Caiga quien caiga, menos Sánchez
El presidente es responsable del caso Ábalos por acción o por omisión
SI no estuviéramos acostumbrados a la desfachatez del personaje, las declaraciones de Pedro Sánchez presumiendo de «ejemplaridad ante la corrupción, caiga quien caiga», habrían podido asombrarnos. Tratándose de quien se trata, la frase indigna, aunque no sorprende. La mentira, enarbolada con altanería desafiante, forma parte de su argumentario habitual. Esa facilidad para hacer exactamente lo contrario de lo que dijo y mostrarse profundamente ofendido cuando se le afea dicha conducta constituye una de sus principales tácticas. Él desprecia la coherencia. Su única brújula es la supervivencia en el poder y la maneja con maestría.
El caudillo sanchista alardea exactamente de aquello de lo que carece. Hace bueno el refrán. Porque hay que tener bemoles para proferir semejante proclama cuando acaban de pillarte en un escándalo mayúsculo cuya responsabilidad recae de lleno en ti, por acción o por omisión, aunque en todo caso con conocimiento. Para empezar, fue Sánchez quien escogió a José Luis Ábalos y a su «gigante de la militancia», Koldo, como escuderos para perpetrar su asalto a La Moncloa, hasta el punto de encomendar al valenciano la defensa de la moción de censura que derribó a Rajoy con el pretexto de acabar con la corrupción. ¡Qué sarcasmo! En 2018 lo encumbró como secretario de Organización y ministro titular de la cartera que más dinero reparte, Fomento, y tres años después lo cesó fulminantemente, sin explicaciones, coincidiendo con el fin abrupto del lucrativo negocio de mascarillas destapado ahora. ¡Qué casualidad! Hoy sabemos que el abogado Ramiro Grau ya alertó en su día de las adjudicaciones a dedo otorgadas a la trama investigada por la UCO a instancias del juez Ismael Moreno, mediante las correspondientes denuncias a la Fiscalía y al Tribunal Supremo, acompañadas de varias cartas dirigidas al presidente del Gobierno en las que se incluían documentos acreditativos de lo denunciado. O sea, que, en la sede del Ejecutivo estaban al corriente de lo que pasaba y no hicieron nada, salvo apartar a Ábalos de la primera línea y premiarlo con un escaño de diputado y la presidencia de una comisión, equivalentes a un magnífico sueldo y un ventajoso aforamiento. ¡Qué desvergüenza! Ahora estarán buscando la forma de conseguir que el más leal de los sanchistas acepte mansamente el papel de chivo expiatorio manteniendo la boca cerrada, a cambio de un garantizarle impunidad e ingresos suficientes para mantener su tren de vida o tal vez incrementarlo. ¿De quién depende la Fiscalía? Pues eso. Y siempre hay empresas amigas dispuestas a pagar favores.
Que hable de «ejemplaridad ante la corrupción» el líder del partido que rebajó las penas por malversación o impidió que la Policía inspeccionara el despacho del Tito Berni en el Congreso hasta cerciorarse de dejarlo ‘limpio’, resulta insultante. En cuanto a la coletilla final, entendida como vía de escape, lo que en realidad estaba pensando era: «Caiga quien caiga, menos yo».