Llamada de auxilio para salvar un colegio
El centro Juan Nepomuceno Rojas, en Nervión, recibe a alumnado procedente de los barrios más pobres, una labor educativa en peligro por culpa del estado ruinoso del edificio
Hay un colegio en Sevilla, ubicado en Nervión, que lleva 55 años cuidando de la comunidad. En esta afirmación están de acuerdo profesores, religiosas, familias, incluso antiguos alumnos que formaron parte del centro y que, después, han llevado a sus hijos. Pertenece a la Fundación Educativa Jesuitinas, creada por la Congregación de las Hijas de Jesús, que tiene 22 centros de este tipo en toda España. La comunidad del colegio Juan Nepomuceno Rojas han iniciado una campaña de recogida de fondos para arreglar seis aulas de Infantil que están en ruinas tras un derrumbe registrado en noviembre. Casi el 50 por ciento del alumnado del centro procede de los barrios más pobres de la ciudad. La única solución que les da la Junta de Andalucía para reconstruir el edificio es que los niños afectados se matriculen en otro colegio, opción que no se han planteado.
El 29 de noviembre de 2023 es una fecha marcada en el calendario del colegio Juan Nepomuceno Rojas como la tragedia que «gracias a Dios no ocurrió». Y es que ese día, a la hora de la salida de los más pequeños del centro, una bovedilla cayó sobre el lugar donde un momento antes habían estado sentados dando clases. Para la hermana María Hernández, una de las tres monjas que echan todavía una mano en el lugar, «los niños tienen un ángel de la guarda que los protege». Lo cierto es que se libraron «de milagro» de una auténtica tragedia. Porque después de que se cayera una parte del techo de las aulas, cuando empezaron a retirar pizarras y cartulinas con dibujos infantiles, descubrieron que el edificio tenía numerosas grietas en los muros de contención.
Clausuraron el edificio y ya tiene dos presupuestos para arreglarlo. Uno supone hacerlo de nuevo completamente, lo que costaría 1.200.000 euros, el otro incluye su reconstrucción y asciende a 850.000 euros. Aún no saben cuál de los dos van a tener que elegir, en estos días hacen retrospecciones para averiguar el estado de la cimentación y los primeros resultados no son muy optimistas. Cuando ocurrió, distribuyeron las clases de Infantil en aulas repartidas por todas las instalaciones, reduciendo espacios para actividades, incluso pasando a los alumnos más mayores a clases de pisos superiores o de sótanos para que los pequeños estuvieran más cómodos. «Dimos una respuesta familiar y en Navidad, el alumnado mayor adornó los pasillos para que los pequeños se sintieran en casa», explica Sergio Rosa, coordinador Pastoral del colegio.
Llamamiento en las redes
Desde el primer momento, comenzaron a realizar gestiones para reunir fondos. Hicieron un llamamiento a través de las redes sociales al que han respondido familias, antiguos alumnos y muchas personas de Sevilla y de fuera de la capital, así como proveedores del centro. La única alternativa que les ofreció la Junta fue llevar al centenar de niños de las aulas afectadas a un colegio de Los Pajaritos. Al ser un centro privado, la Administración no se hace cargo de la obra. Pero es un colegio que atiende a unos 300 niños procedentes de barrios estigmatizados por la pobreza.
El Juan Nepomuceno Rojas tiene 695 alumnos, de los que casi la mitad
forman parte de algunos de los barrios que, según el último informe de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (Apdha) presentado en diciembre de 2023 en Sevilla, están entre los más pobres de España. «En Los Pajaritos hay dos colegios pero las familias prefieren sacar a los niños del barrio y los traen aquí», cuenta la directora Vanesa López. Razón por la que, cuando el equipo directivo informó a las familias que pelearían por conseguir recursos para la obra, todas mostraron su agradecimiento.
«No somos un centro concertado al uso, esto no es un colegio de ricos. Enseñamos a los niños otra realidad que no ven en su barrio. En Semana Santa y Navidad los llevamos al centro porque algunos no han ido nunca».
El equipo trabaja con un concepto de comunidad educativa que va más allá de los muros del colegio. Ellos se consideran familia porque comparten convivencias y, cuando se necesita algo, todos echan una mano. Por esta razón, sus profesionales saben que tiene que aceptar este compromiso cuando firman el contrato, va en el sueldo, y supone pringarse, tomar partido, a veces, con los problemas de las familias de sus niños, incluso pintar clases durante el fin de semana o hacer una mudanza.
«Aquí no encaja cualquiera, no todo el mundo está preparado para dar clases en este centro porque no es sólo un trabajo», dice la directora y añade que la función que hacen es educativa pero también social. Lo que más los compromete es sacar adelante al alumnado inculcándoles que las opciones para su futuro no se acaban en el barrio. «Queremos que sepan que tienen otros horizontes más allá de ayudar a sus padres en el mercadillo», apunta Sergio Rosa, al mismo tiempo que cuenta lo que lo «enamoró» de su trabajo: «No sólo tenemos que instruir a los niños, también acompañarlos».
El colegio fue en sus inicios un internado de niñas procedentes de zonas humildes de Sevilla y su provincia, que adquirían la formación más esencial para ganarse la vida, una labor que impulsó Santa Cándida María de Jesús, canonizada en 2010 por el Papa Benedicto XVI, destacando entonces su dedicación a la educación y promoción de la mujer. «Fue la primera mujer feminista en España», apunta el coordinador de la Pastoral.