Emprendedores pese a bombas y apagones
Los vecinos de Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, mantienen el pulso al Kremlin y dan la batalla para que los servicios privados y públicos funcionen
Rusia intentó sumergir a Járkov en la oscuridad, pero la ciudad «vive y trabaja». La cita es del alcalde Terejov, y se puede leer en amplios carteles salpicados por las calles. No es ningún tipo de eslogan vacuo. Es la realidad. Los jarkovitas se empecinan en seguir adelante, aunque el Ejército enemigo intente quebrar su espíritu.
El pasado mes de marzo fue fatal. Lo precisos ataques rusos diezmaron la infraestructura energética de toda la provincia. A los problemas habituales de sus habitantes –bombardeos indiscriminados casi a diario– se sumaron prolongados cortes de luz y agua. Todas las subestaciones y la central térmica regional fueron liquidadas. Moscú aprovechó la falta de defensas aéreas de Ucrania para dar este golpe a gran escala en todo el país. Sin embargo, los pequeños negocios se las arreglaron para seguir ofertando sus servicios.
Flores entre los escombros
Los generadores eléctricos están aparcados en las aceras, preparados por si se producen apagones. Los locales cerrados conviven con las remodelaciones ajetreadas que adelantan la apertura de nuevos bares o restaurantes con mucho estilo. Járkov es un lugar en el que se dibujan estampas de contrastes: mientras unos operarios retiran los escombros del último ataque contra un edificio civil, los trabajadores municipales se apresuran por llenar de flores los jardines. «La situación es horrible, pero aquí seguimos», sentencia María mientras contempla sus plantas.
La normalidad en tiempos de guerra impone la incertidumbre. «Nadie puede esconderse de los misiles en ninguna parte de Ucrania, así que tratamos de no frustrarnos», dice con tranquilidad Yevgueni. Este joven forma parte del equipo de Utopía 8, una popular tienda de moda que desde 2014 apuesta por las marcas ucranianas. Su local está cerca de la estación de metro Pushkinkaya. Un ataque con misiles, el pasado 24 de enero, desbarató el trabajo de años. Todavía conservan restos de la metralla que recogieron en el interior. Por suer
te el local estaba cerrado y no había personal dentro.
Cuando pudieron volver, tras el toque de queda que termina a las cinco de las madrugada, vieron que los destrozos eran cuantiosos. «Solo tardamos tres horas en limpiar todo. Las cafeterías cercanas nos trajeron bebidas calientes gratis. Los pequeños negocios apoyan a otros pequeños negocios. Aho
ra somos una especie de familia», apunta Yevgueni.
La fundadora de Utopía 8 es Kateryna. Creció entre Járkov y Popasna, localidad ocupada ahora por los rusos. Para ella la seguridad de su equipo es lo más importante. Decidió quedarse sabiendo que un misil solo tarda 30 segundos en llegar desde territorio ruso a la metrópoli. «En Járkov, hay muchas empresas que ya están cerradas y por eso es importante continuar. No queremos simplemente rendirnos», destaca.
Con el inicio de la invasión a gran escala en 2022, muchos negocios decidieron trasladarse a otros lugares más seguros. Járkov tiene una tradición comercial profunda al ser un punto importante de comunicaciones. Como localidad fronteriza, muchos rusos venían a comprar y a disfrutar del ocio que ofertaba la segunda ciudad más grande de Ucrania. «Los habitantes de Bélgorod visitaban Utopía e incluso intentaban pagar con rublos. Ahora es realmente chocante pensar que ellos están felices de que nos bombardeen», clama Kateryna.
Cocinar en plena guerra
Mikita y Taras comenzaron sus aventuras empresariales en plena guerra. En el caso de Mikita todo comenzó como un trabajo voluntario. En 2022 dedicó la mayoría de su tiempo a alimentar a los soldados ucranianos en combate. Cuando la emergencia principal pasó, siguió cocinando. Un amigo le prestó un pequeño local de unos 30 metros que ahora se ha ampliado a 350. El restaurante Tripichya es un lugar cálido, donde también se organizan eventos para recolectar fondos para el Ejército.
El joven confiesa que no ha parado de trabajar y no concibe su restaurante como un negocio al uso. «No estoy aquí para ganar dinero», destaca. Y dice que aprendió a vivir con los bombardeos y no considera que esté haciendo nada heroico.
Taras se lanzó a poner en marcha un proyecto que tenía en mente desde hacía casi un lustro. Este empresario destaca que Ucrania fue y sigue siendo una tierra de oportunidades: «Aquí podemos abrir una empresa en tres minutos desde nuestro teléfono». En su tienda se pueden encontrar tazas, funkos, postales soviéticas y moderna ropa de estilo urbano. La andadura de Cult comenzó en octubre de 2023 y hasta los últimos ataques de marzo no hubo problemas resaltables. La principal dificultad para este hombre de 42 años es no saber si en el futuro será movilizado para luchar. «No tengo miedo de morir. Lo que me preocupa qué pasará con todo esto y con mis trabajadores», destaca.
Los rumores articulados desde Rusia afirmaban que las fuerzas ocupantes se lanzarían en una ofensiva terrestre contra la ciudad-fortaleza de Járkov. La Inteligencia militar de Ucrania descartó la idea y también los funcionarios occidentales. El Instituto para el Estudio de la Guerra, un laboratorio de ideas con sede en EE.UU., apunta que se trata de una campaña de desinformación para forzar a los jarkovistas a irse. La intentona rusa no funcionó. Si bien es cierto que hay evacuaciones desde pequeños pueblos en la región, ninguno de los residentes que hablaron con ABC tienen planes de mudarse.
Taras, Mikita, Polina, Yevgueni y Kateriya aman su ciudad y quieren mantenerla viva. La moral está alta en el frente civil. Los vecinos de la urbe, a fuerza de soportar los ataques de Rusia, han aprendido a ingeniárselas. La intensidad de la guerra pesa, sin duda. Todos aquí extrañan la «atmósfera» del Járkov antes de la invasión a gran escala: ciudad repleta de estudiantes y con las calles rebosantes de comercios. Ahora la vida se sigue imponiendo. Las reparaciones se multiplican y las flores vuelven a adornar esta ciudad en la tercera primavera de la guerra.
«Nadie puede esconderse de los misiles en ninguna parte de Ucrania, así que intentamos no frustrarnos», asegura un joven trabajador