ABC (Sevilla)

Oblak comanda la épica

▸El Atlético remontó al Inter y el portero decidió la clasificac­ión con dos paradas en la tanda de penaltis

- JAVIER ASPRÓN MADRID

Hubo que echar mano de la magia del Metropolit­ano. Conjurarse a ella con todas las fuerzas para que al Inter le entrara el pánico y el Atlético remontase una eliminator­ia que durante casi noventa minutos tuvo perdida. Un tanto tardío de Memphis desató la locura en el estadio y llevó el partido a la prórroga, primero, y después a los penaltis. Allí surgió la figura siempre salvadora de Oblak, esta vez en una suerte que le suele ser esquiva. El esloveno paró los disparos de Alexis y Klaassen. Luego, Lautaro mandó el suyo a las nubes y el Atlético celebró uno de los pases más sufridos de su historia.

Lo merecieron los rojiblanco­s, aunque se puede decir ya que el partido no siguió la épica habitual. Porque hubo un tiempo en el que los quince o veinte primeros minutos de cualquier partido de Champions del Atlético eran una bendita locura. Oleadas sucesivas hacia la portería contraria de unos jugadores en trance impulsados por una grada en plena efervescen­cia. Luego tocaba defenderse con uñas y dientes. Y ni siquiera salía bien siempre. Pero sucede que en noches así se echa de menos lo que ya no se tiene. Sirva el Calderón o aquella liturgia arrollador­a… Ahora el estilo es otro. Pero el Metropolit­ano es tan inexpugnab­le que tampoco es plan de criticarlo. ¿Que ahora la rabia se guarda para el final? Sea.

Porque ni en lo anímico ni en lo futbolísti­co llegaba bien a esta eliminator­ia el conjunto rojiblanco, que aun así se arremangó e intentó amoldarse al escenario. La mejor noticia era, sin duda, el regreso de Griezmann. El francés asomó en el once de Simeone después de tres semanas que se le hicieron muy cuesta arriba a los rojiblanco­s. Fue, es y será el factor diferencia­l. Incluso con el físico bajo mínimos.

Al equipo se le recibió de forma apoteósica y este respondió con un afán y una intensidad que, en principio, no parecieron asustar al Inter. Hay que hablar muy bien de los italianos, otro equipo de soldados comprometi­dos que presentan la mejor hoja de servicios de toda Europa. Hasta esta noche no sabían lo que era perder en 2024.

De hecho, fueron ellos quienes dieron más sensación de control en la primera mitad. Cómodos en defensa y saliendo rápido y bien al contragolp­e, apoyados siempre en la verticalid­ad y el buen criterio de un inspirado Barella.

No era el partido soñado por el Atlético para una remontada épica, ni mucho menos. Había precipitac­ión por mandar el balón al área y poca jugada elaborada. Una de esas la enganchó con precisión Morata para cabecear con peligro ante Sommer. Poco bagaje. En ese momento daba la impresión de que en cuanto el Inter se pusiese a jugar un poco podía sentenciar la eliminator­ia, y a la siguiente contra llegó su gol. Una buena triangulac­ión entre Mkhitaryan, Barella y Dimarco acabó con el balón en la red. Un jarro de agua fría.

El Atlético pudo haberse hundido, pero un grosero error de Bastoni en la siguiente jugada les volvió a dar oxígeno. El mal despeje del central lo aprovechó Griezmann. No podía ser otro. Ande mejor o peor es un lujo.

A los de Simeone se les había concedido una segunda oportunida­d, y estaba en su mano aprovechar­la. Griezmann tuvo la primera del segundo acto cuando por fin el Atlético consiguió elaborar por la derecha. De nuevo apareció Sommer. Tan bien salió la acción que insistió Llorente una vez más por ese costado. En la segunda, Morata le quitó al francés la posibilida­d de remate.

Había señales, pero faltaba que el partido entrase en su punto de ebullición. Para eso salieron al campo Correa, Riquelme y Memphis. Los tres consiguier­on que los últimos minutos tuvieran la emoción de la que careció el resto del partido. Con varios chispazos levantaron a la grada y metieron el miedo en el cuerpo al Inter, que se encerró como un equipo pequeño. Entonces sí, el Atleti pudo soñar. Un remate al palo de Memphis precedió al tanto que llevó el partido a la ansiada prolongaci­ón, en el que el delantero se revolvió en el área después de un genial pase filtrado de Koke. Aún pudo finiquitar el Atlético con un disparo de Riquelme que se fue alto. El Inter también desaprovec­hó dos buenas contras de Thuram y Barella, ya con el partido completame­nte roto.

La prórroga fue un sálvese quien pueda, con ocasiones en las dos áreas y demasiado cansancio en algunos jugadores. Entre ellos un Griezmann que no llegó ni a los penaltis. No hizo falta. Bastó con que se presentase Oblak.

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// EFE Jna Oblak detiene uno de los penaltis del Inter durante la tanda que decidió la clasificac­ión del Atlético

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