así como para nuestros aliados de la OTAN y socios en Europa y todo el mundo, crecerán», añadió el mandatario.
EE.UU. y sus aliados han castigado a Rusia con sanciones de forma repetida desde el comienzo de la guerra. Esta misma semana, la Unión Europea anunció su decimotercera ronda de sanciones y Reino Unido también presentó medidas adicionales.
Las presentadas por la Administración Biden –diseñadas desde el Departamento del Tesoro, el Departamento de Estado y el Departamento de Comercio– son las más extensivas desde el comienzo de la invasión. Afectan no solo a compañías relacionadas con la maquinaria industrial militar que permite que Rusia sea fuerte en los frentes de Ucrania, que han recibido ya muchas sanciones en estos dos años. También se extiende a proveedores de multitud de sectores –lubricantes, robótica, baterías– y de diferentes países para tratar de debilitar el poder militar de Rusia.
Futuro hipotecado
Las sanciones incluyen a las dos mayores compañías rusas por ingresos, SUEK y Mechel, y al sistema ruso de pago con tarjetas de crédito, que el país montó en 2014 como alternativa a Visa y Mastercard. Se puede operar desde países aliados de Rusia –Cuba, Venezuela, Vietnam y algunas exrepúblicas soviéticas– y ha sido utilizado para evitar muchas sanciones impuestas hasta ahora.
Relacionadas de forma específica con Navalni, el Departamento de Estado ha anunciado sanciones a tres individuos rusos: el alcaide de la prisión en la que cumplía sentencia, el jefe regional del sistema penitenciario y el subdirector del Servicio Federal Penitenciario de Rusia.
Hasta el momento, las sanciones abundantes que ha sufrido Rusia no han hecho mella en el régimen de Putin. «La economía de Rusia y el complejo militar e industrial están dando muestras de debilidad en parte gracias a las acciones que, junto a nuestros socios y aliados en todo el mundo, hemos tomado para apoyar la valiente defensa de Ucrania», dijo en un comunicado la secretaria del Tesoro, Janet Yelln. «Putin ha hipotecado el presente y el futuro del pueblo de Rusia para su objetivo propio de subyugar a Ucrania».
Pero la realidad es que la fortaleza de Putin en el Kremlin no está cuestionada y la economía rusa no ha sufrido tanto. De hecho, el año pasado creció un 3%, más que la de Estados Unidos y una estimación del Fondo Monetario Internacional del mes pasado apuntaba a que crecería este año más de lo previsto.
No se espera que las nuevas san
Se incluyen grandes compañías como SUEK y Mechel y al sistema ruso de pago con tarjetas de crédito
ciones cambien esa dinámica. Washington y sus aliados no han conseguido dañar una de las principales fuentes de ingresos de Rusia, sus exportaciones de gas y petróleo. Impusieron un techo de precio para debilitar esos ingresos, pero no pueden ir mucho más allá porque para algunos países sería pegarse un tiro en el pie de su propia economía.
En el caso de EE.UU., desestabilizar los mercados energéticos, tras sufrir una inflación que ha ahondado en la impopularidad de Biden, no parece una buena opción en año electoral. Lo único que puede buscar Washington es endurecer el cumplimiento de ese techo de precio, algo que también se busca con esta ronda de sanciones. Pero socios rusos en todo el mundo, como China, India y Brasil, están comprando petróleo ruso en cantidades récord. Y multitud de compañías rusas están encontrando la vuelta para evitar las sanciones y vender sus productos o conseguir suministros desde el extranjero.
Las medidas estadounidenses ocurren también en un marco político complicado: en medio de dificultades para aprobar un nuevo paquete de ayuda a Ucrania y con el telón de fondo de las elecciones que enfrentarán a Biden con Donald Trump.
La causa pierde fuelle
El sector más duro de los republicanos se niega a aprobar los fondos de cerca de 60.000 millones de dólares que la Casa Blanca quiere para apoyar al Gobierno de Volodímir Zelenski en Kiev, en un momento en el que la causa ucraniana pierde fuelle en su electorado.
El panorama resultante es una encrucijada en la que Estados Unidos se antoja incapaz de mover las piezas del tablero: no tiene apoyo en el Congreso para enviar la ayuda militar que Ucrania necesita para retomar la iniciativa en el frente; y no puede ahogar los ingresos del petróleo y gas rusos porque se expone a un entorno económico que dificultaría la reelección de Biden.
Una opción podría ser la confiscación de los cientos de miles de millones de dólares en activos del banco central de Rusia congelados por EE.UU. y sus aliados europeos, y una posible entrega de esos fondos a Ucrania para financiar la guerra. Pero es una decisión delicada, que aparejaría respuestas similares de Rusia, y que tiene un camino legal complejo.