ABC (Sevilla)

Unos más que otros

Este país se ha vuelto loco; la bajeza política —más a la izquierda que a la derecha— se ha apoderado de todo

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SI algún día –no lo quiera Dios– se da el caso, aguante el tirón. Sea usted fuerte, más que Bárcenas. Descártelo de todas todas por muy buenas que sean sus intencione­s. Si en algún momento se le pasa por la cabeza, por fugazmente que sea, participar en política, acalle esa voz interior. Haga cualquier cosa antes que dedicarse al servicio público en esta España que nos contempla. Y si algún infeliz iluminado se lo propone, tres cuartos de lo mismo. Con educación, con buenas palabras, como usted sabe hacerlo... pero mándelo a freír espárragos.

Si insiste, no dude en mandarle allí donde Fernando Fernán Gómez mandó a un admirador que quiso hablar con él aquella famosa tarde en el Círculo de Bellas Artes. A la mierda. Así, sin titubear. Con sus seis letras. Que no trate de convencerl­e con argumentos como las mieles del poder, un buen sueldo y hasta el coche oficial. Que se vaya lejos. No hay otra. Entrar en política hoy día es la peor de las decisiones posibles. Como además sea usted de derechas es directamen­te sinónimo de defunción social. Ni echarse novio puede. No sin antes solicitarl­e fotocopia compulsada de sus últimas declaracio­nes de la renta, certificad­o de ingresos y relación de bienes patrimonia­les. Y si es usted de derechas y del género masculino de toda la vida, apague y váyase. Ya sabe a dónde.

Este país se ha vuelto loco. La bajeza de la política lo ha convertido en un lugar inhabitabl­e. El sectarismo se ha apoderado de todo. La moderación, el respeto y un mínimo decoro se han evaporado. La izquierda radical ha pervertido nuestra convivenci­a hasta límites que hace muy pocos años ni hubiésemos sospechado. Parte de la derecha también. Pero la izquierda más. Mucho más. Infinitame­nte más. No caben paños calientes en esto. Ser de derechas hoy día es ser sospechoso de cualquier majadería que se les ocurra. Ni tener pareja se puede. Ni hermanos. Alguien habrá que rebusque para sacar basura a flote. De la índole que sea. Sin embargo, en el otro lado, tu esposa puede negociar con grandes compañías implicadas en turbios asuntos, tu asesor puede tener nueve pistolas en su casa, tu chófer puede gastarse miles de euros en prostituta­s y cocaína para tus fiestas... y no pasa nada.

Es triste ver en qué nos hemos convertido. Es duro sentirse igual que aquel admirador de Fernán Gómez. Tú profesándo­le a tu país tu devoción y tu país respondién­dote con un airado «váyase usted a la mierda». Esta España, o al menos buena parte de ella, es la reencarnac­ión del maleducado e histriónic­o actor, protagonis­ta de tantas y tantas películas. Nos manda a la mierda continuame­nte. España, yo te admiraba como país. Trato de defenderte. De justificar­te. No pierdo la esperanza. Ojalá algún día recuperes la cordura. Pero a día de hoy es imposible. Mientras nos sigan gobernando los adalides de la moral barata, los que ensucian todo lo que tocan, no habrá solución. Pero de una cosa sí estoy convencido: llegará un día en que los que se vayan a la mierda sean nuestros actuales gobernante­s. Y con tanto escándalo, tanto despropósi­to y tanto chantaje, será más pronto que tarde.

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