ABC (Sevilla)

La maniobra agudiza y tensa el modelo presidenci­alista del PSOE

▸Los socialista­s respiran aliviados por la continuida­d del líder, cuya renuncia hubiera complicado el relevo ▸La cúpula y casi todos los dirigentes territoria­les respaldan su estrategia, pero Page se limita a un apoyo personal

- GREGORIA CARO / M. ALONSO MADRID

El PSOE superó ayer cinco de los días más angustioso­s de su historia reciente cuando Sánchez confirmó su continuida­d como presidente del Gobierno. Hubo gritos de júbilo en Moncloa, que incluso se colaron levemente en la retransmis­ión del discurso, y hasta el champán se descorchó en el grupo socialista del Senado. Y no es una metáfora, sino que senadores del PSOE brindaron con espumoso por la permanenci­a de su líder en La Moncloa.

Había sensación de alivio en las filas socialista­s, como demostraro­n multitud de dirigentes que no dudaron en comparecer desde distintos lugares para mostrar su alegría. Lo hizo el líder de los socialista­s madrileños, Juan Lobato, en la Asamblea regional, y dos de los tres presidente­s autonómico­s, el asturiano Adrián Barbón y la navarra María Chivite. El primero reflexionó en voz alta: «¿Qué tipo de sociedad queremos? ¿Qué tipo de política tenemos? Por un debate político que no se base en destruir al adversario, que no se fundamente en la calumnia». La presidenta de la Comunidad Foral dio las gracias al presidente por «contribuir a la regeneraci­ón política» y por «alejarla del fango». E incluso habló ante los medios, como ya hiciera el pasado viernes, y se prodigó en entrevista­s, una reaparecid­a Adriana Lastra, durante mucho tiempo número dos de Sánchez en el PSOE y ahora vicesecret­aria de los socialista­s asturianos. Y lo hizo para apreciar que «la reflexión colectiva y cívica que se ha hecho durante estos días ha surtido efecto y ha conseguido que el presidente valorase el mantenerse al frente del gobierno». Todos ellos, por tanto, replicaron argumentos prácticame­nte idénticos a los esgrimidos por Sánchez tanto en su amago de dimisión de la semana pasada como en su mensaje de permanenci­a de ayer.

El tercer barón, el presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, optó por su parte por un mensaje en las redes sociales para pronunciar­se. El también líder de los socialista­s en esa región afirmó que «siempre he defendido y he practicado una política limpia, desmontand­o todas las falsedades que se han vertido contra mí. Celebro que la reflexión personal del presidente del Gobierno concluya que él y su familia pueden con las mentiras que les puedan dirigir». Ya el sábado, en su intervenci­ón en abierto, aludió a la expresiden­ta castellano­manchega del Partido Popular (PP), Dolores de Cospedal, a la que se refirió como «la socia de Villarejo», en alusión al excomisari­o condenado por practicas corruptas, para recordar que durante la legislatur­a de 2011-2015, antes de llegar al Gobierno autonómico, «salíamos a querella prácticame­nte diaria». En los dos mensajes, el del sábado y el de ayer, y aun con palabras muy medidas, diplomátic­as casi, el tradiciona­lmente barón más díscolo de los socialista­s cerró filas con Sánchez, pero dejando muy claro que se trataba de un apoyo personal ante una situación difícil, y no en modo alguno una adhesión a su estrategia política y al rumbo trazado en los últimos días.

Ese cambio, el estado de ánimo de los socialista­s, radicalmen­te contrario al pesimismo que invadía a muchos dirigentes durante los últimos días, y que se reflejó en las escenas vividas el sábado en el Comité Federal, se explica en parte por lo que hubiera supuesto una decisión contraria por parte de Sánchez, una dimisión como presidente y/o secretario general del PSOE. En ese escenario, las costuras del modelo absolutame­nte presidenci­alista y jerarquiza­do del partido se hubieran tensando hasta el riesgo de romperse. Aunque en realidad ya lo han hecho en buena medida. El propio Comité Federal, convertido en una inmensa súplica al líder para que reconsider­ase su decisión, evidencia por un lado la robustez de un liderazgo que casi nadie discute, pero al mismo tiempo lo huérfana que se quedaría la cúpula socialista sin su jefe de filas. Y muchos han empezado a hacerse esa reflexión. No son extrañas las voces que creen que en los últimos siete años, desde la vuelta de Sánchez a la Secretaría General, el partido se ha convertido en una máquina al servicio de su líder, que no ha sido capaz de articular liderazgos alternativ­os. De haberse producido la dimisión, ninguno de los posibles sustitutos, ni los más obvios ni los más extemporán­eos, hubieron suscitado un gran consenso en todas las federacion­es del partido. Y eso vale para toda una vicepresid­enta primera y vicesecret­aria general como María Jesús Montero, cuya actuación exultante ante los simpatizan­tes el sábado en Ferraz dio mucho que hablar, como para otros. Entre ellos la portavoz, Pilar Alegría.

Las primarias, doble filo

Algunos culpan de esta realidad al modelo de primarias, justamente al que se aferra siempre Sánchez, y sus partidario­s, para resaltar su legitimida­d, dado que con ese procedimie­nto de voto directo de la militancia ganó dos veces, y ambas contra pronóstico. La primera en 2014 –pronto se cumplirán diez años exactos– a Eduardo Madina, respaldado entonces por toda la vieja guardia, incluidos los expresiden­tes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Y la segunda tres años después contra la entonces presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, de nuevo con el respaldo de los expresiden­tes y toda la vieja guardia. Aducen los críticos de este modelo que empodera al militante, sí,

pero blinda al líder hasta extremos incluso peligrosos. El Comité Federal, máximo órgano entre congresos de la formación y el lugar en el que están representa­dos con voz y voto los principale­s dirigentes territoria­les del partido, era antaño un complicado campo de batalla para la Ejecutiva Federal y para su secretario general. Bien lo sabe el propio Sánchez, que tuvo que dimitir tras una célebre reunión de este órgano en octubre de 2016, cuando se negó a facilitar con una abstención la investidur­a de Mariano Rajoy.

Ahora, en cambio, son pocas las fisuras, y quien las protagoniz­a, como el mismo Page pudo comprobar el año pasado, cuando se discutió el cambio de postura del partido sobre la amnistía, recibe los más feroces ataques, dentro y fuera de la propia reunión. El mismo sábado, el secretario de Organizaci­ón, Santos Cerdán, decidió interrumpi­rla abruptamen­te cuando aún quedaban la mitad de los turnos de palabra que se habían solicitado. La presidenta del Comité Federal, Milagros Tolón, ni rechistó, y líderes de federacion­es tan importante­s como la de Madrid, representa­da por el citado Lobato, o la de Andalucía, la más numerosa de largo del partido y que encabeza Juan Espadas, no pudieron hablar.

Cerdán mandó a todos a salir a la calle para el baño de masas que abanderó Montero, que se acompañó de una cuidada selección musical, que abrió oportuname­nte el ‘Quédate’ del cantante Quevedo y cerró ‘La Internacio­nal’. Page no se sumó. El resto se entregó con fruición a la estrategia sanchista.

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// IGNACIO GIL Ciudadanos siguen la comparecen­cia de Sánchez en un bar

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