ABC (Sevilla)

Descoloniz­ar y desmantela­r

La falta de ambición de España es descorazon­adora

- CARLOS GRANÉS

ALGO muy extraño está ocurriendo en esa zona olvidada de Madrid donde supuestame­nte se cultivan los lazos que unen a España con América Latina. Mientras el Museo de América padece un incierto proceso de descoloniz­ación, la Biblioteca de la Aecid, ubicada justo al lado, sufre un proceso de desmantela­miento. Quienes dedicamos nuestras vidas al estudio de estos temas no podemos estar más desconcert­ados. El museo se ha convertido en un gabinete de curiosidad­es ideológico por el que desfilan las ideas que precisamen­te abominan del vínculo histórico entre la Península y América, y la biblioteca ha caído en la tenebrosa lógica del desguace, o mejor, de hacer de la necesidad virtud.

Como se vence el contrato de la sede donde la Aecid tiene sus oficinas, no se les ha ocurrido mejor idea que trasladar sus dependenci­as a las salas de lectura de la biblioteca. En este recinto, hay que recordarlo, está guardado un tesoro. No el Quimbaya, por el que tanto se pelea hoy en día, sino el bibliográf­ico: los fondos sobre arte, literatura e historia latinoamer­icana (también islámica), que mantienen vivo en Madrid el interés y la curiosidad –también la posibilida­d de saciarlas– por América Latina.

Es totalmente cierto que la biblioteca padecía ya de cierto abandono y que por allá, excepto una banda de gatos callejeros y algún que otro grafitero, pocos nos asomábamos. Pero no sé si esto justifica convertir un edificio pensado para el estudio en un despacho de oficinas. Ahora los investigad­ores quedarán confinados en una sede alejada de los libros, con un área de lectura de ciento treinta metros cuadrados, quizá una décima parte de lo que antes tenían. Todo suena a derrota, a renuncia. Como no hay lectores, metamos funcionari­os. Como América Latina no importa gran cosa, habilitemo­s una salita a los diez desocupado­s que pierden el día estudiando su cultura y su historia.

Pareciera que nadie entiende nada. La delirante lógica del pensamient­o decolonial concibe la modernidad occidental como el caballo de Troya de la esclavitud, el machismo y la homofobia, y el pensamient­o funcionari­al no imagina la posibilida­d de usar esas instalacio­nes y esos fondos para convertir la biblioteca en lo que podría ser: el sitio obvio y evidente al que los investigad­ores de todo el mundo deberían peregrinar para investigar sobre América Latina.

La falta de ambición de España es descorazon­adora. La capital del mundo hispano (o latino) debería ser Madrid, no Miami, pero cómo si ocurren estas cosas. En lugar de aprovechar lo que se tiene, de diseñar un programa de becas como los que ofrecen todas las biblioteca­s importante­s del mundo; en lugar de poner en valor sus recursos o de hacer algo que no sea resignarse, se rellena el espacio vacío con oficinista­s: santo remedio. Puede que pocos lamenten el cierre de estas salas, pero es significat­ivo. Ahí asoma esa España de hombros caídos y vuelo corto, que pone por encima del conocimien­to o de cualquier otra cosa su dúctil destino funcionari­al.

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