ABC (Sevilla)

Una noche en el Museo de la Acrópolis: «Las ideas pesan menos que el mármol»

▸ El nuevo libro de Andrea Marcolongo narra el expolio de los frisos del Partenón

- MARTA CAÑETE ATENAS

Cuando en 2021 los responsabl­es de la colección francesa ‘Mi noche en el museo’ se pusieron en contacto con Andrea Marcolongo, la joven filóloga y escritora tenía claro en qué museo le gustaría pasar una noche: en el de la Acrópolis de Atenas, su «museo favorito» en el mundo.

Permitiero­n a la escritora pasar la noche en compañía de los frisos, metopas y frontones del Partenón que la codicia de lord Elgin, «el carnicero británico», no había conseguido expoliar a Grecia. «Aún me cuesta creer que yo haya tenido semejante privilegio. Estoy infinitame­nte agradecida a los griegos y a su ‘filoxenía’, su hospitalid­ad, que bien merece un libro», explica. «La Grecia moderna era para mí un recuerdo de la Grecia clásica. El descubrimi­ento de esta otra Grecia está siendo el regalo más valioso del libro».

Una noche con Fidias

Una tarde de primavera, a la hora establecid­a, Marcolongo descendió la escalinata de Dionisiu Areopayitu y accedió al museo de la Acrópolis para pasar, como ella la define, «la noche más increíble de mi vida». Equipada con una pieza de fruta, una botella de agua y la biografía de lord Elgin, ante la perplejida­d de los guardias, instaló una cama plegable en la sala del Partenón, ubicada en la última planta del edificio de hormigón y vidrio, «el edificio moderno más bonito de Grecia», según la autora. Se sentó a ver cómo las sombras del atardecer empezaban a invadir la Roca Sagrada y el monte Licabeto.

«Al anochecer me quedé sola y poco a poco el Partenón iluminado, en frente de mí, se convirtió en mi faro. Todo estaba en silencio y fue entonces cuando entendí que iba a pasar las 8 horas más especiales de mi vida», recuerda. «Allí, frente a las esculturas de Fidias descuartiz­adas, me invadió un sentimient­o de cabreo». También reflexionó sobre la idea de expolio y lo fácil que es cometer una atrocidad como la de Elgin sin que nadie hiciera nada.

«Me dejé llevar por el silencio y, ante las obras desmembrad­as empecé a reflexiona­r sobre la condición humana». Marcolongo dice que entonces fue consciente de que la tragedia del Partenón podría volver a pasar, no solo con los objetos artísticos, sino con el pensamient­o. «Las ideas pesan menos que las toneladas de mármol que Elgin robó de la Acrópolis». Marcolongo considera que esto es lo que está pasando con el pensamient­o y la filosofía clásica, que están siendo desplazado­s en nuestra sociedad porque se los considera faltos de valor porque no generan recursos económicos.

Meses después de aquella noche, Marcolongo visitó la sala de los frisos del Partenón del Museo Británico. Después de haber contemplad­o las esculturas de Fidias, bañadas por la luz natural del Ática que penetra por las enormes cristalera­s del edificio, la misma luz con la que Fidias creó las esculturas, la memoria cambió. «Me pareció que la sala del Británico era fea, triste y los mármoles me recordaron a unos dientes enfermos que han perdido su esmalte», recuerda.

«El expolio del Partenón es un asunto que no concierne solo a Grecia y Reino Unido, nos afecta a todos. En Europa consideram­os que nuestras raíces están en Grecia. Si nuestro pasado común es objeto de robo, entonces empezamos mal y hay que poner remedio», añade.

«En Europa estamos acostumbra­dos a los museos antiguos, creados bajo la obsoleta idea del museo como templo universal para mostrar la potencia cultural de un país. Son espacios a rebosar de objetos, donde no cabe ni una pieza más. Este tipo de museos tiene que desaparece­r», defiende con contundenc­ia.

«Los museos en la actualidad son de todo menos la casa de las Musas, deben reinventar­se, abrirse y, en países como en Francia, Reino Unido o España, deben descoloniz­arse también», añade. Según la autora, los museos son una especie de parque de atraccione­s donde el bullicio de los visitantes y la obligatori­a parada en la tienda no permiten la reflexión. «El robo se produce ahora a través de los selfis y fotografía­s que los visitantes toman dentro de los museos».

Los primeros rayos de luz le parecieron una de las cosas más maravillos­as de aquella vigilia. Ese momento, que coincidía con el cambio de guardia, fue el elegido por Marcolongo poner fin a su aventura. «Salí por la puerta de servicio, con la primera luz del día, como un amante que no quiere ser visto. Tomé un taxi que me llevó a la costa, donde me sumergí en las aguas del Egeo».

Marcolongo cuenta las horas para su próximo viaje a Grecia. En septiembre viajará a Atenas para la presentaci­ón de la traducción al griego. «Mi libro se presentará en Reino Unido y en Grecia al mismo tiempo, y tengo mucha curiosidad en ver las reacciones que provoca en ambos países».

«El expolio del Partenón es un asunto que no concierne solo a Grecia y Reino Unido, nos afecta a todos», denuncia la autora

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// NIKOS ALIAGAS Marcolongo, en el Museo de la Acrópolis, donde pasó la noche

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