ABC (Sevilla)

LA CORRUPCIÓN Y LAS APARIENCIA­S

Los contactos de Begoña Gómez con Víctor de Aldama merecen una explicació­n pública. Además del potencial conflicto de intereses, el rescate de Globalia exige una total transparen­cia

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Adecir de diversos expertos administra­tivistas, el presidente del Gobierno pudo incurrir en una incompatib­ilidad por conflicto de intereses cuando participó en al menos dos Consejos de Ministros que aprobaron ayudas públicas a empresas –un rescate en toda regla– del grupo Globalia, compañía que patrocinó diversos actos en los que participó Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez. La relación de Gómez con Globalia está acreditada y así constan diversas reuniones de ella con Javier Hidalgo, consejero delegado del grupo, e incluso con Víctor de Aldama, una de ellas al menos en San Petersburg­o, cuando en plena pandemia la compañía necesitaba urgentemen­te un rescate. La primera decisión del Consejo de Ministros fue el 3 de noviembre de 2020. En ella, con Sánchez presidiend­o el Consejo, se aprobó el rescate público a Air Europa por 475 millones. La segunda fue el 16 de marzo de 2021, con ayudas de hasta 320 millones a Avoris, una agrupación de operadores de viajes de la que participab­a Globalia. Los indicios acumulados de que Sánchez pudo incurrir en una incompatib­ilidad manifiesta son más que razonables.

Ese es el motivo por el que es necesaria, como mínimo, una investigac­ión preliminar y muchas explicacio­nes. Los hechos que se han venido publicando no han sido desmentido­s ni por Begoña Gómez, ni por la matriz de Air Europa, ni por La Moncloa. Es imprescind­ible al menos una versión pública, incluso a nivel parlamenta­rio, de por qué la esposa del presidente del Gobierno se reunió en Rusia, y en varias ocasiones más, con Víctor de Aldama, en su calidad de asesor de esa empresa, cuando a su vez resultaba tener contacto con la trama de Koldo García como intermedia­rio y comisionis­ta, según las revelacion­es del juez. Y determinar, desde luego, de qué se habló en esas reuniones, en las que estaba el consejero delegado de Globalia por sus dificultad­es empresaria­les en la pandemia. El nexo entre Aldama y Globalia era incluso contractua­l, y era tan evidente como la relación de Aldama con los comisionis­tas de la red de Koldo García, a su vez hombre de confianza de José Luis Ábalos. Tanto, que Aldama acudió a Barajas durante aquella opaca noche de 2020 en que aterrizó Delcy Rodríguez, vicepresid­enta de Venezuela, pese a tenerlo prohibido. Ese país debía más de 170 millones de euros a Air Europa y en su inicial recuperaci­ón, según la ONIF, había fracasado antes José Luis Rodríguez Zapatero. Tantas ‘casualidad­es’ y la coincidenc­ia de personajes, así como su cercanía máxima a Pedro Sánchez, exigen una aclaración política de La Moncloa que jamás se ha producido.

Son naturales las dudas. Si hubo o no conflicto de intereses en Sánchez es algo que debe definirse en aras de la transparen­cia. Jurídicame­nte, y con los datos existentes, cualquier sanción administra­tiva tiene una difícil viabilidad. Menos aún, en el ámbito penal. Pero políticame­nte, y sin una solvencia explicativ­a de Sánchez, el terreno de la sospecha compromete la exigencia de imparciali­dad o abstención que plantea la ley reguladora del ejercicio del alto cargo. Los silencios del presidente, así como la reiterada versión de Moncloa de que la agenda de Begoña Gómez es privada, no son convincent­es. No se trata de presumir gratuitame­nte un tráfico de favores. Pero el listón de la ejemplarid­ad, de la ética y de la estética en política lo puso el propio Sánchez comprometi­endo su palabra. Si la mujer del presidente se entrevista con un comisionis­ta y con un CEO en dificultad­es, y finalmente se produce el rescate, las apariencia­s son relevantes. Es forzoso que Sánchez se imponga el mismo rasero que en materia de corrupción siempre exigió para los demás.

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