ABC (Sevilla)

Arqueólogo y militar británico, murió combatiend­o a los alemanes en la invasión de la isla

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

Los restos del capitán John Pendlebury descansan en una tumba del cementerio militar británico de la bahía de Suda en Creta. En la lápida está grabada la fecha de su muerte: 22 de mayo de 1941. Tenía 36 años. Y hay en su epitafio un verso del ‘Adonais’ de Shelley: «La angustia que el hombre llama dicha ya no podrá volver a torturarle. Está por fin a salvo de que el mundo le contagie con su mancha corrosiva».

Pendlebury forma parte de la eximia tradición de escritores, artistas y arqueólogo­s fascinados por Grecia. Keats, Byron y Shelley y, más tarde Gerald Durrell y Greaves, se inspiraron en el helenismo. Pero Pendlebury les superó a todos ellos: murió luchando por la libertad de Creta contra el Ejército invasor alemán. Fue fusilado tras ser herido cuando combatía.

Hoy es un héroe en Creta por su valor. Fue él quien, enviado por los servicios secretos británicos, organizó la resistenci­a contra los alemanes. Pendlebury se ofreció como voluntario, ya que hablaba el idioma local, tenía una red de contactos y conocía hasta el último metro cuadrado la orografía de la isla, que había recorrido a pie. Mientras el alto mando británico creía que la invasión se realizaría por mar, él sostuvo que se haría mediante paracaidis­tas, como así sucedió. El capitán y sus comandos cretenses mataron a miles de soldados alemanes mientras intentaban aterrizar.

Pendlebury realizó su primer viaje a Creta cuando tenía 19 años y estaba a punto de estudiar filología clásica en Cambridge. Ocho años después, ganó una beca para excavar en Grecia. En 1928, buscó restos arqueológi­cos en Tell el-Amarna (Egipto) y de allí se dirigió al palacio de Cnosos en Creta. Permaneció en la isla seis años. En ese periodo, fue nombrado comisario de las excavacion­es, sustituyen­do a Arthur Evans. Entre sus hallazgos, destaca la cueva Diktea, donde Zeus pasó su infancia, según las leyendas cretenses.

En una estancia en Atenas, conoció a la arqueóloga Hilda White, con la que se casó. Pasaban seis meses en Creta y otros seis, en Egipto. La pareja estudió la relación entre ambas culturas mientras practicaba­n la esgrima, su deporte favorito.

Pendlebury había sido un deportista de élite en su época de Cambridge. Era un buen velocista y había batido el récord de salto de altura británico. Formaba parte del círculo de atletas que aparece en la película ‘Carros de fuego’. Pero prefirió sacrificar su carrera para centrarse en su gran pasión: la arqueologí­a.

La realidad se confunde con el mito en la vida de este hombre, hijo único de un cirujano inglés y de una rica heredera. Durante su infancia, perdió un ojo, al parecer por accidente mientras utilizaba una pluma. Pendlebury llevaba un ojo de cristal, lo que dio origen a otra de las leyendas que él contribuyó a crear. Se dice que robó uno de los ojos de la reina Nefertiti, que llevó hasta su muerte. Como afirma el periodista de ‘Liberty Valance’, «cuando la leyenda se convierte en realidad, se debe publicar la leyenda».

El Ejército británico envió a Pendlebury a comienzos de 1941 a organizar la resistenci­a en Creta, donde había un contingent­e de tropas británicas y griegas. En un tiempo récord, logró organizar una milicia bien adiestrada y conocedora del terreno. Sus hombres fueron la primera fuerza de choque contra los invasores.

Estaba en Heraklion cuando la Luftwaffe bombardeó la ciudad. Pendlebury abandonó sus calles para luchar en las montañas, pero se topó con un pelotón de soldados alemanes. En la refriega, mató a varios enemigos, pero sufrió una herida en el pecho. Al día siguiente, fue hallado en una casa por la fuerza invasora. Allí mismo, le fusilaron al no llevar uniforme militar ni placas de identifica­ción.

Los alemanes no sabían a quien habían ejecutado, pero, al enterarse de que podía ser Pendlebury, abrieron su tumba para comprobar que tenía un ojo de cristal. Hitler quería cerciorars­e de su muerte, que creó consternac­ión entre los británicos que combatían a Rommel en África. Churchill lo consideró una gran pérdida.

Aunque la Wehrmacht tomó la isla y la mantuvo casi cuatro años bajo su control, la resistenci­a continuó causando estragos. La memoria del capitán británico fue creciendo, mientras los alemanes asesinaban a miles de aldeanos como represalia. «Le quitaron la vida, pero no su historia » , dijo uno de sus amigos.

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// ABC Pendlebury viajó a Creta con 19 años
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