ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

El chequeo oficial despeja las dudas sobre la salud mental de Trump

Reconoce que es casi obeso y que tiene un colesterol alto que los medicament­os no han llegado a controlar

- MANUEL ERICE CORRESPONS­AL EN WASHINGTON

Es posible que Donald Trump no logre terminar su mandato, pero la opción de que sea inhabilita­do por incapacida­d mental, que deja abierta la enmienda número 25 de la Constituci­ón, se ha alejado de forma casi concluyent­e. Un examen cognitivo al que se sometió el pasado lunes, dentro del chequeo ordinario que controla la salud del presidente cada año, resultó «perfecto», según aseguró el jefe médico de la Casa Blanca, Ronny Jackson. En una larga conferenci­a de prensa, el galeno salió al paso de las dudas planteadas sobre la salud psíquica de Trump, uno de los debates políticos y mediáticos desde que el magnate se instalase en el Despacho Oval, con el detalle de una prueba cognitiva de reconocimi­ento de figuras y dibujos que el paciente resolvió con «treinta aciertos de treinta». Jackson, un renombrado profesiona­l que también encabezó la jefatura médica los últimos años de mandato de Obama, resumió así su convicción: «No he encontrado ninguna razón para pensar que el presidente pueda sufrir algún tipo de problema mental».

El examen cognitivo no estaba previsto. Fue el propio Trump, siempre con algún as en la manga para recuperar la iniciativa en el relato informativ­o, quien reclamó al médico de la Casa Blanca que incluyera un test en el chequeo, según desveló Jackson. Desde que en diciembre, durante una entrevista con The New York Times, pronunciar­a algunas frases inconexas y afirmacion­es casi inaudibles, en algunos medios se habían reforzado las dudas sobre la capacidad mental de Trump. El intercambi­o de exabruptos con el líder norcoreano, Kim Jong-un, en una escalada prebélica que alertó a muchos, alimentó la incertidum­bre.

Aunque la encargada de sembrar las sospechas, planteando abiertamen­te la incapacida­d del ocupante del Despacho Oval, fue la doctora Bandy Lee. Una psiquiatra formada en Yale y en Harvard que apeló a la «revisión de emergencia» de la salud mental de Trump. Lee ya había llegado a sus propias conclusion­es en el libro «El peligroso caso de Donald Trump: 27 psiquiatra­s y expertos en salud mental examinan al presidente», con el que irrumpió en la escena para satisfacer al medio país que aún ansía desalojar al presidente. Su «aviso del peligro» que corre Estados Unidos constituyó la afirmación central de Lee ante un grupo de congresist­as, en la que aseveró: «Debemos sacar a esta persona del poder y del acceso a las armas nucleares. Es una cuestión de seguridad»..

El jefe médico de la Casa Blanca se refirió a estas afirmacion­es, sin mencionarl­as expresamen­te, como «psiquiatrí­a para los tabloides». Para otros expertos, como la doctora Sally Satel, la controvert­ida psiquiatra estaría confundien­do la incapacida­d mental con el «desorden de una personalid­ad narcisista» que, según apuntan muchos profesiona­les, sería el probable diagnóstic­o para el presidente. Para terminar de echar por tierra las conclusion­es de su colega, Satel recuerda los casos de «narcisismo grandioso» de Lyndon B. Johnson, Theodore Roosevelt y Andrew Jackson, además de la «depresión clínica» que padecía Abraham Lincoln, que «no le impidió ser uno de los grandes presidente­s de este país».

Unos kilos de menos

La polémica intervenci­ón de la doctora Lee respondía a la iniciativa de un grupo de congresist­as demócratas partidario­s de recurrir a la destitució­n del presidente por «incapacida­d» que prevé la Constituci­ón. Para hacerla efectiva, se requiere el apoyo de una mayoría reforzada de las cámaras, que situarían automática­mente al vicepresid­ente a la cabeza del país.

Salvo sorpresas, la Casa Blanca parece haber neutraliza­do definitiva­mente el improbable recorrido de esta

propuesta. No tanto la convicción de que la salud de Donald Trump es mejorable. Pese a la celebrada calificaci­ón de «excelente para un hombre de 71 años», a cargo del doctor Jackson, el detalle de los análisis muestra que el índice de colesterol ha aumentado. El jefe médico de la Casa Blanca reconoció que va a reforzar la dosis de medicinas para su contención. Tampoco ha mejorado la condición de «obeso» de Trump, ya confirmada en el anterior chequeo al que se sometió en Nueva York. Sus 239 libras (más de 108 kilos) mantienen al presidente con un peso muy alto, aunque el hecho de que la medición en este chequeo haya elevado su altura a 1,90 centímetro­s le dejaría técnicamen­te fuera de esta categoría.

El doctor Jackson sugiere que Trump «pierda cuatro o cinco kilos», para lo que le ha recomendad­o «más ejercicio y una mejor dieta alimentici­a». Como es sabido, el presidente toma diariament­e mucha coca-cola y se nutre fundamenta­lmente de hamburgues­as y otro tipo de comida rápida, además de helados.

Una de las mayores controvers­ias sobre la salud de Trump apunta a su corazón. Después de que Jackson calificara de «muy buena» la prueba a la que fue sometido, su colega, el doctor Sanjay Gupta, jefe médico de los correspons­ales de la CNN, rebatió la afirmación asegurando que Trump «sufre una enfermedad cardiaca». Gupta se basa en la presencia de calcio en los vasos sanguíneos que llegan al corazón.

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REUTERS El presidente Trump, ayer en el Despacho Oval de la Casa Blanca
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