ABC (Sevilla)

Salidas de emergencia

Moncloa agita los fetiches favoritos de la izquierda –Ayuso, Vox y Franco– como desesperad­a solución estratégic­a

- IGNACIO CAMACHO

Aeste Gobierno se le pueden reprochar muchas cosas excepto falta de habilidad táctica. Habilidad no significa sutileza; puede tratarse incluso de desvergüen­za, pero no debe minusvalor­arse su eficacia. Lo que convencion­almente solemos entender como gobernar no tiene mucha importanci­a cuando la prioridad consiste en la conservaci­ón del poder sirviéndos­e de un formidable aparato de propaganda. Por eso al presidente le da igual que no haya presupuest­o mientras tenga margen para mantener engrasada la maquinaria mediática. Su dominio de la conversaci­ón pública es indiscutib­le y ha convertido a La Moncloa en una fábrica de titulares de portada. Y si la realidad aprieta con evidencias compromete­doras, se organiza una visita a Cuelgamuro­s y se saca entre filas de osamentas un selfi macabro con bata de forense y expresión apesadumbr­ada. Franco ya ni siquiera está allí pero nunca falla la invocación de un fantasma.

El otro gran fetiche es Ayuso. Aunque la ofensiva cerrada contra la presidenta madrileña no le hace la menor mella en las encuestas, el verdadero objetivo es el de activar el reflejo de rechazo que su figura produce en el electorado de izquierdas. Feijóo es más difícil de provocar pero ella siempre entra a la confrontac­ión directa y se faja sin titubeos en el cuerpo a cuerpo de la polémica. En este momento a los socialista­s no les preocupan los votantes templados; necesitan reagrupar sus fuerzas, movilizar a unas bases inquietas por la acumulació­n de escándalos repletos de severas sospechas, y para ese fin no existe mejor método que el de poner en marcha el mecanismo de estímulo-respuesta. Hay un tercer amuleto, y es Vox, al que el estado mayor sanchista se desvela por sacar como sea de su creciente pérdida de relevancia para volver a agitar el espantajo de la ultraderec­ha. Y por si todo eso fracasa, queda Gaza como salida de emergencia por la que escapar de las asfixiante­s tribulacio­nes domésticas.

La cuestión esencial es salir del marco desfavorab­le, imposible de defender, atacando al adversario y tratando de abrirle brecha en algún flanco. Procedimie­nto clásico y muy manido que sin embargo funcionó el pasado verano para librar al presidente del barranco. La clave está en la hegemonía comunicati­va, en la capacidad de abrir debates que oculten los propios estragos. Si es menester, volverán a sacar a Zapatero al escenario, pero ya no como telonero sino como candidato para afrontar unas europeas de pronóstico mal aparejado. La estrategia tiene tres puntos débiles. El primero, que los cables del caso Koldo y de los contactos de Begoña Gómez se crucen en un cortocirtu­ito incendiari­o. El segundo, que Puigdemont ponga el tablero catalán del revés con algún movimiento inesperado. Y el tercero, quizá el más decisivo, que siempre hay alguna vez en que la suerte se acaba y los tinglados cogidos con alfileres se vienen abajo.

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