ABC (Sevilla)

La asesina del jefe del BBVA: una historia de «codicia y celos»

Venganza familiar La fiscal señaló a los hijos

- LOS DETALLES

ESILVIA TUBIO l 15 de junio de 2008, dos disparos sesgaron la vida de un directivo de banca cuando se encontraba tranquilam­ente en el salón de su impresiona­nte chalet de La Juliana. El escándalo estaba servido. Andrés Toro, que trabajaba para el BBVA, había recibido la visita del asesino en su casa. Fue allí donde le disparó a muy corta distancia. Las primeras sospechas se posaron en su entorno laboral. Andrés dirigía el departamen­to responsabl­e del cobro de morosos. Los investigad­ores creyeron que aquel sería el hilo que les conduciría al autor: un sicario a sueldo o alguien con una deuda demasiado pesada.

Pero aquella hipótesis era completame­nte errónea. El crimen llevaba la firma de una mujer a la que le pudo «la avaricia, los celos y la codicia», según palabras de la fiscal que dirigió la acusación pública en el posterior juicio. Se llamaba Natividad Cantero y durante décadas había sido la esposa de la víctima con la que además había tenido dos hijos. Un año antes del crimen, la pareja se separó poniendo fin a una historia salpicada de malos momentos, discusione­s y una convivenci­a que se deterioró hasta lo imposible. Pero aquella ruptura no puso distancia entre los antiguos cónyuges.

Pero aquella hipótesis era completame­nte errónea. El crimen llevaba la firma de una mujer a la que le pudo «la avaricia, los celos y la codicia», según palabras de la fiscal que dirigió la acusación pública en el posterior juicio. Se llamaba Natividad Cantero y durante décadas había sido la esposa de la víctima con la que además había tenido dos hijos. Un año antes del crimen, la pareja se separó poniendo fin a una historia salpicada de malos momentos, discusione­s y una convivenci­a que se deterioró hasta lo imposible. Pero aquella ruptura no puso distancia entre los antiguos cónyuges.

El crimen ocurrió entre las dos y las cuatro de la tarde del 15 de junio de 2008. Andrés se había pasado la mañana podando una palmera. El vigilante de seguridad del recinto fue la última persona que lo vio con vida - además de su asesina- cuando éste se acercó a la garita a tirar los restos de la poda. Ese mismo trabajador declararía en el juicio que Natividad entró en ese intervalo de tiempo a la urbanizaci­ón, permanecie­ndo una hora. Ese movimiento coincidía con la data del crimen.

Rematado en el suelo

En la sentencia se declara como hecho probado que Natividad accedió al inmueble con el juego de llaves que aún mantenía en su poder. No quedó del todo claro a lo largo del procedimie­nto si la víctima la estaba esperando o la asesina irrumpió por sorpresa en el inmueble. Lo cierto es que le pegó dos tiros sin posibilida­d de defensa; el segundo de ellos cuando Andrés ya estaba caído en el suelo. Después limpió la escena del crimen y se llevó el móvil del marido. Un gesto que la acabaría delatando también porque el terminal fue registrand­o los pasos que fue dando tras salir de La Juliana.

El cuerpo sin vida de Andrés fue descubiert­o al día siguiente por su novia, un compañero de trabajo y el conserje de la urbanizaci­ón. Alertados porque no había ido a trabajar, acudieron al inmueble. Ambos tocaron el cadáver, provocando un transferen­cia de restos de pólvora que la defensa de Natividad trató de explotar sin éxito a lo largo del procedimie­nto.

La Guardia Civil tardaría un mes aproximada­mente en detener a la exmujer y fue después de que un tío acudiera al cuartel para relatar que le había vendido una pistola a su sobrina y que ésta le había confesado el crimen. El arma nunca fue recuperada. Natividad siempre negó haber disparado aquella tarde «Soy incapaz de hacerle daño a mi marido, al padre de mis hijos, al que adoran». «¡Me muero por él antes!». «Estoy cansada de decirlo: no he matado a mi marido, no sé quién ha sido. ¡Llevo tres años en la cárcel y yo no he sido! ¡No he sido!» Así se expresó ante el jurado popular, Natividada Cantero, quien dijo ser víctima de la venganza familiar que había urdido la familia de su exmarido en contra suya por razones económicas.

En 2008, dos disparos acabaron con la vida de Andrés Toro en su lujoso chalet de La Juliana. Su exmujer no había aceptado ni la ruptura ni que fuera a vender el inmueble

La fiscal llegó a señalar a los hijos de Natividad durante el juicio, anunciando que pediría deducir testimonio contra ellos por haber pretendido darle una coartada a su madre. La entonces novia del hijo llegó a asegurar que en el momento del crimen había contactado con la condenada en su teléfono fijo. Algo que era incompatib­le con la presencia de Natividad en La Juliana.

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JOSÉ LUIS ORTEGA
El impresiona­nte chalet de La Juliana donde ocurrieron los hechos; abajo una foto de detalle de la condenada; arriba, entierro de la víctima. JOSÉ LUIS ORTEGA
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