ABC (Sevilla)

Lo que no está prohibido es obligatori­o

- ALFONSO J. USSÍA

CASA DE FIERAS

La cruzada antitabaco es la venganza de los exfumadore­s

LA última bobada de Albión es que las personas nacidas a partir de 2009 no podrán comprar tabaco nunca. Con el alcohol no se mete ni el tato, porque claro, es un elixir que no provoca ningún mal y los legislador­es de esta nueva era política ‘woke’ legislan tajados como piojos. Que se lo digan a Boris, el rubio. El objetivo es que exista una generación «sin humo», pero no libre de resacas. Además, puestos a señalar cosas, resulta que los fumadores llevan años pagando impuestos por cada cajetilla que compran. De este modo, un tipo que fuma dos paquetes al día contribuye el doble a la Sanidad pública del que fuma uno, y mucho más del que no fuma ninguno. Podría decirse que se va pagando su futuro tratamient­o desde que le dan la primera calada al cigarro. No puedo decir lo mismo de los gruesos –antes gordos– a los que también la Sanidad debe atender por infartos y globos gástricos. Habría que ver a los valientes legislador­es si se cepillan las grasas saturadas, los azucares añadidos y si se atreverán a prohibir el extra de queso en el mostrador de la comida rápida. Ya ni hablamos de la huella medioambie­ntal que éstos generan, cosa que está tan de moda. Un grueso genera el doble de basura que un flaco: bolsas, paquetes, el aire que respira; deberían prohibirle­s existir. Lo de molestar con el humo de un cigarro está relacionad­o con la educación. A mí, por ejemplo, no se me ocurre fumarme un cigarro si voy a molestar a cualquier persona que esté a mi lado. Del mismo modo que seguiré dejando paso a una mujer cuando coincidamo­s en una puerta o que saldré después de ella del ascensor de lo facha que soy. Desgraciad­amente seguirá habiendo gente que se tira eructos después de beber una cocacola, otros que mastiquen con la boca abierta o incluso muchos que seguirán escupiendo al suelo. Ya se sabe que existen razas de caballos con mejores modales que muchos seres humanos. El problema viene cuando se dictan normas sinsentido que responden a taritas personales. Yo prohibiría correr en los parques, por ejemplo. O la escalada. Sin hablar del coste que palman las administra­ciones cuando tienen que rescatar a un motivado que se ha quedado aislado en la montaña, o cuando tienen que reanimar a un trotador al que se le ha parado la patata por correr a cuarenta grados a la sombra. La cruzada antitabaco es la venganza de los exfumadore­s. En Turín, por ejemplo, se prohíbe fumar en la calle a menos de cinco metros de cualquier persona. Pero no se prohíbe soportar borrachos, ni malos conductore­s, ni gente fea (ni guapa), que pueda distraerte y provocar un accidente, ni tampoco vestir con pantalón corto y rozar al prójimo con sus miembros peludos en el bus, ni la tortilla de patatas con cebolla. Decía Jardiel Poncela, que en la dictadura todo lo que no está prohibido es obligatori­o. Y haciendo un apunte a Balzac, «los gobiernos pasan, las sociedades mueren» pero la estupidez es eterna.

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