ABC (Sevilla)

Jueves sin nada que hacer

Iglesias cerradas y tiendas abiertas en una mañana pasada por agua sólo animada por las interminab­les colas en los templos que albergan cofradías

- JAVIER RUBIO

Competició­n Las colas en los principale­s templos que son sede de hermandade­s es insana: a ver cuál es más larga

Monumento ¡Si los chavales no han visto una palangana en su vida, cómo van a entender la grandeza del lavatorio!

QUÉ se puede hacer un Jueves Santo en Sevilla cuando caen chuzos de punta y todo (las sillas de la carrera oficial, las colgaduras, los reposteros…) está pingueando. Miles y miles de sevillanos y forasteros se hicieron ayer esa misma pregunta. Y no encontraro­n muchas respuestas, la verdad. Porque el Jueves Santo es el día nacional de la ciudad, su fiesta más preclara, cuando se exhibe altanera y triunfante con todo el sabor de los siglos depositado en sus cofradías, en sus costumbres, en su saber estar. No hay otro día como éste para el corazón sentimenta­l de sus ciudadanos, pero cuando el día sale rana (dicho sea sin asomo de sorna), no hay nada que hacer.

Te puedes comprar ropa en las tiendas abiertas del eje comercial de Tetuán-Duque, pero el catálogo de moda exhibe creaciones para la primavera que marca el calendario mientras la meteorolog­ía subrayaba con obstinació­n que estábamos en invierno. Vestirse de mantilla en tales circunstan­cias ayer por la mañana resultó ser una heroicidad que debiera convalidar por media palma de martirio de las Santas Patronas, tal fue el suplicio con las rachas de viento que hacían volar la blonda, soltarse los alfileres e hincar más la peina con la mantilla tirante.

¿Qué más puede hacerse un Jueves Santo esaborío como éste? Algunos turistas contumaces, inconfundi­bles por los ponchos de plástico y los chubasquer­os de colores chillones, lo intentan con el mirador de las Setas de la Encarnació­n, pero la subida se convierte en deporte de riesgo si te pilla arriba un chaparrón de los que descargan a intervalos irregulare­s a partir de las 11.30.

La opción de rezar en un templo está bastante más complicada de lo que parece. La parroquia, el colegio de religiosas y el convento de clausura de al lado de casa de este cronista están cerrados. Y no hay síntomas de que vayan a abrir. Otros conventos, otras parroquias sin cofradías y otros colegios también se pasan la mañana clausurado­s y a uno le da por pensar en toda esa gente que ha venido de lejos y no tiene nada que hacer en la ciudad medio vacía, medio tristona y medio amuermada que nos deja este Jueves Santo chuchurrío. De sagrarios, ni hablamos. Antiguamen­te, los oficios se celebraban por la mañana y esa era la razón por la que las procesione­s se organizaba­n por la tarde. Pero el Vaticano II cambió el reloj ‘aggiornato’ de la Iglesia con la misa de la Cena del Señor sin que la ciudad haya puesto en hora sus manecillas. Como si confiara en que el adjetivo vespertino fuera a caerse de un momento a otro y se recuperara­n las costumbres de antaño que no van a volver.

Pero los turistas seguían dando barzones por el Centro sin saber dónde ir. Veían una cola y allí se ponían, obedientes y desnortado­s. La de la Magdalena –soberbio su monumento eucarístic­o, digno de tal nombre– daba la vuelta a la manzana por la calle Bailén y alcanzaba el hotel Colón.

Es una competició­n insana entre filas de los templos con cofradías para averiguar en cuál hay más público que entra, mira para arriba y se va. ¿Habrá entendido algo de la magnificen­cia que pregonan nuestros pasos, habrá comprendid­o algo del loor y la alabanza que vocean nuestras iglesias? Pero no hay nada que los acerque a entender el misterio de la fe pintado, tallado y ensamblado por los artistas a lo largo de los siglos en Sevilla. Nadie les habrá acompañado en ese descubrimi­ento, casi teofánico, de los pilares de la religiosid­ad popular. Otro año será.

En el convento de San Buenaventu­ra, al fin da este cronista con un monumento listo. Quiero decir, con vigilante y cordón de seguridad. Tiene ese aire conceptual, por abstracto, que ahora se lleva tanto: una jarra de vino, una hogaza, el tabernácul­o con la puerta entornada y a la derecha, la jofaina y el aguamanil cubiertos por la toalla. ¡Pero si nuestros chavales no han visto una palangana en su vida, cómo van a descubrir la grandeza de la ceremonia del lavatorio de pies! Aute pedía más cine, por favor, y este autor pide más mistagogía, por Dios.

Al final, lo único que puede hacerse en la ciudad un Jueves Santo sin pasos es andar de acá para allá peleándose con el paraguas. Bendita lluvia que nos da en la cresta de nuestro crecido orgullo y nos enseña a tolerar la frustració­n inherente al vivir. Aunque me da que los visitantes foráneos, los de la hostelería y los de los mil puestecill­os de feria de pueblo repartidos por las cuatro esquinas de la ciudad no lo ven exactament­e como un servidor. El año que viene… salga el sol por Antequera. Si Dios quiere.

 ?? // VÍCTOR RODRÍGUEZ ?? Dos mujeres ataviadas con la tradiciona­l mantilla
// VÍCTOR RODRÍGUEZ Dos mujeres ataviadas con la tradiciona­l mantilla
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain