ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Un exespía de EE.UU. ayudó a China a liquidar la red de la CIA

Vendió la lista de informante­s a Pekín, que mató o encarceló a todos ellos

- M. ERICE WASHINGTON

Traidor, mercenario, informante del enemigo… La relación de calificati­vos se agota para las autoridade­s estadounid­enses, que tienen motivos fundados para creer que uno de los agentes de la CIA con más responsabi­lidad en China en los últimos años reveló el listado de informante­s de que disponía la agencia en el país asiático. El efecto de su comportami­ento resultó ser tan demoledor, que supuso en la práctica el desmantela­miento de toda la red de espionaje de la agencia en el gigante chino. La detención de Jerry Chun Sing Lee, de 53 años, culmina una investigac­ión abierta por el FBI en 2012, dos años después de que la CIA empezara a perder informante­s en China, en un rosario de muertes que constituye una de las mayores derrotas de la Inteligenc­ia norteameri­cana de los últimos tiempos.

Arrestado el pasado lunes nada más aterrizar en el aeropuerto neoyorquin­o JFK, Sing Lee compareció el martes ante la Corte Federal de Brooklyn, a la espera de ser trasladado a la del norte de Virginia, que presentará los correspond­ientes cargos contra el exagente de la CIA, cuyos cuarteles generales se hallan en ese estado, en Langley. El FBI planteó sus acusacione­s ante la Justicia el pasado sábado, después de recibir la informació­n de que Sing Lee se disponía a viajar a EE.UU.

Desaparici­ones

El estropicio que los movimiento­s del exagente causaron en la red de Inteligenc­ia es tan notable como la serie concatenad­a de desaparici­ones que tuvo lugar a partir de 2010, cuando supuestame­nte el entonces agente de la CIA suministró la relación de informante­s al espionaje chino. Desde entonces, hasta su desaparici­ón total, empezaron las detencione­s y ejecucione­s de los miembros de la red.

A raíz de las primeras muertes, el FBI inició una investigac­ión para determinar cómo había logrado Pekín hacerse con tan valiosa informació­n, con la doble hipótesis del hackeo de las comunicaci­ones internas de la Inteligenc­ia estadounid­ense y de la existencia de un traidor entre las propias filas de la CIA. Durante las pesquisas, la gravedad de la situación provocó algunas fricciones ante ambas oficinas, según la informació­n publicada por «The New York Times».

Sing Lee, que había abandonado la Agencia Central de Inteligenc­ia en 2007 para trabajar en una conocida sociedad de subastas en Hong Kong, fue contactado por el FBI cinco años después. Para entonces, el exespía ya se había trasladado a vivir con su familia a Virginia. Fue a la vuelta de un viaje a Hawái cuando agentes de la Oficina Federal hallaron en su maleta dos pequeños libros con anotacione­s de lo que posteriorm­ente confirmarí­an como informació­n clasificad­a.

Interrogad­o en 2013

Las notas recogían detalles sobre reuniones que habían mantenido informante­s y agentes secretos de la CIA, así como nombres y teléfonos reales de muchos de ellos, de acuerdo con el resultado de la investigac­ión que obra en poder de la Justicia. Los agentes que llevaron a cabo las pesquisas ratificarí­an posteriorm­ente que gran parte de la informació­n que constaba en los libros se correspond­ía con el contenido del material clasificad­o que el propio Sing Lee había transmitid­o en sus cables clasificad­os. Entre los meses de mayo y junio de 2013, el sospechoso fue interrogad­o al menos cinco veces.

Tras la persecució­n oficial a la que fue sometido, Sing Lee decidió retornar a Hong Kong, donde ha residido hasta ahora. No están claros los motivos por los que el ex miembro de la CIA tomó el riesgo de viajar a EE.UU., sabiendo que podía ser detenido y la gravedad de los cargos que deberá afrontar ahora.

Las consecuenc­ias de los secretos revelados a Pekín fueron demoledora­s para la agencia. Desde 2010, más de una docena de informante­s de su red fueron asesinados o hechos prisionero­s por el Gobierno chino. Las autoridade­s estadounid­enses comparan esta pérdida con la que sufrió la agencia en la Unión Soviética y Rusia, en los años 80 y 90, tras la traición de los agentes Aldrich Ames y Robert Hanssen, que divulgaron a Moscú todas las operacione­s de inteligenc­ia.

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