Fundamentalmente un hombre bueno
José Antonio Ardanza fue fundamentalmente un hombre bueno. Como lendakari, fue quien administró los últimos años del pacto de Ajuria Enea y, mientras que Arzalluz hizo muy poco por este acuerdo, él hizo mucho, todo lo que estuvo en su mano, por que el pacto aguantara. En esa bicefalia tan propia del PNV, existió una gran tensión entre ambos y en ese tema quedó más que patente.
Ardanza fue el lendakari más contundente y tal vez el primero en rechazar los atentados de ETA. Y no solo el primer lendakari, también en el PNV.
Por su propia personalidad, no quería conflictos y se empleó a fondo en administrar lo que tenía, sin incorporar mucha ideología nacionalista. Por eso, mantuvo una buena relación con los socialistas vascos y también lo intentó con el PP, aunque esto era más difícil, una vez más, por la propia presencia de Arzalluz.
Suyos fueron los primeros gobiernos de coalición con el PSE y Ramón Jáuregui fue quien trabajó mano a mano con él. Yo tuve que romper el gobierno que manteníamos con los nacionalistas en su último mandato. Creo que la situación minoritaria del PSE le había convertido en un socio que los nacionalistas manejaban a su antojo. En esas circunstancias, el PNV, no Ardanza, consideró que era hora de pactar con HB, convencidos que los socialistas vascos aceptarían en silencio la traición nacionalista debido a su debilidad. En aquella ocasión no les funcionó.
Tengo la impresión de que recibió una gran desconsideración desde el Euskadi Buru Batzar (EBB), donde nunca apreciaron suficientemente su esfuerzo por atender a las personas que sufrían por el terrorismo de ETA. Tal vez por eso pasó sus últimos días en Andalucía.
Sé que era considerado un
«flojo» por el EBB , que presidía
Arzalluz. En el máximo órgano del PNV siempre despreciaron su dedicación a la gestión, impulsada por unos gobiernos de coalición que tuvieron mucho sentido mientras las fuerzas de los nacionalistas y los socialistas estuvieron equilibradas. La última vez que conversé con él fue en el Landa, restaurante burgalés en el carretera de MadridSan Sebastián, donde era fácil que nos encontráramos políticos vascos. Él volvía de Andalucía hacia su casa porque, como muchos otros nacionalistas, encontró tranquilidad, buen tiempo y alegría en el sur de España.
ANÁLISIS