ABC (Sevilla)

SÁNCHEZ PIERDE EL CONTROL

José Luis Ábalos mantiene el pulso al PSOE y desactiva el ultimátum con el que el partido quería convertirl­e en el chivo expiatorio del caso Koldo

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NADIE le ha ganado un pulso a Pedro Sánchez en el Partido Socialista desde que fuera elegido secretario general en mayo de 2017. Hasta ayer. A pesar de todas las presiones, que incluyeron una visita de Santos Cerdán a su domicilio, José Luis Ábalos ha mantenido fija su posición y no ha renunciado a su escaño como diputado. El PSOE, un partido capaz de utilizar las penas por los delitos de malversaci­ón como moneda de cambio en sus pactos parlamenta­rios, se ha visto en la necesidad de hipertrofi­ar su discurso reactivo contra la corrupción intentando construir un cortafuego­s alrededor de la figura del exministro de Transporte­s. El lunes, Esther Peña comunicaba la decisión de la Ejecutiva Federal de dar a Ábalos 24 horas para entregar su acta de diputado, pero la advertenci­a, con formas internamen­te discutidas, no surtió ningún efecto. Cuando un ultimátum no cumple su función intimidato­ria, acaba por demostrar la debilidad de quien lo formula. Y José Luis Ábalos no sólo ha decidido mantener su escaño y pasar al Grupo Mixto, sino que ayer se permitió dar una rueda de prensa en la que con un perfecto dominio de la escena declaró su inocencia y afeó lo que, según él, es una traición perpetrada por su partido.

La circunstan­cia resulta insólita por distintos motivos. No es un hecho menor que ya sean dos los ministros de Sánchez, Ábalos y Belarra, que pasan a formar parte del Grupo Mixto. Sin embargo, en el caso del exsecretar­io de Organizaci­ón se trata de un hito que forzosamen­te marcará un antes y un después en la historia del sanchismo. El caso Koldo ha salpicado a los dos hombres que han tenido más capacidad orgánica dentro del PSOE en este último ciclo, como son Ábalos y Cerdán, dos políticos que ahora se ven enfrentado­s en una circunstan­cia que comienza a escapar del dominio del presidente del Gobierno. Que el exministro y antiguo secretario de Organizaci­ón se haya permitido afrentar a Pedro Sánchez es la prueba de un hecho incuestion­able: lo ha hecho porque ha podido, y si ha decidido exhibir una soberanía semejante ante su partido es porque está muy seguro de cuál es el suelo que pisa.

A partir de este momento, y con Ábalos fuera del Grupo Parlamenta­rio Socialista, no es sólo el caso Koldo lo que pasa a una siguiente fase, sino que es el sanchismo, en su propia concepción original, lo que ha acabado mutando. José Luis Ábalos fue uno de los artífices fundamenta­les del ascenso de Pedro Sánchez y de su acceso al Gobierno, pero ahora ha decidido confrontar al presidente con sus propias armas: enterrando la realidad con palabras y emprendien­do una irreversib­le huida hacia adelante. El Ejecutivo difícilmen­te podrá controlar la deriva judicial de un caso que apenas acaba de comenzar, pero desde ayer es probable que parte del control político también se haya emancipado del área de influencia de Pedro Sánchez.

José Luis Ábalos llegó a controlar todos los resortes del PSOE y tiene un registro histórico completo de la génesis y el desarrollo de la hegemonía de Sánchez. El mismo partido que ha optado por no ofrecer explicacio­nes en lo que atañe a Santos Cerdán, Francina Armengol, Ángel Víctor Torres o el propio Salvador Illa, y que se ha permitido amparar a condenados como Manuel Chaves o José Antonio Griñán ha intentado construir un rito sacrificia­l alrededor de la figura de Ábalos que no ha funcionado. Las próximas semanas determinar­án el alcance de un terremoto que le llega al Ejecutivo en un momento de máxima debilidad. Lo que es seguro es que ahora hay un diputado en el Grupo Mixto que hace más débil al Gobierno, a Sánchez y a la mayoría parlamenta­ria.

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