La capucha en la habitación
¿ Sabes, Peláez, cuando no se quiere hablar de algo a propósito pero existe y todos saben que existe porque es evidente su presencia y se dice coloquialmente que hay un elefante la habitación? Pues en esta habitación hay una capucha, un zulo y un ‘ongi etorri’ con bengalas y acordeones. En el debate en el que nadie habla de ella en una elipsis que va lejísimos, un discurso que, a fuerza de evitar la mención a la historia, herencia y justificación del terrorismo, se aleja y se aleja, y circunnavega la Tierra como la gabarra con la que el Athetic va a celebrar la Copa del Rey, que dicen va llegar hasta las islas Molucas.
En la habitación hay 800 muertos que se asoman por detrás de los candidatos como si fueran fantasmas y hacen como que no están. Solo se alude a ellos de una manera tan accesoria y eufemística cuando Andueza y el suplente del PNV –un joven atlético como un centrocampista de la Real– se mentan el pasado de Bildu y no es solo que exista la posibilidad de que pacten con la izquierda ‘abertzale’, es que ya lo han hecho ambos y lo volverán a hacer. Los partidos en Euskadi se han puesto pragmáticos y quieren hablar de propuestas y sale menos ETA en el debate de las vascas que en el de las gallegas. A punto estuvo de funcionar esto de hablar «de lo que importa a los ciudadanos», pero se descubrió la trampa de la cotidianeidad cuando López de Uralde se presentó con una chapa de Palestina en la solapa, dispuesto a recordar los muertos de Jabaliya mientras hay que olvidar a los que mató ETA en Donosti.