Ponga un crédito en su vida
LÍNEA DE FONDO
Y el lunes, otra Junta, antes de la próxima dentro de tres meses. El Día de la Marmota en versión nervionense
Salvo los que comerciaron con mascarillas durante la pandemia o fueron ‘socios’ de Enríquez Negreira durante la Era Vergonzante, gente del taco habituada a pagar al contado, casi todos hemos pedido un préstamo alguna vez en la vida. Para comprar una vivienda, un coche o poner un negocio. Nada que se salga de lo normal. Lo que no lo es tanto es pedirlo para tapar agujeros o solicitarlo tras haber despilfarrado el anterior. No hablamos sólo de dinero, sino también de capacitación profesional. En el Sevilla Fútbol Club la familia al completo pide crédito.
El Consejo, para poder pagar la deuda generada por él y por aquellos a los que se les confió la clave de la caja fuerte; el director deportivo, a la vista del escaso rendimiento de los que incorporó en el mercado de invierno o dejó de vacaciones en la plantilla en el estival; el entrenador, por las dudas que ofrece su trabajo en el banquillo; los jugadores, incapaces de generar esperanzas sólidas en la afición y la oposición, para convencernos de la idoneidad de cambiar de auditores, proponiendo unos que también piden crédito ante las serias incógnitas que genera su pedigrí.
Y mañana llega el Celta, a la hora de comer de nuevo. Con la intención de quitarle al personal las pocas ganas que le quedan, sometido como está a dieta vegana esta temporada y parte de la anterior. El pírrico empate en Almería convierte la cita con los gallegos (tres empates en los últimos cuatro años) en trascendente, cuando a estas alturas debiera ser ya de trámite. Los gallegos vienen sin la orondez de Rafa Benítez y esperanzados más en el refrán del entrenador nuevo que en su juego. Los sevillistas los aguardan con Quique en su liviano peso y el perejil puesto en la hornacina de cantera donde se venera a Isaac.
Y el lunes, otra Junta General, antes de la próxima dentro de tres meses. El Día de la Marmota en versión nervionense. Unos se ponen delante del camión, que los convierte en calcomanías, y a la mañana siguiente están otra vez ahí, delante de él, tan campantes y con balones. Cuatro años así nos esperan. Un rato para algunos, la eternidad para los demás.