ABC (Sevilla)

«Ojalá quienes pretenden echarme ahora tengan que mirarme a la cara»

▸ Acusa a Sánchez de «rendir un tributo y actuar al dictado» de la derecha

- V. R. ALMIRÓN / E. V. ESCUDERO MADRID

La entrada de José Luis Ábalos en la sala de prensa del Congreso se hizo de rogar. Se le esperaba desde el mediodía, justo cuando se cumplía el plazo de 24 horas dado por el PSOE para que renunciara a su acta, pero no se concretó hasta tres horas después. Su irrupción desató un enjambre de cámaras. Bullicio que se alargó más de lo esperado y que obligó al propio exministro a pedir una tregua para que sus explicacio­nes llegaran con claridad y sus reproches resonaran con fuerza en Ferraz.

Su intervenci­ón, que no admitió preguntas, duró 25 minutos y terminó con un Ábalos emocionado, al borde las lágrimas. Detalle que denota la tensión vivida en las últimas horas por el exsecretar­io de Organizaci­ón del PSOE, presionado para dimitir de todos sus cargos, incluido el de diputado. No lo hizo, como él mismo confirmó casi al final de su discurso. «Ante la necesidad de defenderme y restituir mi honor, he decidido pasar al Grupo Mixto, desde donde seguiré defendiend­o mis ideas», apuntó el político valenciano.

Confirmaba así lo que a esas alturas de la jornada era ya un secreto a voces. Que continuarí­a como diputado haciendo caso omiso a la decisión adoptada por la Ejecutiva del PSOE el día anterior. Ábalos se lamentó por no haber podido iniciar esa defensa «respaldado por la dirección» de su partido. «Hubiera sido lo correcto, pero no ha

sido posible», señaló. Fue el primer reproche a la cúpula de Ferraz, de la que no hace tanto él era el número tres a nivel nacional y que ahora le repudia. Ábalos reivindicó su inocencia –«no estoy acusado de nada ni formo parte de la investigac­ión en curso»–, aunque la mayor parte de su intervenci­ón la dedicó a señalar a los responsabl­es del PSOE. «Mi renuncia sería un signo de culpabilid­ad que no asumo. Rendir un tributo a la derecha, como creo que hace la dirección de mi partido, no va a impedir que continúe la cacería más allá de mí. No puedo acabar mi trayectori­a política como un corrupto», apuntó, en línea con el principal argumento que ha tratado de transmitir en privado estos días a su partido, sin éxito.

Ábalos cree que es una víctima de la estrategia socialista para blindar a Pedro Sánchez y así lo denunció. «Ser exigentes en la respuesta contra la corrupción no es actuar por espasmos. Actuar al dictado de tus adversario­s políticos, que no piensan en la lucha contra la corrupción sino en expulsarte del Gobierno por cualquier medio, es un error que solo conduce a la confusión. Siento que me enfrento solo a todo el poder político. De una parte y de la otra. No tengo a nadie detrás», asumió antes de un último reproche. El más duro, dirigido a aquellos que han tratado de expulsarle del Congreso y del partido: «Ojalá asistir al final de esta partida obligando a que quienes ahora pretenden echarme a la calle por la puerta de atrás tengan que mirarme a la cara a mí y a muchos compañeros y compañeras del partido que me animan a seguir adelante».

Por último, criticó que se hubieran traspasado los límites de la ética en los últimos días, con «opiniones insultante­s y fantasiosa­s». «Para llevar a cabo la defensa de mi honorabili­dad no hay mejor tribuna que la del Congreso», justificó, consciente de que esa decisión significab­a un punto final, de improbable retorno, a su carrera como socialista. Algo que se confirmó poco después, cuando el PSOE anunciaba la suspensión cautelar de militancia del valenciano, que optó por no acudir al pleno. Hoy se celebra la sesión de control al Gobierno. A José Luis Ábalos le espera su nuevo escaño. Aunque no acuda, será el gran protagonis­ta.

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