«Estamos hasta el cuello de préstamos e hipotecas para poder trabajar»
▸ Es uno de los que están en las tractoradas desde la primera noche en el puerto de Málaga
Sebastián Ramos es uno de los fijos en las tractoradas de Málaga. Este agricultor de Alhaurín de la Torre fue uno de los primeros que dejó su finca de cítricos en este municipio para cortar los accesos del puerto de Málaga. Estuvieron casi 30 horas con sus tractores bloqueando aquellos accesos. Su pequeña máquina para recoger los cítricos fue una de las que taponaba aquella salida. Luego se fue a Antequera, donde estuvo cuando la Policía cargó para dispersar a los que impedían el acceso de camiones al centro de reparto. Lleva todo el mes de lucha para que se oigan sus reivindicaciones.
Vuelve a su campo para cuidar los productos y, tras la jornada laboral, se echa a cortar carreteras o manifestarse para que cambie su situación. Fue uno de aquellos albañiles que la crisis de la construcción desahució. Se reinventó y se hizo agricultor. Ahora ve en peligro este sustento y por eso sale a la calle. No quiere perder aquello que lleva 20 años labrando cada día. «No sacamos para vivir. Llevamos un par de años que no podemos tirar hacia adelante. No podemos seguir tirando de préstamos personales e hipotecas», añade Ramos.
Este agricultor reconoce que la situación financiera de muchas explotaciones es muy precaria y le molesta cuando algunos políticos los tachan de «terratenientes» o de «millonarios con tractores de 80.000 euros». «A nosotros nos cuesta mucho. Tenemos nuestros campos hipotecados, y las casas, para comprar tractores para poder trabajar. Si no pagamos esos préstamos, nos quedamos sin nada. En la calle. Ni tenemos tractor, ni campo, ni casa», explica Sebastián Ramos, que reivindica que no son millonarios. «Un tractor vale caro, pero es para trabajar y lo tenemos que comprar. Lo hacemos para tirar para adelante», añade Ramos.
Los gastos ahogan a muchos en este gremio, obligados a ser gestores empresariales sin conocimientos para ello. «Luego están seguros sociales, las liquidaciones y todo lo demás. Cada vez queda menos margen para el agricultor. Nos adaptamos a todo, hasta pidiendo dinero a vecinos y amigos. Estamos hasta el cuello de préstamos e hipotecas para poder trabajar», lamenta este agricultor.
Ahí el problema es grave, porque cada vez es más difícil sacar el sustento. «Nos queda una sueldo medio normal, pero las trampas son las mismas. Si te pagan a 10 céntimos o a 30 céntimos, las letras hay que pagarlas. Y de lo que quede vives», asevera Ramos, quien explica que hacen falta precios razonables para asegurar la supervivencia del campo. «Ahora mismo vamos al campo a pasear la pena entre arboledas», apunta.
Lamenta que los productos de fuera marquen precios bajos y los nacionales se estén tirando sin vender. «Nos sentimos indignados. No nos respetan como agricultores. Nos están matando. Intentamos sobrevivir como podemos. Somos el alimento de este país, pero no podemos competir», dice.