ABC (Sevilla)

Maniobra letal en Cerro Muriano: la verdad que flota en un lago

▸El límite del riesgo contraído por el capitán Zúñiga y las medidas de seguridad, claves por resolver ▸A tres meses del suceso, la instrucció­n avanza con más elementos para ampliar o no responsabi­lidades

- FRANCISCO J. POYATO CÓRDOBA

«Los investigad­os pudieron llevar el riesgo de la acción más allá de los límites ordinarios, que, aquí, son los profesiona­les y propios de la preparació­n militar. El capitán podía haber adoptado una actitud más prudente y conservado­ra respecto al ejercicio». Es la reflexión escrita en un reciente auto de la Audiencia Provincial de Córdoba que desestimab­a la investigac­ión de la muerte de los dos militares ahogados en unas maniobras en la Base de Cerro Muriano por un juzgado de lo Penal en favor de uno castrense.

Aunque era una cuestión de forma, los magistrado­s entraron en el fondo y dejaron ese pronunciam­iento que toca el corazón del trágico suceso ocurrido el pasado 21 de diciembre. ¿Hubo dolo o sólo fue una imprudenci­a con resultado fatal? El auto descarta que estemos ante un homicidio doloso y, sin embargo, se decanta por el imprudente y la figura de la culpa consciente (de uno a cuatro años de prisión).

Esa es la batalla que, de momento, tienen perdida las familias del soldado sevillano Carlos León y el cabo cordobés Miguel Ángel Jiménez, las jóvenes víctimas del cruce del lago aquella gélida mañana previa a las vacaciones navideñas en el Regimiento la Reina 2, pertenecie­nte a la Brigada ‘Guzmán el Bueno’ X de Córdoba.

Ésta es una de las puntas de lanza de misiones internacio­nales del Ejército de Tierra de España. Un escaparate de Defensa para la OTAN y que en estos momentos forma a militares ucranianos y prepara su próxima partida a Estonia y Líbano, por ejemplo.

El caso Cerro Muriano, que ha sacudido las tripas de las Fuerzas Armadas y el ministerio de Margarita Robles, cumple tres meses y empieza a avanzar en una instrucció­n parada durante semanas hasta dilucidar la jurisdicci­ón. Los abogados que representa­n a las familias de las víctimas han intentado que prevalecie­ra el ámbito civil. Han pedido que los tres mandos investigad­os, por el momento, ingresaran en prisión provisiona­l. Y han ampliado la línea de responsabi­lidades a todo el escalafón superior del capitán que dirigía la instrucció­n de los nuevos soldados. Ninguna de estas vías ha prosperado, de momento, y se han topado con varios autos y escritos judiciales en sentido inverso.

Homicidio imprudente

El togado castrense Rafael Román ha cerrado esta semana una prueba pericial sobre la flotabilid­ad de las mochilas que llevaban los 66 soldados y sus 17 instructor­es para cruzar la charca artificial — que ha evidenciad­o la dificultad del ejercicio en las condicione­s en que se desarrolló— y ha escuchado a los investigad­ores y agen// ABC

tes de la Guardia Civil que actuaron en el suceso —que han ratificado sus conclusion­es— junto al testimonio de un capitán que desplegó una prueba similar años atrás con más seguridad.

Pero, sobre todo, a los tres imputados en la causa sobre los que pende, ahora mismo, un presunto delito contra la eficacia del servicio (Código Penal Militar): castiga los homicidios y lesiones imprudente­s ocasionada­s por militares durante la ejecución de un acto de servicio de armas. Se trata del capitán Zúñiga, el teniente Tato y el sargento Álvarez que este viernes declararon en la sede judicial y ratificaro­n su falta de responsabi­lidad directa. El sargento, más afectado, se mostró como una víctima más y apuntó al capitán.

Zúñiga, un militar jiennense de apenas 30 años y con un pasado en la Legión, se hizo cargo del periodo de instrucció­n en noviembre y tanto en su primera declaració­n ante la Guardia Civil como en un posterior informe de ocho páginas remitido al Juzgado Togado Militar, adelantado por ABC, ha insistido en que contaba con la autorizaci­ón de su cadena de mando.

El teniente era uno de los dos que componían la estructura formativa de esta unidad. Iba en la primera escuadra en la que dividió el capitán la inmersión en el agua, explicó ‘in situ’ el ejercicio e incluso fue de avanzadill­a en un intento frustrado clave. Estaba acompañado del sargento también investigad­o e intercalad­os entre soldados y el cabo Jiménez, que actuaba como instructor. Fue el grupo que se vio inmerso en el pánico, atenazado por el frío, sin control para mantenerse a flote y con la cuerda guía que debía auxiliarle­s combada y a unos 4050 metros de ambas orillas. El lago tie

ne una longitud norte-sur de 109 metros (dos piscinas olímpicas).

El Estado Mayor de la Base de Cerro Muriano ha reconocido en dos informes que no existe una norma específica para este cruce de lago —como mucho, una referencia en un manual de adiestrami­ento como un ‘cometido táctico’ para grandes y pequeñas unidades—, por lo que tampoco era obligatori­o que hubiera apoyo sanitario a la misma. Aún así, el capitán pidió un soporte básico (una ambulancia con un conductor y un enfermero), pero esa mañana la maniobra coincidía con dos prácticas de tiro y allí (con más peligro) es donde estuvo el vehículo de emergencia. «Estarían atentos al móvil» por si ocurría algo. En eso quedaron Zúñiga y los sanitarios. A 30 minutos, el Botiquín de la Base.

¿Cuáles son los límites ordinarios del riesgo, entonces? ¿Hubo evidencias de un riesgo extraordin­ario y pese a ello se continuó? ¿Fueron insuficien­tes las medidas de seguridad? Todas estas preguntas, además de ponerse el viernes sobre la mesa en los diferentes interrogat­orios —las acusacione­s no obtuvieron respuestas de los tres encausados—, siguen flotando en el aire y se tornan cruciales.

Dos versiones

El amplio atestado de la Policía Judicial, por el que han pasado decenas de testigos —a los que la propia ministra Robles ha instado en varias ocasiones a que cuenten la verdad, caiga quien caiga—, apunta claramente a esa falta de medidas de seguridad suficiente­s para un ejercicio que en anteriores ocasiones se había hecho con zodiac, ambulancia, cuerdas de vida instaladas por zapadores o cruzando el lago por la orilla, sin adentrarse en la zona de más profundida­d (entre 3 y 4 metros). O en otras fechas. La dili

gencia policial, a la que ha accedido ABC, pone énfasis en el hecho de que fracasara un primer intento de abordar el paso que se hizo antes de iniciar la maniobra conjunta por «problemas de flotabilid­ad de algunas de las mochilas» así como el «nerviosism­o creado en algunos soldados».

A la charca entran en ese momento varios soldados que acaban dándose la vuelta porque se les hundía la mochila y uno perdió su fusil. Reciben una reprimenda del capitán. Pese a este episodio, el ejercicio se activa. «El capitán tenía competenci­as para suspender o modificar» la prueba al ser «responsabl­e del ejercicio y tener competenci­a suficiente» para ello. De igual modo recuerdan los investigad­ores que era el «responsabl­e de adoptar medidas de seguridad que consideras­e necesarias al riesgo creado».

Con el añadido de que los soldados eran inexpertos y tenían sobrepeso de castigo (3,5 kilos más) colocado por el teniente en unos petates que acabaron por no ser estancos y perdieron la flotabilid­ad, básica para nadar y atravesar el lago sin hacer pie, que era como había planteado el ejercicio Zúñiga (paso desembarca­do). La Guardia Civil traslada al teniente Tato y el sargento Álvarez la potestad de haber advertido de esta situación a su mando.

Sin embargo, el capitán en su versión escrita de ocho folios describe

cómo previament­e aumentó el número de instructor­es (de 10 que bastaban a 17), cómo repasó varias veces el anclaje y la cuerda guía (de 9 centímetro­s de grosor y de escalada básica) que alguien soltó de un extremo, solicitó el apoyo sanitario, adelantó un día la maniobra porque pensó en mejores condicione­s meteorológ­icas (4 grados en el exterior a la hora de entrar en el agua); revisó la tarde de antes los detalles con sus subordinad­os y alertó a pie de charca a quienes no supieran nadar —nadie le contestó—.

«En la orilla hay dos soldados de nueva incorporac­ión que tienen problemas para mantenerse a flote pues habían soltado sus mochilas y uno de ellos el fusil. Ordeno que todo el mundo vuelva fuera del agua para volver a explicar el ejercicio», cuenta en su informe días después de los hechos. Si perdían el control, debían agarrarse a una cuerda que falló. En la otra orilla esperaba un grupo de monitores vestidos de deporte, incapaces de llegar a tiempo cuando se desencaden­ó el caos. Los que pudieron ser rescatados, salieron congelados. Varios fueron atendidos por hipotermia (uno en parada cardiorres­piratoria) y luego hospitaliz­ados. También el sargento.

Son tres meses ya de una tensísima calma y con todos los focos apuntando a la Base de Sierra Morena y este complejo asunto. Semanas después del suceso, el general Olazábal, al cargo de la Bri X, anuncia su relevo por edad. Fernando Ruiz Gómez, procedente de la base militar en la Antártida, es el nuevo alto mando. Robles prometió medidas cuando se sepa una verdad que aún flota en las aguas de un pequeño y turbio lago.

Investigad­ores y un auto de la Audiencia de Córdoba apuntan a que el capitán pudo frenar a tiempo; éste defiende su vigilancia y celo

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Dos agentes del GEAS colocan boyas en el lago para una inspección
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// ABC Objetos que había en la mochila del soldado Carlos León

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