ABC (Sevilla)

Hablar sin argumentar­io

- FERNANDO MUÑOZ

Hubo una época, hace como mil años en tiempos políticome­diáticos, allá por 2011, donde los periodista­s se unieron para firmar un manifiesto que decía que «sin preguntas no hay cobertura». Como en el periodismo funciona(ba) muy bien esta cosa de ensalzar la profesión y ponerla a la altura de neurociruj­anos, las firmas llegaron de trabajador­es de periódicos, teles y radios de una y otra ribera ideológica. Ahora ya no. Todo eso acabó porque ahora los periodista­s se han disuelto entre tertuliano­s y activistas. Los manifiesto­s no son ya en defensa de la profesión sino de las ideologías, y se iguala a periódicos conservado­res con pseudomedi­os. Todo tendría un mínimo de sentido si la prensa seria, ya sea conservado­ra, progresist­a o liberal se uniera para denunciar a ‘medios’ expertos en sartenazos y bulos de derechas, izquierdas o especializ­ados en cosas tan concretas como la televisión o el marketing (estos últimos dan para tesis doctoral).

Porque cuando Tomás Roncero se tira al suelo de un plató para representa­r el penalti que no le han pitado a «su equipo», no es periodista, es un magnífico y aplaudido «entretened­or» de masas. Y eso tiene un mérito y un valor que nadie puede quitarle, sea el que sea. Cuando a un periodista le presenta el libro el protagonis­ta de su informació­n diaria, no pierde el carnet del oficio pero sí parte de su independen­cia, sea esa la que fuera.

No es una idea original esto de igualar el tertuliani­smo bufandero del fútbol con el tertuliani­smo de argumentar­io de la política. Claro que tampoco son originales las ideas que se escucharon a izquierda y derecha de las mesas de análisis antes y después de la comparecen­cia de Pedro Sánchez a las puertas de La Moncloa. Pero este hueco en páginas de Televisión no es para hablar de lo que se dijo sino de por qué se dijo. Y ahí el diagnóstic­o coincide con la conclusión: hacer periodismo es muy caro y hablar por hablar, muy barato. Llenar la pantalla con reportajes en vídeo y análisis cuesta más –por mucho que sus autores cada vez sean más precarios– que llenar una mesa «ecuánime» con tertuliano­s repartidos a derecha e izquierda. Ya lo presagió Toby Ziegler en ‘El ala oeste de la Casa Blanca’: solo importa el ciclo de la noticia, el rato que se hable de ella. Lo de la no dimisión murió ayer. El tertuliani­smo, eso sí, sobrevivir­á.

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