Arte y costumbres populares
Arte. Mucho Arte. No en vano, la portada de la Feria, recrea la fachada mudéjar del museo de Arte y Costumbres Populares. El arte del impecable lo inspiró el aceite de perola hirviente de los buñuelos gitanos
Estaban cayendo sobre la Feria calamares fritos. Y las gotas de sudor parecían albóndigas de Ikea. Las chaquetas más leales seguían sobre las achicharradas anatomías de los impecables. Pero el calor siempre deja pistas, rastros indeseables, como los criminales amateurs. Y allá donde los brazos se convierten en axilas te delataba la sobreimpresión sudorífera de una primavera centígrada. El canal de la mancha era, nunca mejor dicho, un mapa de calor. Y en las casetas, en lo que vienen siendo las marquesinas, los feriantes tomaban aire, como los futbolistas en la banda haciendo la tradicional pausa hídrica. Uno de ellos le dijo al de la chaqueta sobreimpresionada en los alerones.
— ¡Qué calor más grande, Dios mío!
Y el impecable, pese al chivatazo de la transpiración en su americana, le respondió con una determinación asombrosa, digna de una respuesta a Broncano, el Messi televisivo.
—¿Calor? Calor hace recogiendo escombros en agosto…
Arte. Mucho Arte. No en vano, la portada de la Feria, recrea la fachada mudéjar del museo de Arte y Costumbres Populares. El arte del impecable lo inspiró el aceite de perola hirviente de los buñuelos gitanos. A esa temperatura frisaba el mercurio y el digital en la tarde de los feriantes. Y para costumbres populares las de las niñas y señoras que, con un ataque de pinreles de los que te vuelven astrónoma y ves las estrellas, van descalzas por el real, en la caseta y por las calles remedinas que te llevan a la estación del metro de Blas Infante. Lo del metro de Sevilla es un insulto. Que se olvida cuando la gente sale del rebujito de las fiestas primaverales. Y viene Oscar Puente y es incapaz de dejarnos siquiera su apellido…
Pero también hay cosas con muy poco arte y nada populares en esta Feria que podría estar viviendo las últimas horas en su versión de largo metraje. Aunque la ley de extranjería local impide a los sevillanos de los pueblos inmediatos votar en ese referéndum de farolillos, la gente está por volver al cortometraje, para repetir la película de sus vidas: El pescaíto los lunes y las lonas hasta el albero a partir del sábado. Pero ojo con la pesquería. Que el Seprona ha salvado a media Feria de ir al excusado con el estómago en candela y largando por arriba y por abajo como si pintara a pistola. Más de cuatro toneladas de pescados y mariscos de hace dos temporadas han decomisado los civiles de una partida de bandidos, salvándonos de la actualización del chiste del niño de Gandía en la plaza de toros. Opá que voy a largar. Pues larguemos lo que haya que largar, los primeros los bandidos, que nos sobran, aquí y en Barbate, y levantemos con arte y buena costumbre un homenaje al Seprona más grande que la gitana de la Cruzcampo.