Hablar sin argumentario
Hubo una época, hace como mil años en tiempos políticomediáticos, allá por 2011, donde los periodistas se unieron para firmar un manifiesto que decía que «sin preguntas no hay cobertura». Como en el periodismo funciona(ba) muy bien esta cosa de ensalzar la profesión y ponerla a la altura de neurocirujanos, las firmas llegaron de trabajadores de periódicos, teles y radios de una y otra ribera ideológica. Ahora ya no. Todo eso acabó porque ahora los periodistas se han disuelto entre tertulianos y activistas. Los manifiestos no son ya en defensa de la profesión sino de las ideologías, y se iguala a periódicos conservadores con pseudomedios. Todo tendría un mínimo de sentido si la prensa seria, ya sea conservadora, progresista o liberal se uniera para denunciar a ‘medios’ expertos en sartenazos y bulos de derechas, izquierdas o especializados en cosas tan concretas como la televisión o el marketing (estos últimos dan para tesis doctoral).
Porque cuando Tomás Roncero se tira al suelo de un plató para representar el penalti que no le han pitado a «su equipo», no es periodista, es un magnífico y aplaudido «entretenedor» de masas. Y eso tiene un mérito y un valor que nadie puede quitarle, sea el que sea. Cuando a un periodista le presenta el libro el protagonista de su información diaria, no pierde el carnet del oficio pero sí parte de su independencia, sea esa la que fuera.
No es una idea original esto de igualar el tertulianismo bufandero del fútbol con el tertulianismo de argumentario de la política. Claro que tampoco son originales las ideas que se escucharon a izquierda y derecha de las mesas de análisis antes y después de la comparecencia de Pedro Sánchez a las puertas de La Moncloa. Pero este hueco en páginas de Televisión no es para hablar de lo que se dijo sino de por qué se dijo. Y ahí el diagnóstico coincide con la conclusión: hacer periodismo es muy caro y hablar por hablar, muy barato. Llenar la pantalla con reportajes en vídeo y análisis cuesta más –por mucho que sus autores cada vez sean más precarios– que llenar una mesa «ecuánime» con tertulianos repartidos a derecha e izquierda. Ya lo presagió Toby Ziegler en ‘El ala oeste de la Casa Blanca’: solo importa el ciclo de la noticia, el rato que se hable de ella. Lo de la no dimisión murió ayer. El tertulianismo, eso sí, sobrevivirá.