Lieja entroniza a Pogacar frente a Van der Poel

CICLISMO

Un hilo invisible separa a Carapaz de la inmortalidad. El ecuatoriano intenta graparse a Tadej Pogacar en las coordenadas donde el fenómeno esloveno había anunciado su victoria. La tremenda rampa de La Redoute, el símbolo de la Lieja-Bastoña-Lieja, la ‘Decana’ que nació en 1892. Carapaz no puede como tampoco puede ningún ciclista del pelotón. Se va Pogacar, como tantas tardes, un hombre solo al comando. Y no puede Van der Poel, el elegido, Dios en bicicleta a quien torturan las largas cuestas de las Ardenas. En el duelo de gigantes vence Pogacar, su segunda Lieja.

El esloveno anticipa a la competencia el lugar donde actuará, La Redoute. Lo dice y lo hace, ataque sin fin, devastador, después de hacer acopio de energías en una carrera que se le atraviesa a Van der Poel.

El prodigio neerlandés quedó atrapado en una caída que bloqueó la estrecha carretera a 100 kilómetros de meta y ya actuó a contrapié. En persecución. Van der Poel ejerce un magnetismo sin igual en las cotas cortas, las subidas flamencas del pavés, los adoquines de Roubaix, ese Poggio en San Remo donde baja como un cuchillo. Pero tal vez tenga su límite en Lieja, sus minipuertos que se le atragantan. VDP ha acabado todos los ‘monumentos’ entre los diez primeros, menos uno. Y hay otro que no puede ganar, el Giro de Lombardía, sus puertos de larga duración. No sube tanto.

Pogacar anula la emoción cuando logra 30 segundos de renta, pero llega el momento del deleite. Los pulmones, la voluntad, la mentalidad y la clase de un ciclista que marca una época, siempre al máximo en todas las competiciones, la clásica de Jaén o el Tour. Respeta todas las carreras, honra al ciclismo.